Cuando pensé en escribir el libro ‘Venecia de cine‘ tuve ciertas dudas sobre por dónde empezar a hacerlo. Si por la época del silente, con varias películas mudas ya rodadas en la ciudad de los canales, o por los inicios del sonoro. La lista de filmes era tan enorme, y mis editores me apretaban para no alargar en exceso el número de páginas, que decidí abrirlo a partir del final de la Segunda Guerra Mundial.
Y entonces apareció un nombre mítico: María Montez. A lo largo de su corta pero extensa carrera, intervino en 26 películas. Una de las últimas, ‘El ladrón de Venecia’ (1951). Pero antes de que os cuente cosas de este filme, os diré que esta estrella, a quien en su época apodaron Reina del Technicolor, nació en Dominicana y era de ascendencia canaria.
En Venecia pasan muchas cosas durante todo el año. Para quienes estéis pensando en viajar a la ciudad de los canales los próximos días, semanas o meses, la capital veneciana ya ha puesto en marcha su agenda de actos culturales, sociales y festivos para dar la bienvenida al visitante, de la mano del departamento de turismo municipal.
Algunos de los eventos anuales más importantes incluyen la Bienal de Arte y Arquitectura, el Festival Internacional de Cine, la fiesta del Redentor y la Regata Histórica, sin olvidar uno de los principales acontecimientos invernales: el Carnaval, que este 2022 se inicia el 12 de febrero y finalizará el 1 de marzo. Una fiesta que yo asocio, no me preguntéis por qué, a Giacomo Casanova y su retrato en películas.
Este domingo tuve la suerte de que llegara a mis manos un ejemplar de la mítica revista semanal L’Europeo, que en su segunda etapa se publicó como suplemento mensual del diario italiano Il Corriere della Sera. Fue un número especial dedicado a la Mostra di Venezia y su historia, publicado en septiembre de 2008. Sólo por su maravillosa portada, con una jovencísima Shirley MacLaine navegando por el Gran Canal y seguida por un montón de paparazzi, merece la pena.
La revista la tenía Rosa A., una joven que trabajó en su día en el Festival In-Edit (certamen internacional de cine documental musical) y que, en un viaje a Milán, en septiembre de 2008, se topó de bruces con esa portada en un quiosco. Se enamoró al instante y hasta este domingo la había tenido en el salón de su casa.
Este fin de semana se ha estrenado ‘Spider-Man: no way home’ (2021), que sigue la estela de ‘Far from home‘ (‘Lejos de casa’, 2019) y ‘Homecoming‘ (‘De vuelta a casa’, 2017), la primera, las tres dirigidas por Jon Watts. Hay montones dereseñas de esta última película del superhéroe de Marvel y también buenas críticas, así que no iré por ahí.
En un blog como este, dedicado al cine y a Venecia, no podía faltar una entrada dedicada a la estupenda aventura previa, cuando Peter Parker (Tom Holland) visitaba la ciudad de los canales durante un viaje de fin de estudios junto a sus compañeros de instituto y con MJ Jones (Zendaya) en el punto de mira romántico de la historia.
Pilar García Elegido es una premiada directora, productora y guionista madrileña, con varios cortometrajes, documentales y vídeos de creación a sus espaldas, así como asesora de cine en la Comunidad de Madrid. Pese a no conocerla personalmente, es de esas personas a las que sigo con interés a través de las redes sociales.
Sirva esta presentación para deciros que Pilar también es una amante de los viajes, con pequeños y muy cuidados vídeos, de destinos como La Habana, Malta, Cracovia, Johnaesburgo o Cádiz, entre otros. Y, naturalmente, Venecia. Se suma así a otros cineastas españoles que plasman en imágenes su admiración por la ciudad de los canales.
En efecto, Paula Ortiz, directora de ‘De tu ventana a la mía’ (2011) y de la premiada ‘La novia’ (2015), ha sido la tercera cineasta española filmando en Venecia, si bien lo suyo será seguramente una serie y no un largometraje: estuvo rodando una adaptación de ‘Across the river and into the trees (Al otro lado del río y entre los árboles)’, una de las últimas novelas de Ernest Hemingway, en el otoño de 2020.
Ortiz buscó las localizaciones para esta película a inicios de 2020, cuando la epidemia empezó a llegar al norte de Italia y eso la obligó a volver a casa. El rodaje se inició en octubre y el equipo, con el gran Javier Aguirresarobe como director de fotografía, estuvo lidiando con algunas paradas técnicas a causa de la pandemia.
Como decíamos en la entrada anterior, Álex de la Iglesia es el segundo cineasta español que ha rodado en Venecia: filmó ‘Veneciafrenia‘ en octubre de 2020, como primera entrega del sello ‘The Fear Collection‘, una serie de películas de terror impulsadas por el director vasco con su productora, Pokeepsie Films, apadrinado por Sony Pictures España y Amazon Studios. Eso le augura una buena distribución en cines y en la conocida plataforma digital de pago. En octubre de 2021 la estrenó en el Festival de Sitges.
Nada mejor para poner en marcha un nuevo blog dedicado a Venecia y el cine que abrirlo con el rodaje de dos directores españoles en la ciudad de los canales: Álex de la Iglesia y Paula Ortiz aprovecharon la ausencia de turistas durante los últimos meses de 2020, pese a las restricciones causadas por la pandemia, para filmar sendas películas. Una buena noticia que me permite recordar a Jordi Torrent, el pionero.
