Es una de las actrices más respetadas de la profesión y, al mismo tiempo, menos conocida por el gran público, quizá porque no se ha prodigado en la tele o el cine. Ha pisado muchos escenarios, ha sido profesora del Institut del Teatre durante tres décadas, es productora y acaba de meterse en la piel del judío Shylock en ‘El mercader de Venecia’.
Ahora que podría estar jubilada, Mercè Managuerra ha iniciado la arriesgada aventura de abrir y dirigir un nuevo teatro, el Dau al Sec, donde acoge a compañías jóvenes con ambición y rigor. Es la primera actriz que ha sido capaz de interpretar a Shylock en una reciente versión para cuatro actores de ‘El mercader de Venecia’ y, por ello, recibió el 45º Premio de Teatro Memorial Margarida Xirgu, el galardón de teatro más antiguo de España. Quien esto escribe la dirigió en el cortometraje ‘Quizá no sea demasiado tarde’ hace más de 30 años. Entonces, como ahora, que me recibe en su propia casa, fue muy generosa: “Si lo podía hacer, no tenía un ‘no’ para casi nada”, asegura humilde en esta entrevista, que publiqué originalmente en el diario Catalunya Plural. .
-Como quizá algunos de nuestros lectores no la conozcan, explique cómo llegó usted a ser actriz.
-Siempre me gustó mucho el teatro,
desde muy jovencita. Y la literatura catalana. Mi padre me leía
poemas de Josep Carné, Joan Maragall, Joan Salvat-Papasseit.
Después, estudié Románicas en la Central [Universitat de
Barcelona], porque quería conocer también la literatura castellana.
Acabé la carrera en 1975, justo el año de la muerte de Franco.
También frecuentaba a los Tarot de Quinze, un grupo de jóvenes
poetas, como Vicenç Altaió y Jaume Creus. Un día, por casualidad,
me encontré a Rosa Novell y a Isona Passola, que había hecho teatro
aficionado conmigo, y me dijeron que les faltaba un actriz en la obra
‘Las troyanas’, que iban a representar en la Universitat Catalana
d’Estiu de Prada de Conflent. Y así empecé.
-Buen inicio…
-Sí, porque por allí estaban Joan
Lluís Bozzo, Anna Rosa Cisquella y gente así. Poco después, Fabià
Puigserver nos dijo si queríamos ir con su grupo a hacer ‘Terra
Baixa’, de Ángel Guimerà, y más tarde el ‘Quiriquibú’, de Joan
Brossa. Era antes del Teatre Lliure, donde yo no estuve. En cambio,
fui al Romea, a la tele…
-¿Estudió para actriz en algún sitio?
-Sí, fui al Institut del Teatre a
estudiar mimo y pantomima. Quería aprender a trabajar primero el
cuerpo y, luego, la voz. Solicité una beca Fulbright y pude ir a
estudiar interpretación a EEUU, durante dos años, con la famosa Uta
Hagen, que era muy buena maestra.
-Creo recordar que el regreso no le fue fácil.
-Es que yo tenía 35 años cuando me
fui y volví con 37. No había muchos papeles para mi edad: aún era
joven para hacer de madre y ya era algo mayor para hacer de
jovencita. Se me complicó la cosa y se me cortó la carrera. Quizá
daba un poco de miedo que hubiera estado en EEUU y que tal vez
pidiera más dinero o fuera a preguntar demasiado.
-Pero usted había hecho bastante televisión.
-Sí, sobre todo obras de teatro para
el circuito catalán de TVE. Y hasta había producido y dirigido la
serie de TV3 ‘En escena: 100 anys de teatre català’. Tuvo 16
capítulos y, en origen, era diferente. Tomaba obras conocidas del
teatro universal y director y actores hablaban sobre ellas y las
ensayaban. Al final, cosas de TV3, tuve que centrarme solo en autores
catalanes.
-¿Volvió a la tele?
-No como actriz. Estuve como directora
de actores en ‘La granja’, la telenovela de Joaquim Maria Puyal que
antecedía a ‘La vida en un xip’. Hice papeles de reparto en un par
de películas (‘El amor es extraño y ‘Una sombra en el jardín) y en
tu corto (‘Quizá no sea demasiado tarde’).
