No solo hay piedras, monumentos y estatuas en la ciudad de los canales. Uno de mis placeres cuando viajo a Venecia es pasear por sus jardines, disfrutar de los verdes que estallan en primavera, cobijarme bajo las copas de sus árboles en verano y pisar el manto de hojas amarillas en otoño.

¿Cómo que no hay jardines en Venecia? Le respondí así a un amigo amante de los museos y del arte escondido en las iglesias venecianas, pero muy despistado con respecto a flores, plantas y árboles. Para hacerle ver que la cosa no venía de una moda actual, le enseñé este párrafo de la extraordinaria guía escrita en los años 60 del siglo pasado por Jan Morris, que quien ya os hablé aquí.

“Los rincones verdes de Venecia poseen un encanto recoleto y cautivador, aunque casi siempre los desmejoran algunas estatuas y grabados curiosos, los invaden los gatos y los dignifican viejos manantiales cubiertos de maleza. En la Giudecca, antaño la isla jardín de Venecia, quedan todavía un par de nutridos jardines florales que descienden hacia la laguna, despidiendo una fragancia penetrante que queda flotando sobre el agua.

No hace falta ir a la Giudecca, al Lido, Burano, Torcello o Sant’Erasmo, para disfrutar de bonitos parques y jardines. En la propia Venecia hay dos grandes pulmones que permiten a los runners locales disfrutar del deporte al aire libre: los jardines Napoleónicos o de la Bienal y los de Santa Elena, ambos situados en el distrito de Castello, al este de la ciudad.

El origen de los primeros data del año 1807. Napoleón decretó que la ciudad de Venecia también debía estar equipada con áreas verdes para su uso público. El diseño de los jardines se debe a un tal Giannantonio Selva y las obras duraron cuatro años, de 1808 a 1812, tras demoler varias iglesias y conventos, cuyos escombros obtenidos sirvieron para consolidar el terreno donde se plantaron “militarmente cientos de pinos”, decía Jan Morris.

Desde finales del siglo XIX, a partir de la construcción del primer pabellón de la Bienal, en 1894, los jardines se dividieron en dos partes: la primera y más amplia, destinada a la Bienal, y otra, más pequeña, como jardín público. A mí, personalmente, me gusta pasear a lo largo de la Riva (o si estoy cansado, bajarme en la parada de vaporetto Sant’ Elena) y recorrer su arbolado a lo largo del Viale IV Novembre.

Los ginkgo biloba del Campo Marco Stringari.

Hacia la mitad de esa avenida, a la altura de la calle Franco Passarella, no dudéis en adentraros en el barrio, muy diferente a las otras zonas de la ciudad. Muy cerquita, en el Campo Marco Stringari, se alzan majestuosos varios ejemplares de ginkgo biloba que aportan un encanto especial a la zona. En otoño, sus preciosas hojas, cubren de amarillo el suelo de esta tranquila plaza.

Quienes no deseen alejarse tanto del centro, hay dos grandes parques cercanos a la entrada de la ciudad: los Giardini Papadopoli, al lado mismo de la Piazzale Roma y las paradas de autobuses que unen Venecia con Mestre; y el Parco Savorgnan, muy cerquita de la estación de tren, junto al Canal di Cannaregio.

Los Giardini Papadopoli.

En el mismo corazón de la ciudad están los Giardini Reali, generalmente olvidados por todos los turistas que se mueven entre la Piazza y el Palacio Ducal. También tiene cierto encanto el Laberinto de Borges, en la isla de San Giorgio Maggiore, a una parada en vaporetto desde San Marcos.

Naturalmente, “existen cientos de jardines escondidos entre las piedras de Venecia, protegidos por puertas de hierro y viejos muros de piedra, de modo que sólo se capta un breve atisbo de glicinias al pasar, o un efímero aliento de madreselva”, explica Jan Morris en su libro. Y muchos árboles: “hermosos plátanos en muchas plazas, mirtos, laureles, adelfas, granados, tamariscos y palmeras en muchos jardines particulares”.

Jardines del Palazzo Malipiero.

Entre los visitables se encuentran los Giardini di Ca’Nigra, en el hotel de Santa Croce de igual nombre (www.hotelcanigra.it); los del Palazzo Vendramin Calergi, sede del famoso Casinò di Venezia, en Cannaregio (www.casinovenezia.it); los del Palazzo Cavalli Franchetti, sede del Istituto Veneto di Scienze Lettere ed Arti, en el Campo Santo Stefano, y los del Palazzo Cornerdi Ca’Granda, sede de la Prefettura e Città Metropolitana di Venezia, ambos en el céntrico ‘sestiere’ de San Marco.

Si os apetece profundizar más, existe un apartado de Venezia Unica, la web turística de la ciudad llamado “La Venecia más verde: jardines históricos, parques públicos, bosques y áreas naturales protegidas”, que incluye varios folletos (pdfs en italiano e inglés) con amplia información sobre el tema.