Querían ustedes un titular llamativo. Pues ahí lo tienen: yo, un veterano periodista cultural, antiguo crítico de cine y hasta director de un cortometraje (pecados de juventud), ya no voy (casi) a las salas. Venga, admito ese ‘casi’ delante de la ‘boutade’. Y supongo que esta provocación será ‘castigada’ por buena parte de mis amigos y colegas, que empezarán a tirarme de todo (de forma figurada, espero). Y para añadir más leña al fuego les confesaré que lo mío, ahora, ya no es ‘Cinema Paradiso’, sino el ‘streaming’: ver películas y series a través de una pantalla conectada a internet.
Permítame el lector recordar unas palabras de Álex de la Iglesia cuando era presidente de la Academia del Cine, en la gala de los Premios Goya de 2011: “Hace 25 años, quienes se dedicaban a nuestro oficio jamás hubieran imaginado que algo llamado internet revolucionaría el mercado del cine de esta forma y que el que se vieran o no nuestras películas no iba a ser sólo cuestión de llevar al público a las salas. Internet no es el futuro, como algunos creen. Internet es el presente”.
Y seguía así: “Internet es la manera de comunicarse, de compartir información, entretenimiento y cultura que utilizan cientos de millones de personas. Es parte de nuestras vidas y la nueva ventana que nos abre la mente al mundo… (Los usuarios de Internet) son nuestro público. Ese público que hemos perdido y que no va al cine, porque está delante de una pantalla de ordenador. (…) No tenemos miedo a internet, porque internet es, precisamente, la salvación de nuestro cine”.
El director vasco, que acaba de estrenar su primera serie para una gran plataforma, ’30 monedas’, en HBO, fue clarividente. Hace casi 10 años de esas palabras y lo que dijo ya es una realidad. Recordemos que el vídeo bajo demanda (VOD) de Netflix para ordenadores empezó en el año 2007 y que el servicio de ‘streaming’ de HBO data de 2010 (como cadena de cable nació en 1966). Y ese mismo 2010 resurgió la catalana Filmin en la forma que ahora la conocemos, con una tarifa plana, aplicaciones para tabletas y la difusión en ‘streaming’ en alta definición.
Vuelvo al titular inicial. Siento confesar que ahora apenas voy a una sala de cine, y no es por ganas, porque siguen siendo el mejor lugar para ver una película, sin ninguna duda. Y no sólo superproducciones de estreno, sino los clásicos en blanco y negro que exhibe la Filmoteca.
Una sala de cine sigue teniendo algo de comunitario y misterioso, y más cuando la gran pantalla blanca, antes, se descubría detrás de unas cortinas gigantescas, generalmente rojas, como solían serlo también las butacas y las alfombras rojas que poblaban pasillos y vestíbulos.
Hubo una época en que conocía y saludaba a casi todos los porteros de cine de Barcelona. Y ellos a todos los periodistas culturales que acudíamos a los pases de prensa matinales y, luego, a las proyecciones de tarde y noche. Eran otros tiempos.
En parte estoy de acuerdo con lo que decía el colega Toni Vall, hace unos días, con respecto a la iniciativa de algunas de las grandes ‘majors’ de estrenar sus películas en sus plataformas digitales: «No tengo ningún interés en ver películas sólo en mi casa, aunque la dinámica de las distribuidoras y las productoras va hacia aquí. Contenidos ‘on line’ para ser vistos en casa, inexorablemente (…) Me estoy sintiendo expulsado del cine. Y es una sensación terrible, muy dolorosa».
Yo tengo otras razones para quedarme en casa. Os las explico.
La primera, evidentemente, la pandemia. Los cines y teatros han hecho un gran esfuerzo para adecuarse a la situación sanitaria pero toda precaución es poca y, si uno es población de riesgo, prefiere abstenerse. Tengo muchos amigos que acuden cada día a las salas y ninguno de ellos ha pillado la enfermedad. Cuando he ido a ver una película me siento en silencio más seguro en una de sus butacas que en el súper de la esquina o el centro comercial más cercano.
Otra razón: me he vuelto comodón. Siempre había soñado con tener una pequeña sala de cine, como hacían los directores y actores de Hollywood en las películas. Algo sólo posible para ricachones con mucha pasta hasta hace poco. Eso ha cambiado con las nuevas y enormes pantallas de los televisores inteligentes, que convierten cada salón en una soñada sala de cine.
Unos meses antes de la pandemia decidí aprovechar una oferta y compré una tele de 55 pulgadas, que mi esposa vio muy por encima de las posibilidades del tamaño de mi sala de estar. Pero ahí está y ya no parece tan grande. Con mi colección de películas en DVD y Blu-ray, y con un trío de plataformas cuyo contenido no me lo acabaré nunca soy un poco más feliz.
Y una tercera razón: la económica. Una entrada de cine de estreno cuesta entre 4,9€ del día del espectador y los 9€ de un festivo, 6€ una matinal y 8€ un día laborable. Multipliquen ustedes por dos, si son una pareja, y añadan si van con niños. También hay un estupendo abono anual de la Filmoteca de Catalunya por 90€ (un talonario de 10 entradas sale por 20€).
