Esta es una entrada menos cinéfila y más viajera. Para ello, dejadme que vuelva a usar algunas de las frases de mi admirado Cees Nooteboom en su libro ‘Venecia. El león, la ciudad y el agua’, editado por Siruela: «No quisiera obligar a mis lectores a nada, pero les propongo que consulten el plano (…) En el laberinto veneciano pueden partir de un punto cualquiera e intentar llegar sin plano al otro extremo [de la ciudad]. El mío es el final del distrito de Castello, donde se encuentra San Pietro, la antigua catedral de Venecia».
En efecto, estos días, que está en marcha la Bienal de Arte de Venecia, no os cuesta nada acercaros a San Pietro di Castello, una pequeña joya, escondida en un extremo de la ciudad de los canales, allí donde se acaban los jardines de los que os hablaba el otro día. Si estáis en el Arsenal, sólo podéis hacerlo a través del Ponte de la Tana. Si no, tenéis que retroceder hasta ver la laguna y tomar la Riva di San Biasio, cruzar el puente para pasar a la Riva dei Sette Martiri y seguir.
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