Anoche me fui a la sala Villarroel a ver Íncubo, la nueva obra de teatro que se estrena en este teatro del Eixample barcelonés.
Me había invitado Trina Milán, animadora cultural, defensora y difusora de cualquier avance en la red, con un argumento contundente: «Será una experiencia innovadora, única en Europa».
En efecto, un centenar de personas relacionadas con las herramientas sociales en internet (blogueros, facebookeros, twitteros) tuvimos el privilegio de «retransmitir» en tiempo real nuestras sensaciones mientras los cuatro actores de la obra (a destacar la labor del más veterano, Lluís Villanueva) la representaban sobre el escenario.
Las pantallitas de los smartphones brillaban por doquier y los «trinos», los tweets, se iban sucediendo (podéis leerlos en Twitter.com siguiendo el clasificador o hashtag #incubo).
Sinceramente, yo no lo hice. A mi Nokia le fallaba la conexión wifi (tengo que jubilarle) y la deformación profesional me lleva a ver el espectáculo, primero, y opinar después.
Sobre la obra puedo decir que resulta original, porque se trata de un tema típico y tópico del cine de terror, entre el psicológico y el gore, pero muy poco habitual en la escena teatral: Íncubo parte de una excusa argumental tan inverosímil como increíble (un «simple Macguffin«, en palabras del propio Mañas): una chica de 16 años ofrece sexo a un cuarentón a cambio del primer número de un cómic muy difícil de encontrar. Tras pasar la noche juntos, el tipo se despierta en paños menores y en manos de un par de amigos de la jovencita.
El título hace referencia a una especie de demonio, duende o ser maligno, sobre el cual podéis encontrar una explicación en la Wikipedia, que es capaz de poseer a una mujer mientras duerme.
Con multitud de referencias cinéfilas, desde David Lynch (influencia confesa del autor y director de la obra, Àlex Mañas) hasta El proyecto de la Bruja de Blair y elementos pillados del Mystic River de Clint Eastwood, sin olvidar unas cuantas incursiones al mundo de los cuentos del género (seguro que Mañas le ha echado un vistazo a Vladímir Propp), la pieza teatral provoca sensaciones similares a las de un filme del género, algunas de las cuales se encuentran reflejadas en los tweets de anoche.
¿Qué hay de original en esto? En lo tocante al aspecto teatral, yo creo que nada, porque no existe interactividad entre público e internautas y actores, sino comentarios de los primeros que trascienden al lugar para ser lanzados a la red. Si existe originalidad y un mucho de oportunidad (u oportunismo, si se quiere) en lo referente a que ha sido una nueva forma de publicitar una obra, como lo está siendo de otros muchos productos. En este sentido, como maniobra de marketing y comunicación, merece un aplauso para sus responsables. Estamos, como señaló con acierto el colega mataronense Jesús Gonzàlez Notario, es simple y llanamente el boca-oreja 2.0.