Cualquier familia con niños que se apunte al Disney+ pagará 6,99€ al mes o 69,99€ al año. Yo mismo estoy suscrito a varias plataformas y comparto otras con familiares. La suscripción anual a Filmin, la única íntegramente española, es de 84€ al año (la mensual básica cuesta 7,99€), y luego se pueden ‘comprar’ estrenos por unos 4€, como hacen el resto de empresas de ‘streaming’ salvo Netflix, que lo hace sin coste adicional (su plan básico cuesta 7,99€). Evidentemente, con esta competencia, no hay color. La balanza familiar se decantará siempre hacia este lado.
¿Significa esto que nos encaminamos inexorablemente hacia la desaparición de las salas de cine? Espero que no. Hace unos años, cuando el mundo de la prensa escrita empezó a decaer frente a la naciente digital, muchos periodistas no queríamos creer que el papel pudiera desaparecer. Y vamos camino de ello, con algunas salvedades (diarios de fin de semana con sus suplementos; algunas revistas especializadas) por las que el lector aún está dispuesto a pagar un poco más.
Una cosa similar puede pasar con los cines, convertidos en refugio de cinéfilos militantes. Sobrevivirán un puñado de grandes salas para exhibir espectaculares ‘blockbusters’ y, también, si saben jugar sus cartas, pequeños locales donde se exhibirán producciones independientes (¿quizá bajando los precios de las entradas?). Un tipo de cine que está encontrando su refugio y mayor visibilidad en las plataformas digitales.
Quiero citar precisamente a Filmin, que no solo apoya y potencia nuestro cine, sino que ofrece películas y series europeas independientes de gran calidad, ha rescatado una maravillosa biblioteca de clásicos y, en estos tiempos difíciles de pandemia, ha exhibido ‘on-line’ los contenidos de numerosos festivales cuya programación presencial era imposible desarrollar. Esta solución provisional no significa que los muchos certámenes que existen vayan a desaparecer, pero son fórmulas que en un futuro quizá deberán coexistir.
Nota: originalmente, publiqué este artículo en la web de Nosolocine. También hablamos del tema con Jose López en su programa de radio Nosolocine en las ondas (hacia el minuto 15).
Estos días, Venecia vuelve a ser noticia a causa de las graves inundaciones que están provocando las ‘acqua alta’. El mal tiempo ha dado lugar a unas condiciones meteorológicas propicias para la llegada de estas mareas altas extraordinarias, que suelen darse con frecuencia en la laguna veneciana, afectando sobre todo a la famosa ciudad y a Chioggia. Curiosamente, entre las muchas películas rodadas en Venecia, hay muy pocas que reflejen este fenómeno.
Ninguno de los grandes títulos filmados en la ciudad de los canales, como ‘Locuras de verano’ (1955), ‘Anónimo veneciano’ (1970), ‘Muerte en Venecia’ (1971), ‘Amenaza en la sombra’ (1973), ‘Moonraker’ (1979), ‘El placer de los extraños’ (1990), ‘Todos dicen I love you’ (1996) o ‘The tourist’ (2010), reflejan el ‘acqua alta’.
Que yo recuerde, solo una pequeña y encantadora película ha sabido ofrecer (en algunas pocas escenas) una mirada melancólica, romántica y dramática del ‘acqua alta’: ‘Io sono Li’ (2011), de Andrea Segre, también traducida como ‘Shun Li y el poeta’ y ‘La pequeña Venecia‘, nombre que suele darse precisamente a Chioggia, una encantadora localidad situada a unos 50 kilómetros de Venecia, en el extremo sur de la laguna.
Si podéis, encontrad este filme, protagonizado por la actriz china Tao Zhao y el actor croata Rade Serbedzija. Narra la relación que se establece entre ella, una inmigrante irregular, que trabaja como camarera en un bar de esa población, y un pescador eslavo (apodado el Poeta), que intenta ayudarla ante la incompresión de los lugareños y la sospecha de los jefes de la chica.
También os invitaría a ir a Chioggia y a otras islas menores. A menudo nos olvidamos de que, además de Venecia, hay otros lugares en la laguna veneciana que merecen nuestra visita.
Para llegar a Chioggia –si se dispone de tiempo– escoja al menos una vez la opción marítima: tomar el vaporetto desde la parada de San Zaccaria y llegar hasta el Lido; coger el autobús hasta el extremo sur de esta isla; pasar con el trasbordador hasta Pellestrina; recorrer en autobús esta larga y estrecha isla, y finalmente, tomar un último ferry hasta Chioggia. Una vez visitada esta localidad, quizá sea mejor, eso sí, regresar a Venecia en autobús, que le dejará en la plaza de Roma.
Este mismo viernes, por ejemplo, el actor y director italiano Stefano Accorsi aprovechaba la situación para rodar en la plaza de San Marcos unas escenas de la película que protagoniza la actriz Valeria Golino, pero parece que este tipo de imágenes no es algo que le guste al Ayuntamiento de la ciudad. Quizá tenga que incluirla en la próxima revisión de mi libro ‘Venecia de cine’. Nota: originalmente publiqué este artículo en Nosolocine.net
Aquí tenéis mis diez películas imprescindibles que deberíais ver antes de visitar Venecia o después de haberlo hecho, si antes no tuvisteis tiempo.
