Desde Glendalough, el lugar del que os hablaba el otro día, nos fuimos hacia Belfast, la capital de Irlanda del Norte.
En puridad, es una ciudad inglesa, la segunda más grande de la isla después de Dublín, y eso se nota en cuanto pasas la línea fronteriza, ahora invisible: los letreros en la autopista varían ligeramente y las millas sustituyen a los kilómetros.
Queríamos ir a Belfast, porque era el núcleo de referencia en el enfrentamiento entre las comunidades republicana y unionista, que nos ha recordado siempre al problema del País Vasco por la existencia del IRA, allí, y de ETA, aquí.
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