Hace ya tiempo que compro menos novelas y cómics, porque en casa ya no caben. No exagero. Llegué a un pacto no escrito con mi mujer: si entra un nuevo volumen en la biblioteca ha de salir otro. Por eso acostumbro a leer mucho libro de la estupenda red de bibliotecas que tiene Barcelona y, también, a través de su versión digital, que resulta muy cómoda, aunque me gusta más el papel.
Sirva esta excusa para decir que acabo de leer una novela que se publicó a inicios de 2024 y con la que he querido abrir mi colaboración literaria en este espacio familiar que es Nosolocine. Se trata de ‘Matar al director‘, primera obra de ficción del periodista Bru Rovira (Barcelona, 1955), sobre la que he escrito estas líneas y que inicialmente publiqué en la web amiga de Nosolocine.net.
Publicada tanto en castellano como en catalán por la editorial Navona, se trata de una obra que, con la excusa de una trama policiaca con crimen de por medio, retrata con cierta nostalgia y cabreo el momento actual del periodismo español. Lo del cabreo es explicable, porque quienes hemos vivido y trabajado en un periódico (no puedo hablar por otros medios de comunicación), como Bru Rovira o yo mismo, sabemos que la época dorada de nuestra profesión, entre los años 80 del siglo pasado y la primera década de los 2000, ya no volverá.
Hay coincidencias en nuestras carreras. Ambos empezamos en el diario Tele/eXpres (si bien él es dos años mayor) y también hemos trabajado en los dos grandes diarios de la capital catalana: Bru Rovira entró a trabajar en ‘La Vanguardia’ en 1984, tras pasar por ‘El Noticiero Universal’ y ‘Avui’, donde estuvo 25 años, mientras en esas fechas yo entré en ‘El Periódico’, donde estuve 35 años.
Él fue un estupendo y premiado reportero, especializado en temas sociales e internacionales, además de escribir un par de libros (‘Áfricas’, ‘El mapa del mundo de nuestras vidas’, ‘Solo pido un poco de belleza’) sobre algunos conflictos que vivió de cerca (como Ruanda, especialmente), mientras mi paso por el reporterismo de sucesos fue breve, dado que siempre me interesó más el periodismo cultural. También salimos de nuestras respectivas empresas en dolorosos procesos de restructuración, después de tres décadas.
“Me acogí al despido improcedente, como hicieron también tantos otros compañeros de tantos otros medios de comunicación que fueron purgados durante la llegada del periodismo digital y la remodelación de las redacciones. Fue un duro golpe”, explica él mismo en una especie de ‘making of’, publicado en la web de Zenda Libros, donde el autor desgrana la génesis de su libro.
Y también comprendió que «fuera de una empresa sólida, el reporterismo es una ilusión. Ni ganas lo suficiente para costearte los viajes, ni tienes la libertad de escribir (y pelearte), por tus temas. Comparado con una redacción, el mercado es un congelador. En una redacción al menos puedes (podían, dicen los que allí están) pelear tus temas. A menudo se pierde, pero se ganan muchas más batallas que siendo un freelance, obligado a vender tus textos para un comprador que no está dispuesto a discutir. En una redacción tienes, tenías, tus derechos».
Instalado en Dakar, donde trató de ganarse la vida, y cabreado con la situación, empezó a escribir su venganza: «Me iba a cargar a un director de un diario, y me iba a cagar en la madre que los parió a todo». El proyecto se quedó en un cajón hasta que la covid le proporcionó el tiempo y la calma para escribir ‘Matar al director’, un entretenido ‘thriller’ lleno de personajes conocidos, cuya protagonista es, en parte, el propio Bru Rovira.
En efecto, el autor se inventó a «una antigua reportera de guerra convertida en policía, Matilda Serra», un personaje que le permitió desdoblarse «y transitar al mismo tiempo por la Barcelona del barrio del Raval donde viví, los amigos de la época, los tertulianos de Casa Leopoldo y la peña La Lamentable, mezclando una trama ficticia (el diario ‘Las Noticias’, su director, sus redactores, las relaciones con el poder, el asesinato), con unos personajes reales de la ciudad que, en el libro, salen con sus nombres y apellidos y tuvieron o tienen un peso importante en mi propia vida», añade Rovira. Nombres del periodismo que van de Ramón Lobo a Josep Maria Huertas Claveria, Xavier Vinader e, incluso, Jordi Évole.
¿Y de qué va la novela? Vamos a ello. Como intriga policíaca clásica, hay un crimen en las primeras páginas y alguien que lo ha de resolver. La víctima en cuestión es el director del principal diario de Barcelona, que aparece muerto en unos apartamentos del Paral·lel, y el investigador es una subinspectora de policía que en su día trabajó como reportera de guerra para ese mismo periódico. Y los periodistas con nombre alterado que transitan por sus páginas pueden ser reconocidos por el resto de la profesión a poco que le echen imaginación.
En la trama se mezclan corruptelas políticas y económicas, trata de blancas y periodistas muy válidos que han sido despedidos por resultar muy caros junto a otros que han dejado de lado el periodismo para abrazar las tertulias y los despachos donde fluye el dinero. Aten ustedes cabos y verán como ‘Matar al director’ es una recomendable ficción en la que pueden dudar del aviso de que «cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia».
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