Venecia, en enero de 2020 (foto Txerra Cirbián).

Con este título he querido resumir el esfuerzo empleado para planificar, viajar, visitar, caminar y fotografiar Venecia, hace ahora dos años, para la segunda guía que escribí sobre la famosa ciudad de los canales.

Todo empezó con una petición de mis editores, los responsables de la pequeña editorial Ecos Travel Books, que ya me habían publicado ‘Venecia de cine’ y mi libro sobre las Islas Feroe. No querían algo tan especializado y cinéfilo como el primero de ellos, sino una guía de viajes más tradicional, como el segundo, más de cara a su utilización práctica.

La idea inicial de la editorial, dado sus escuálidos presupuestos, era más un trabajo recopilatorio de mis viajes anteriores y mis conocimientos para su aplicación en una puesta al día de una muy sencilla guía previa que ellos tenían en su fondo.

Pero si hay algo que no le puedes pedir a un periodista es que no vaya al lugar de los hechos a investigar lo que sea. Y eso que el reto era enorme: escribir una guía sobre la bella ciudad italiana cuando ya existen cientos de ellas en el mercado.

Tres guías muy diferentes de Venecia.

Guías de viaje tradicionales hay a montones, como las de Lonely Planet, National Geographic y las Michelin verdes, siempre excelentes. También están las Trotamundo (o Routard); las Horizontes de Salvat; las Azules de Anaya y las más sencillitas de Berlitz y Top 10, para salir del paso un fin de semana.

Algo diferente es la ‘Venecia insólita y secreta’ de Jonglez, que intenta salirse de lo trillado, y la maravillosa ‘Venecia’ de Acento-Gallimard, profusamente ilustrada, agotada y sin reeditar. Finalmente, hay pequeñas joyas para públicos más específicos, como la muy recomendable y envidiables ‘La Venecia secreta de Corto Maltés’, de Guido Fuga y Lele Vaniello, reeditada el año pasado por la Norma Editorial.

Y luego están algunos libros de viajes tan necesarios como los de Joseph Brodsky y Jan Morris, de los que tengo ganas de hablaros, y lo haré, no os preocupéis. Y la magnífica ‘Historia de Venecia’, de John Julius Norwich.

Y entre los autores españoles, hay que recordar el ensayo de Félix de Azúa sobre la ‘Venecia de Casanova’ (es de hace tres décadas, pero se ha reeditado en 2021) y el reciente ‘Cinco horas en Venecia’, del colega de ‘La Vanguardia’ Miquel Molina, un paseo muy personal, muy bien escrito.
(en septiembre de 2022 entrevisté a Miquel Molina sobre su libro)

Y todo esto venía a cuento de que, para poder competir un poquito con todo este estupendo material, viajé en enero de 2020 para estar varios días en Venecia y otras islas y zonas de la laguna veneciana. Como dice el titular, recorrí a pie unos 100 kilómetros en esos diez días e hice unas 1.000 fotografías. Todo ello, para intentar aportar algo nuevo y propio a una guía que tiene numerosas y muy buenas competidoras.

Como curiosidad, os podéis fijar que ese enero fue muy poco antes de que en el norte de Italia aparecieran los primeros casos de covid, la epidemia que nos asuela desde entonces. Y fueron los mismos días en los que el temporal Gloria azotaba las costas del Mediterráneo español, mientras que yo, en la ciudad italiana, apenas noté sus efectos, salvo un día especialmente lluvioso. Una jornada que aproveché para recorrer museos.

Diez días, cien kilómetros, mil fotos más tarde, ya en casa, en Barcelona, y aprovechando el confinamiento de la primavera de 2020, pude redactar el original de mi guía veneciana, que Ecos publicó en junio. Era mi visión de la ciudad, mis rutas por sus calli, campi, sestieri, las islas de la laguna e, incluso, Chioggia, la pequeña Venecia. Y toda la información posible, que luego, por razones editoriales, tuve que reducir: 272 páginas en la versión impresa y más de 300 en la versión digital, algo más extensa.

Eso sí: con la pandemia arrasando a toda la industria turística, pocos ejemplares de ‘Venecia 2020’ se vendieron. Así que, en 2021 decidí actualizar la parte de información práctica en una nueva edición, una ‘Venecia 2021’, cuya portada os dejo aquí arriba. Ya entonces, el pasado mes de junio, avisaba a mis lectores que llevaran consigo el pasaporte covid. Un documento que, como sabéis, se ha convertido en el requisito básico para viajar a cualquier país de nuestro entorno.