-Entonces, ¿dejó de actuar?
-Fue cuando me propusieron entrar a dar
clase en el Institut del Teatre. Yo venía de una didáctica, de una
formación pedagógica estructurada. La de Uta Hagen, la de Lee
Strasberg, con quien había estudiado en París. Y Jordi Coca, el
director del centro, me llamó para dar asignaturas como Técnicas de
Improvisación, Técnicas de Interpretación, Talleres,
Interpretación delante de la Cámara… He estado 30 años de
profesora.
-¿Es ese contacto con jóvenes actores lo que le ha llevado a comprar un teatro para ellos?
-Sí, para ellos, y para compañías
que quieran investigar y hacer un teatro social y artesanal. Mi
primer intento fue en el Teatre Akadèmia. Nuestro ‘star system’
tiene una forma de hacer entrar a los jóvenes actores en el mundo
profesional, que era y es TV3. Cuando alguno empieza a despuntar en
las telenovelas de la tarde, pronto salta al Teatre Nacional o al
Lliure. Son caras que la gente conoce y ponerles en un reparto te
asegura un poquito más de éxito. Eso lo hemos notado también
nosotros.
-¿En qué forma?
-Bueno… Los chicos de ‘Quëstió
d’honor’ [una obra del alemán Lutz Hübner, dirigida por Carla
Torres Danés e interpretada por, entre otros, Candela Antón, una de
las jóvenes actrices de la serie ‘Merlí’], que han estado en el Dau
al Sec, han hecho cuatro veces más taquilla que nosotros, los
adultos que hacíamos ‘El mercader de Venecia’ en el Versus Glòries.
-Usted es, creo, la primera actriz que interpreta al judío de ‘El mercader de Venecia’. ¿Cómo se le ocurrió?
-Fue Konrad Zchiedrich, el director de
la obra, quien apostó por mí. Había trabajado con él en, al
menos, seis montajes a lo largo de 30 años. Me quería rescatar del
realismo psicológico que yo había estudiado en EEUU. No le gustaba
Uta Hagen. En EEUU no tienen teatro clásico y educan para hacer
papeles muy situacionales. En Europa, en cambio, la realidad es
diferente, hay teatro clásico y películas de autor. Konrad decía
que allí siempre están con el ‘sentimentito’ en un mundo pequeño
que no representa la realidad humana.
-¿Cuando le conoció?
-Cuando me convertí en productora.
Hubo una época en que, como nadie me llamaba ni contrataba, empecé
a producir e interpretar aquellas obras que me gustaban, con
directores que a mí me interesaban. Le conocí gracias al actor
Jaume Valls. Ambos habíamos estado en Nueva York estudiando con Uta.
Yo había hecho ‘El camí de la Meca’, que tuvo mucho éxito, y
después nos pusimos a buscar una obra con la idea estúpida de que
pudiera gustar al público y por primera vez en mi vida produje una
obra así, que fue ‘Anuncis classificats’, una comedia simpática de
bulevar. Y Konrad la dirigió. Al cabo de varias colaboraciones
juntos, cuando surgió la idea del ‘Mercader’, me insistió para que
hiciera el Shylock. Siguió con nosotros hasta que estuvo muy enfermo
(falleció en agosto) y seguimos solos, con la ayuda de Mingo Ràfols.
-¿Y cómo afrontó el personaje?
-Bueno, hay actores que tienen la
habilidad de copiar muy bien lo externo e imitan a un policía, un
carnicero o un carpintero. Yo no la tengo. Me tengo que organizar
internamente: es mi dinámica, mi aprendizaje. Pero con Shakespeare
tienes solo las palabras y me estaba resultando muy difícil componer
el personaje hasta que, un día, Konrad, que me veía ensayar, me
dijo que pensara en alguien que tiene los pies planos, que eso quizá
me ayudaría. Con esta inspiración, poco a poco, empecé a mover los
pies de esa forma, luego las piernas, encorvar la columna… Y
después de perder el miedo, fue cosa de lanzarme con el texto para
descubrir qué salía.