Recordad que todas las anécdotas y lugares los podéis encontrar en mi libro ‘Venecia de cine‘.
1. ‘Senso‘ (1954), el melodrama de Lucino Visconti, con Alida Valli y Farley Granger.
2. ‘Locuras de verano‘ (1955), la comedia romántica de David Lean, con Katharine Hepburn y Rossano Brazzi.
3. ‘Anónimo veneciano‘ (1970), el drama romántico de Enrico Maria Salerno, con Tony Musante y Florinda Bolkan.
4. ‘Muerte en Venecia‘ (1971), el drama homosexual de Lucino Visconti, con Dirk Bogarde.
5. ‘Amenaza en la sombra‘ (1973), el terror psicológico de Nicolas Roeg, con Donald Sutherland y Julie Christie.
6. ‘Moonraker‘ (1979), las aventuras de James Bond en góndola, de Lewis Gilbert, con Roger Moore y Lois Chiles (o ‘Casino Royale‘, si prefieren otro 007)
7. ‘El placer de los extraños‘ (1990), el drama psicológico de Paul Schrader, con Rupert Everett y Natasha Richardson.
8. ‘Todos dicen I love you‘ (1996), el humor del tímido de Woody Allen en pos de la bella Julia Roberts, corriendo por la ciudad.
9. ‘Pan y tulipanes‘ (1999), la magia cotidiana de Silvio Soldini, con la maravillosa Licia Maglieta y el ajustado Bruno Ganz.
10. ‘The tourist‘ (2010), de Florian Henckel von Donnersmarck, la última de las grandes superproducciones rodada casi íntegramente en la ciudad italiana, con Johnny Depp y Angelina Jolie paseando por sus canales.
El martes 24 acudí a una mesa redonda sobre ‘Las fronteras del documental‘, en la sede de la Filmoteca de Catalunya. Los ponentes eran muy interesantes: Mercedes Álvarez, Neus Ballús, Carles Bosch y Albert Solé, con Jordi Balló como moderador. Este último es el impulsor del Máster en Documental de Creación de la Universitat Pompeu Fabra.
El coloquio se enmarcaba en unas jornadas que la Filmoteca catalana dedica a Joaquim Jordà, fallecido hace 10 años.
En el debate se vio pronto la existencia de dos corrientes básicas: una, procedente de una base periodística, a la que pertenecen tanto Bosch como Solé, y otra, más experimental, más cercana a la realidad ficcionada o ficción con base documental, defendida por Álvarez y Ballús.
Sus propios trabajos evidencian esas diferencias: mientras el primero procede del reporterismo televisivo y es el autor de la excelente ‘Balseros‘, candidata al Goya y al Oscar, y el segundo recuperó la figura del gran Jordi Solé Tura, su padre, en ‘Bucarest, la memoria perdida‘, que ganó el Goya y el Gaudí, en el 2009; Ballús ganó el Gaudí con ‘La plaga‘, y Álvarez, varios premios con ‘El cielo gira‘.
Los cuatro invitados se mostraron totalmente diferentes entre sí. Así, Solé incidía, y mucho en que escribe, produce y rueda con la idea del público en la cabeza.
A su vez, Ballús apostaba por el atrevimiento formal y explicó cómo su filme, ‘La plaga’, fue mejor aceptado como ficción en numerosos festivales normales que en certámenes específicamente dedicados al documental.
Bosch se mostró ligeramente ofendido por el hecho de que sus documentales no entren en la categoría de «creación» para Balló y la UPF: «Nosotros nos hemos partido el coco en ser creativos. Puedo seguir siendo periodista y creativo», afirmó. E incidió en la falta de libertad actual: «Éramos mas libres en 1984, cuando hacíamos el 30 minuts en TV-3, que ahora».
Balló se defendió alabando la ruptura creativa que supuso, por ejemplo, el reportaje en primera persona que Carles Bosch realizó en Checoslovaquia, justo durante la caída del Muro de Berlín.
Mercedes Alvarez quiso alejar el documental-reportaje del de creación: «Una cosa es la información y otra el cine; este aporta otra concepción, transmite emociones; hay una secuenciación. Los cambios, en el cine, provienen desde el lado artesanal, de la experimentación», afirmó. «Es la necesidad de libertad de discurso, de estar en la frontera, de romper con la forma».
Es domingo y me he decidido a aportar una pequeña cantidad en calidad de micromecenas de ‘Metamorphosis‘, que ya ha sido seleccionado para participar en el Festival de Cine de Málaga y en el Docs Barcelona.
Diréis que para qué quieren la pasta. Muy fácil: «Aunque está prácticamente acabada, si esta película no llega a la gente, el trabajo hecho será en balde». Nuestras aportaciones son para hacerlo posible.
De hecho, cada día hay más películas americanas que pasan por las salas y copan las proyecciones. Ver otro tipo de cine es posible, si logra nuestro apoyo.
El documental ‘Metamorphosis’ está dirigido por Manuel Pérez, el realizador de la interesante película ‘Frontera‘ (podéis ver la ficha en Filmaffinity, por ejemplo), y retrata la construcción de la candidatura ciudadana de Barcelona en Comú desde abajo, a través de Laia, una de las personas que se integraron en la candidatura barcelonesa.
