Bueno, ya estamos en agosto y como he hecho en veranos anteriores con otros destinos, empiezo a escribir de lo que os había prometido: Irlanda.

Será un relato de mi último viaje por este país, con algunos consejos que os puedan servir si os animáis a ir a visitarlo.
Aunque parezca obvio, empecemos por el principio, o sea, la planificación del viaje: qué presupuesto tienes; cómo quieres llegar al destino; qué itinerario piensas seguir (ciudades, lugares y monumentos que deseas visitar); qué transporte utilizarás para ello y, sobre todo, dónde piensas dormir y comer.
En nuestro caso, la idea era de disponer de un presupuesto holgado, pero sin lujos, que nos permitiera dar la vuelta a Irlanda por la costa y dormir cada noche en un B&B (Bed and breakfast), lo que vendría a ser un hostal con desayuno incluido.
Para llegar a nuestro destino, optamos por el avión. Las otras opciones, que incluían coche y barco, nos parecían más caras y, sobre todo, cansadas. Los itinerarios más sencillos pasaban por la línea Brittany Ferries, que te permite llegar a Irlanda previo paso por Francia (Roscoff) o Inglaterra (Plymouth). También puedes ir por carretera, en tu coche, hasta Roscoff y desde allí tomar el barco hasta Cork, en el sur del país, por ejemplo.
En fin, que buscamos una compañía aérea que nos permitiera llegar y, una vez allí, alquilar un coche.
Como Dublín era una ciudad que ya habíamos visitado en anteriores ocasiones y teníamos familia en Cork, optamos por esta última ciudad.

Las dos únicas compañías que operan en este aeropuerto, pequeñito y recomendable por su tamaño humano, eran Ryanair y Aer Lingus.
La primera, algo más barata, nos obligaba a salir desde Girona o desde Reus, así que compramos los billetes en la segunda, a través de internet, buscando las fechas más adecuadas.
Desde Barcelona, Aer Lingus tiene tres destinos en Irlanda: Dublín, Cork o Belfast. Tras desechar el primero y calibrar las posibilidades del tercero, optamos por el segundo, que era el aeropuerto que mejor nos cuadraba y donde estaba el familiar a quien queríamos visitar.
La tarifa no estaba nada mal, pero hicimos la reserva relativamente tarde y el billete no nos salió nada barato: 260 euros dos personas, ida y vuelta; un precio al que había que sumar los impuestos (112 euros), las tasas (80 euros) y otros cargos, como 60 euros por las maletas, que te las cobran aparte, y 20 euros más de la comisión de tramitación (¡¡pero si era on-line y toda la gestión ha hacía yo!!). En total, cuando la Visa aceptó el total, la broma subía a 452 euros.