-El esfuerzo ha valido la pena, ¿no? Le han dado el premio Margarida Xirgu.
-Es genial, pero no te cambia nada la
vida. Es un reconocimiento, no como un Oscar y todo el mundo te
quiere contratar y sube tu cotización. Pero me he alegrado también
por Konrad, porque insistió tanto y tanto, que debe estar contento,
allá donde se encuentre.
-Me hablaba antes del Teatre Akadèmia…
-Sí, sí. Como yo veía que en las
clases del Institut del Teatre había tan buenos alumnos, pensé que
era necesario hacer visible su trabajo. Por eso, cuando entré a
dirigir el Teatre Akadèmia en el 2007, uno de mis objetivos
principales era dar a conocer a estos actores jóvenes con talento,
pero invisibles y desconocidos, en obras de autores que les
permitieran trabajar el lenguaje y con directores que fueran también
pedagogos. Esa fue una de mis primeras apuestas. Programamos
laboratorios de interpretación con maestros internacionales (Anatoly
Vasilev, Marie de Clerk, Zaedine Zadeck, Philipe Nguyen y Thomas
Richards), además de producir una decena de espectáculos: varias
obras de Shakespeare (‘Romeu i Julieta’, ‘Com us plagui’,
‘Falstaff’); ‘Electra’, de Sófocles; ‘Ritter, dene voss’, de
Bernhard; ‘La gavina’, de Chejov, y ‘La vida perdurable’, de
Comadira, entre otras.
-Usted ha adquirido un teatro, el Dau al Sec. Debe tener una hipoteca enorme…
-Jajaja. Pues no. Lo he podido comprar
con los ahorros de toda la vida y 10 años de Teatre Akadèmia. En el
2007, Elsa Peretti, una gran amante del teatro que me admiraba mucho,
decidió comprar el Akadèmia y me ofreció dirigirlo. Tuve una
libertad total, hasta los dos últimos años. Fue el momento de
marchar y que cada una siguiera su camino.
-Menos mal.
-Sí. Tuve la suerte de que en aquel
momento los Vol Ras decidieron vender su teatro, en el Poble Sec. Y
como tenía ganas de seguir haciendo teatro independiente, decidí
dar el paso.
-¿Que está produciendo ahora?
-Bueno, ahora no puedo producir casi
nada. Tengo varios proyectos en la cabeza, pero se han de dosificar.
Después del ‘Mercader’ me he quedado sin dinero para producir. Ahora
facilito la sala a aquellos grupos que no tienen teatro para ensayar
y estrenar, como hemos hecho con ‘Questió d’honor’.
-Me decía que tiene varios proyectos entre manos.
-Me gustaría crear un Premi Dau al Sec
para compañías que intentan funcionar de forma menos piramidal
(autor, director, actor). Tener alguna subvención nos ayudaría,
claro. El ‘Mercader’, tal y como la hemos montado, nos ha costado
8.000 euros, pero porque no hemos cobrado ninguno de nosotros. Lo
haremos ahora, cuando hayamos acabado las funciones y bolos. Pero eso
también les pasa a los jóvenes actores de ‘Qüestió d’honor’, que
llevan cuatro meses entre ensayos y representaciones, y cobrarán un
poco ahora, al acabar.
-Pero usted podría estar jubilada y vivir tranquilamente.
-Estoy jubilada del Institut del
Teatre, y no cobro de ningún otro sitio. Pero mi futuro pasa por el
Dau, donde hacemos muchas cosas, incluso un curso de filosofía y
teatro sobre Shakespeare y su visión del mundo, a cargo de Jordi
Feixas. Y también me gustaría hacer inclusión social en el barrio,
ver cómo puedo ayudar mejor. Este verano hicimos un taller de cine
con chavalitos que no tenían dinero para pagarse colonias de verano.
Y también me gustaría hacer una coral con niños y gente mayor.
-Vamos, que usted no para.
-No paro, no [y sonríe].