En ese sentido, se aleja del retrato de Ada Colau Ballano, que es la protagonista de otro documental, para ser un retrato de la gente que empuja desde abajo. Eso es lo que más me ha interesado a la hora de aportar unos euros al #crowdfunding del equipo, en cuya producción aparece Mikel Mas, que ya había estado en la citada ‘Frontera’, y mi hijo, Aritz Cirbián.
Los tres son los productores de la película, o sea, los que arriesgan su dinero, aunque los mecenas les echemos una mano.
Yo lo he hecho de forma humilde. Quien pueda y quiera más, aquí tenéis el enlace de Verkami para clicar, leer y quizá aportar.
Anexo del día 17
Por los pelos, pero el equipo de ‘Metamorphosis’ lo ha logrado en las últimas horas de crowdfunding: 12.850€ logrados sobre los 12.000€ necesarios para hacer más visible este documental.
Enhorabuena.
Quizá recordaréis que Indiana Jones y su amigo Marcus toman un avión hacia Venecia en busca del padre de nuestro héroe, Henry Jones. Ambos toman un vaporetto del que desembarcan junto a la Basílica de Santa Maria della Salute y allí se encuentran con la doctora Elsa Schneider.
Los tres se adentran en el barrio de Dorsoduro y caminan por la Fondamenta Gherardini, cruzan el Ponte dei Pugni y continúan por la otra parte del mismo muelle hasta llegar al Campo San Barnaba.
Elsa Schneider quiere enseñarles a Indiana y a Marcus la biblioteca donde Henry desapareció mientras buscaba pistas del Santo Grial en la sección de mapas de la ciudad. La imponente fachada de la iglesia de San Barnaba, con la torre de ladrillo detrás de esa biblioteca de ficción.
En efecto, San Barnaba ya no es una iglesia, sino que ejerce la función de sala de exposiciones, con una muestra permanente dedicada a las máquinas de Leonardo da Vinci.
Tras una serie de peripecias en su interior (tumbas, fuego, agua y ratas), Elsa e Indiana logran escapar a través de una alcantarilla, que abren en medio de las mesas de un café de la plaza y salen corriendo, perseguidos por los defensores de la Hermandad de la Espada Cruciforme.
Digamos que el Campo San Barnaba también ha sido el escenario de otras muchas películas, en especial de Locuras de verano, de la que hay también otro capítulo en el libro y que podéis hojear íntegramente y comprarlo, si os apetece, en la web de la editorial Ecos. También lo tenéis en Amazon, El Corte Inglés, La Casa del Libro, Fnac, Apple y Google Play.
Elsa e Indy aparecen junto a la Calle de Santa Lucia y los muelles industriales de Venecia, deonde se inician las escenas de una persecución en lanchas por unos canales. Ah… pero el viajero no encontrará esta localización: la verdadera calle de Santa Lucia desemboca en el Rio Terà Lista di Spagna y la Ferrovia. En cambio, en la ficción de Indiana Jones y la última cruzada, esa escena fue rodada en los citados estudios Elstree, días antes, en Inglaterra.
Después de la pelea entre Indy y Kazim, con la gran hélice de un barco detrás de ambos destrozando una de las barcas, la otra motora vuelve hacia el centro tras pasar frente a algunas localizaciones venecianas reales, como el Canal Lavraneri, un lugar situado en la parte trasera Sacca Fisola, una zona tan alejadas que prácticamente no la pisan nunca los turistas. Una vez en el canal de la Giudecca, la barca se desliza frente al hotel Hilton Molino Stucky Venice, que ocupa el imponente edificio de una antigua firma harinera.
La escena finaliza en el Gran Canal, a la altura del Puente de la Accademia. Detrás de los dos hombres, que hablan del Grial, van desfilando lentamente las fachadas de algunos de los palacios de ambos lados, como el Palazzo Venier dei Leoni, que alberga la Colección Peggy Gugenheim, y la bonita fachada del Palazzo Barbarigo. Finalmente, Indy deja desembarcar a Kazim en el muelle del Palazzo Barbaro, donde le explica que su padre está retenido por los nazis en un castillo fronterizo entre Austria y Alemania.
La mejor forma de admirar esos palacetes al borde del Gran Canal es, lógicamente, en una embarcación: la más barata, el vaporetto. También se puede acceder a los muelles más cercanos para observar los edificios desde la orilla contraria. Por ejemplo, el más cercano al último lugar es el Ponte dell’Accademia, mientras que la mejor perspectiva del Guggenheim puede ser desde justo enfrente, en la Fondamente del Traghetto de San Maurizio, muelle al que se puede llegar a través de la Calle Dose da Ponte, no muy lejos de la Piazza San Marco.
Es lunes y faltan pocas horas para que se den a conocer las nominaciones a los premios Goya de este año, entregables dentro de un par de meses.
Gente a la que quiero ha depositado buena parte de su esfuerzo e ilusiones en ello.
Mientras esperamos, escucho la canción de Luis Eduardo Aute, esa Cine, cine, cuya letra os dejo aquí abajo y cuyos enlaces os llevarán a informaciones que marcaron mis inicios de cinéfilo.
Recuerdo bien aquellos cuatrocientos golpes de Truffaut y el travelling con el pequeño desertor, Antoine Doinel, playa a través, buscando un mar que parecía más un paredón.
Y el happy-end que la censura travestida en voz en off sobrepusiera al pesimismo del autor, nos hizo ver que un mundo cruel se salva con una homilía fuera del guion.
Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son.
Al fin llegó el día tan temido más allá del mar, previsto por los grises de Henri Decae; cuánta razón
tuvo el censor, Antoine Doinel murió en su domicilio conyugal.
Pido perdón por confundir el cine con la realidad, no es fácil olvidar Cahiers du cinéma, Le Mac Mahon, eso pasó, son olas viejas con resacas de la nouvelle vague.
Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son.
Cada vez admiro más a la gente que hace cine, que es capaz de hipotecarse para llevar adelante sus sueños de celuloide (o de lo que sea en que ruedan ahora) y transitar el largo, larguísimo camino que va desde el guión hasta el estreno.
Y la lucha por mantenerse en cartel, en pugna con los ‘blockbusters’ de Hollywood que nos inundan y cuyo presupuesto de publicidad es mayor que el de la producción de una pequeña película independiente.
Y luego, ese perseguir la inclusión en un festival, una nominación a los premios de la Academia del Cine que te dé un empujito más.
No dejéis, amigos, de apoyar nuestro cine. Su esfuerzo precisa de nuestra constancia.
A raíz de la publicación de mi libro ‘Venecia de cine’, los colegas de Viajes National Geographic me pidieron un reportaje sobre la capital del Véneto, que publicaron en el número de noviembre de la revista.
Ahora la acaban de colgar en su web en abierto, donde la podéis consultar y disfrutar de las maravillosas imágenes de la ciudad de los canales que acompañan a mi texto y que lo hacen más atractivo. No saben cómo se lo agradezco.
Con su permiso, os dejo aquí también el texto íntegro, pero con alguna de mis propias fotos, para no restarles protagonismo.
Venecia, un paseo de cine
Escapada de fin de semana a la bella ciudad italiana de los canales
Decía Thomas Mann, autor de ‘Muerte en Venecia’, que a la ciudad de los canales hay que llegar por mar, que hacerlo de otra forma es como entrar por la puerta trasera de una casa. Ya no hay barcos de vapor como desde el que Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde, en el cine) descubre la ciudad entre la bruma. Existe, sin embargo, una forma más sencilla para hacer realidad los deseos del escritor: al salir del aeropuerto Marco Polo, es cuestión de abordar el Alilaguna, el ferry que cruza la laguna y permite vislumbrar el perfil de Venecia con los campanarios recortados en el horizonte.
Venecia es una de las ciudades más literarias del mundo, pero también una de las más cinéfilas. Por eso, si no se hace caso a Thomas Mann, se puede optar por el glamur de Hollywood y llegar en tren, como Katharine Hepburn en ‘Locuras de verano’, la película que David Lean dirigió hace justo 60 años y que puso de moda la ciudad como destino romántico.
Tanto si el viajero ya ha visitado otras veces Venecia como si no ha estado nunca, que no dude en imitar a aquella gran actriz: subir a un vaporetto de la línea 1 en la Ferrovia en dirección a San Marcos y, si puede, tomar asiento en la parte delantera de la barcaza, porque disfrutará del placer de deslizarse por la Historia, así en mayúsculas. Estamos en el Gran Canal, la principal arteria de la ciudad, que dibuja un enorme 2 (o una gran S invertida) a lo largo de casi cuatro kilómetros. A este espejo se asoman alrededor de medio centenar de palacios que enseñan sus mejores galas sobre fachadas góticas, barrocas, renacentistas y neoclásicas.
Durante el largo trayecto, el inconfundible autobús acuático pasa bajo tres de los cuatro grandes puentes que unen las dos orillas del canal: el de los Descalzos, el de Rialto y el de la Academia. El cuarto, el de la Constitución, el más moderno y polémico, fue construido por el arquitecto español Santiago Calatrava y enlaza la Piazzale Roma y la estación de tren.
Rialto es el puente más bonito y conocido de todos, y también uno de los ejes de la vida comercial veneciana. Punto de encuentro, de negocios y conspiraciones, es el lugar donde Al Pacino, en su papel del judío Shylock, recibe el escupitajo de Jeremy Irons, el aristocrático Antonio de ‘El mercader de Venecia’ (2004), en la última adaptación para el cine de la obra de Shakespeare. Rodada en pleno invierno por Michael Radford, los especialistas que eran arrojados desde el puente vestían trajes de neopreno bajo los ropajes medievales para aguantar las heladas aguas del Gran Canal.
El mercado de Rialto es una parada obligada. A primera hora de la mañana, los venecianos acuden a comprar pescado y marisco de la laguna, hortalizas de la isla de Sant’Erasmo y setas del Friuli. Las callejas situadas entre el puente y la Fondamenta Riva Olio, en especial el Campo de la Pescaria, acogen las multicolores paradas. El edificio de ladrillo visto y toldos rojos que alberga los puestos de pescado está coronado por una terracita desde la que Johnny Depp se lanza sobre los toldos de los puestos de fruta y verdura para huir de los matones que le persiguen en ‘The tourist’ (2010).
Depp y Angelina Jolie también llegaban en tren a Venecia, pero tras salir por la puerta de la estación de Santa Lucía, abordaban un taxi-motora que los dejaba junto al Danieli, el lujoso hotel situado a pocos metros de la plaza de San Marcos donde suelen alojarse todo tipo de celebridades. Dickens, Balzac, Proust y Wagner durmieron en sus habitaciones y, dicen, que aquí la escritora francesa George Sand vivió sus amores con Alfred de Musset. En todo caso, su espectacular vestíbulo y su restaurante, situado en la terraza y con una panorámica magnífica, merecen una visita.
Cuando el vaporetto llega a la altura de este hotel, tras sobrepasar la dársena del Palacio Ducal, descendemos de la barcaza. Al otro lado de la Piazzeta, después de pasar entre las columnas del León y San Teodoro, nos plantamos en la famosa plaza de San Marcos para admirar la Torre del Reloj y sus autómatas, la fachada bizantina de la Basílica y la Porta della Carta, la entrada principal del Palacio Ducal.
En los días de invierno este conjunto tiene un encanto especial gracias al fenómeno del acqua alta (de mediados de otoño hasta la primavera), cuando las aguas de la laguna inundan de forma pacífica pero inexorable las partes bajas de la ciudad. A primera hora de la mañana, la anegada plaza de San Marcos parece un espejo que refleja las arcadas de las Procuradurías, con las sillas y mesas de los cafés y las palomas revoloteando bajo el Campanile.
Después de haber dedicado todo un día a la Venecia esencial (Rialto, Gran Canal y plaza San Marcos), nos lanzamos a descubrir la otra Venecia, la de las placitas con iglesias y los palacios medio escondidos y asomados a canales angostos. El ‘sestiere’ del Castello, quizá el barrio de sabor más auténtico, se halla un par de paradas de vaporetto más adelante de la Piazzetta.
Cruzando el puente que une la Riva Cà di Dio con la Riva San Biagio, se llega frente a la bella entrada del Arsenal, el cuartel donde la actriz italiana Alida Valli buscaba a su amante Farley Granger en ‘Senso’ (1955), la primera película de Luchino Visconti ambientada en la ciudad, varios años antes de su ‘Muerte en Venecia’ (1972).
Para adentrarnos en el barrio hay que atravesar el puente de la Cadene y seguir la Via Giuseppe Garibaldi, flanqueada por comercios y tabernas tradicionales. Igual que Corto Maltés en la ‘Fábula Veneciana’ dibujada por Hugo Pratt en 1977, seguimos por la Fondamenta Santa Anna y cruzamos el largo puente de madera de Quintavalle para admirar la bonita y poco conocida Basílica de San Pietro di Castello.
El segundo día en Venecia recomiendo empezar frente a la Basílica de Santa Maria della Salute, a la entrada del Gran Canal. A finales de noviembre, precisamente durante la fiesta dedicada a la Virgen de la Salud, se instala un puente provisional para permitir un acceso más directo a la iglesia, dado que el de la Accademia queda algo lejos.
Justo al lado, la Punta della Dogana di Mare regala una increíble vista de la salida del Gran Canal, con la torre del Campanile y el Palacio Ducal emergiendo a la izquierda, y la Basílica de San Giorgio Maggiore al otro lado del amplio canal que separa Venecia de la isla de la Giudecca. Durante la Bienal de Arte –de mayo a finales de noviembre–, algún año en la Punta se han instalado obras, como la escultura del niño que coge una rana de Charles Ray, en 2013.
El museo que alberga la Colección Peggy Guggenheim, imprescindible para los amantes del arte moderno, está a pocos pasos de ahí. En su terraza, Woody Allen filmó escenas de ‘Todos dicen I love you’ (1996). Enamorado de la ciudad, el famoso director neoyorquino se casó en el Palazzo Cavalli, un edificio próximo a Rialto donde se celebran las bodas civiles de la ciudad.
Paseando cerca del Gran Canal por el mismo barrio de Dorsoduro, llegaremos al Campo de San Vio. Esta amplia plaza sirvió como decorado de la terraza de la ficticia Pensione Fiorini, donde se alojaba Katharine Hepburn en ‘Locuras de verano’; un poquito más adelante, en el Campo de San Barnaba, la actriz se caía a las aguas del canal mientras hacía una fotografía.
En esta misma plaza, en la película ‘Indiana Jones y la última cruzada’, Harrison Ford penetraba en la iglesia de San Barnaba en busca de pistas para localizar a su padre (Sean Connery) desaparecido. Unos minutos después salía a través de una alcantarilla situada en medio de la plaza ante la atónita mirada de los turistas. El templo, erigido hacia el siglo VIII, reconstruido en el XVIII y hoy desconsagrado, acoge una exposición permanente de Leonardo da Vinci.
Los callejones que desembocan en el Gran Canal conducen hasta uno de los palacios venecianos más bonitos, Ca’ Rezzonico, que alberga un museo de arte del siglo XVIII. En la orilla opuesta se alza el edificio de mármol blanco del palacio Grassi, el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad, que ocupa una parte del Campo San Samuele. Un tercer palacio imprescindible se halla en esta misma plaza: el de Malipiero, en cuyas salas Giacomo Casanova sedujo a decenas de damas.
De nuevo rumbo a Rialto, cruzamos plazas tan encantadoras como Santa Margherita, San Pantalon y San Tomà hasta salir al Campo San Polo. Este es el corazón del barrio donde vive el comisario Guido Brunetti, el personaje creado por la estadounidense Donna Leon, que reside en Venecia desde hace décadas. Cada mañana el policía sale de su casa y se dirige hasta el puente de Rialto, su lugar preferido para hacer un alto al mediodía y tomarse una copita de vino blanco acompañada de una tapa en algún bar o restaurante de la zona.
Pero Brunetti suele tomar el café al otro lado del puente de Rialto, en el Campo San Bartolomio. Su creadora vive por esa zona, en las cercanías del animado Campo Santa Maria Formosa, no muy lejos del conjunto arquitectónico de la Basílica dei Santi Giovanni e Paolo y la Scuola Grande di San Marco, que alberga el hospital de la ciudad.
Corto Maltés, otro personaje de ficción célebre, también está presente en esta zona. En la calle del Rio Terà dei Birri se encuentra la Casa de Corto Maltese, el museo dedicado al personaje de cómic creado por el dibujante italiano Hugo Pratt.
Estamos a pocas travesías del bonito barrio de Cannaregio, fragmentado por tres canales paralelos y lleno de rincones sugerentes. La plaza del Ghetto judío, la Fondamenta della Misericordia y el Campo de l’Abazia son mis preferidos, aunque muchos venecianos sugerirían seguir la calle de la Corte Vecchia hasta la iglesia de la Madonna dell’Orto, que aparece bellamente retratada en la película ‘Retorno a Brideshead’ (2008), basada en la novela de Evelyn Waugh de 1945. Un final de película para este paseo por la Venecia más literaria y cinematográfica.
Esta noche, aprovechando que Spectre ya está en los cines, Antena 3 emite Casino Royale, la primera película con Daniel Craig como James Bond… y la última vez que 007 se paseó por Venecia.
En mi libro Venecia de cine hablo de los escenarios reales de la ciudad donde se rodó este filme. Os explicaré algunos lugares que podréis reconocer viendo las aventuras del personaje.
Para empezar, Bond, para no ser menos, entra a lo grande en la ciudad: ¡en velero! Su novia, Vesper, maneja el timón del barco, el Spirit, y deja Murano a estribor para encarar la Fondamenta Nuove por babor. El barco se desliza desde el puente de los Scalzi hacia el de puente de Rialto, en paralelo al Mercado, donde Vesper entrevé al malo de la película y prosigue en dirección al puente de la Academia a través del Gran Canal.
Inciso: ningún velero puede pasar por debajo de ningún puente veneciano, a no ser que corte, doble o abata el mástil…
Hagamos un corte, para no desvelar demasiado la trama.
Bond ha de perseguir a su chica desde el hotel donde estaban alojados hacia San Marcos. Por cierto: la de problemas que tuvieron para rodar esta escena, en pleno verano y con cientos de turistas en la famosa plaza.
007 mira a un lado y a otro de los soportales de la plaza y la cruza corriendo en busca de una sucursal bancaria: el Basel Bank.En realidad, es la Banca Commerciale Italiana, situada en la esquina noreste de la plaza y con un típico cajero automático en su interior.
Pero la chica se aleja con un maletín en la mano a través del Sotoportego del Cavalletto, subiendo las escaleras del puente homónimo. Nada ha cambiado en ese callejón, incluido un hotel de la cadena Best Western cuyo cartel anunciador puede verse perfectamente en la película.
Vesper se aleja de la zona, atraviesa el Sotoportego de le Colonne y el puente anexo y llega a las puertas de un vestusto palazzo, donde se desarrolla la escena culminante de la película, que ya no os explicaré.
Sólo os diré que el exterior del edificio tiene un parecido más que razonable con la fachada del Palazzo Pisani, sede del Conservatorio Estatal de Música Benedetto Marcello, levantado en 1876 en honor de ese compositor veneciano, contemporáneo de Antonio Vivaldi.
Si leer más cosas de esta y las 36 películas que integran el libro, podéis pasaros por la editorial Ecos o Amazon, y con sólo un clic bajará a vuestra tableta o smartphone.
Estas imágenes las tomamos hace justo un año, cuando estaba preparando el libro ‘Venecia de cine‘.
Muestran ese fenómeno tan molesto para los venecianos y los turistas que son las mareas altas extraordinarias.
En cambio, a mí me gustan…
En una de las películas del libro, la encantadora y triste a un tiempo La pequeña Venecia (Shun Li y el poeta), aparece claramente el fenómeno, que ahora os explico.
Las acqua alta son las mareas altas extraordinarias que afectan a Venecia, Chioggia y otras zonas de la laguna en algunas épocas del año, entre mediados de otoño y el inicio de la primavera.
Se considera acqua alta cuando la marea supera los 90 centímetros por encima del nivel normal. Pocas veces pasa de 120 centímetros, pero cuando ocurre provoca daños gravísimos. Con 135 centímetros, como en el 2004, se inunda el 80% de la capital.
Las autoridades avisan de la llegada del acqua alta al despuntar el alba mediante una alarma, una sirena que avisa de la crecida. Efectúan cierto número de toques en función de la altura prevista para la marea alta (100, 110, 120 centímetros y superiores).
Como solución tradicionalestán unas pasarelas de madera que permiten circular por encima del agua en las zonas inundadas. Los venecianos salen de sus casas con las botas de agua puestas y los turistas suelen optar por bolsas de plástico sobre los zapatos. Rara vez salen indemnes.
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