Pese a su título, ‘Mi reno de peluche‘ no es una serie para niños. Para nada. Es la historia de un acoso y de varios problemas de salud mental. Quizá no la hubiese visto si antes no hubiera leído esta frase de mi admirado Javier Olivares, el guionista y creador de (entre muchas otras series) ‘El Ministerio del Tiempo‘: “Ojo con esta joya de serie. Que no os confundan: no es una comedia agradable. Es de esas series con las que este oficio avanza. Como ‘Fleabag’ en su día. Su origen es similar: un monólogo teatral (en el Fringe de Edimburgo). Lo dicho: una joya”.
Sobre esta producción he escrito el texto del párrafo anterior y de los que siguen a continuación en la web amiga de Nosolocine.net, con el título de la propia serie y el subtítulo de ‘Historia de un acoso’.
Como en años precedentes, el amigo José López Pérez, de Nosolocine (donde he publicado inicialmente este artículo), me ha pedido elaborar mi lista de las mejores series del año que ahora finaliza y en el que no he podido ver todo lo que desearía. haber visto.
Por ello, os voy a citar algunas, pocas, ficciones que he podido ir viendo a lo largo de estos meses sin más voluntad que hacéroslas partícipe para que las disfrutéis un poco, si aún no las conocéis, o un mucho, si ya las habéis catado.
Como veréis, es una selección breve, por plataformas, en orden alfabético. No están Apple+, Rakuten ni Movistar+, que no tengo contratadas.
Como estamos en julio y buena parte de vosotros, queridos lectores, estáis o estaréis de vacaciones (atentos… ¡votad por correo, si no vais a estar en vuestra ciudad el día 23!), he pensado hacer algunas entradas refrescantes dedicadas a ciudades con claras referencias cinéfilas y proponeros viajes de película.
«Siempre nos quedará PARÍS«. Seguro que recordáis la frase de Humphrey Bogart en ‘Casablanca’, si bien el París de la película era puro cartón-piedra. La capital francesa ha sido objeto de mil rodajes, como la trepidante ‘John Wick 4’, una de las últimas y más exitosas producciones filmadas en la capital del Sena.
Hace más o menos un año, la plataforma digital Netflix anunció varios proyectos de su división italiana. Uno de ellos es la serie ‘La ley de Lidia Poët’, entretenida producción con carismática protagonista femenina de carácter histórico, que se ha estrenado hace relativamente poco con buena aceptación.
Con la bella Matilda De Angelis al frente de un reparto en el que también destacan los actores Eduardo Scarpetta y Pier Luigi Pasino, esta ficción ofrece un mensaje progresista y feminista al recrear con bastante libertad e imaginación la vida de Lidia Poët, la primera mujer italiana que ejerció la abogacía.
Cada año, a finales de diciembre, el amigo José López Pérez me pide que elabore una lista con las mejores series del año que ahora finaliza para la ecléctica web Nosolocine.net que me acoge de vez en cuando, y donde publiqué este texto en primer lugar, el pasado 17 de diciembre. También encontraréis al final dos podcast sobre el tema, que grabamos juntos los dos unos días más tarde.
Es un ‘top ten’ de las ficciones que he podido ver durante estos meses, si bien la ingente producción que ha llegado a las teles convencionales y al ‘streaming’ hace casi imposible abarcar todos los canales y plataformas digitales. Así que el lector perdonará si aquí incluyo alguna serie de 2021 pero que he visto en 2022.
Como seguramente sabéis, desde 2010 Sophia Loren (1934) había dejado de actuar en el cine y la televisión, hasta que su hijo Edoardo Ponti la recuperó en la película ‘La vida por delante‘ (2020). Yo la he querido rescatar más joven, cuando estaba a punto de cumplir unos esplendidos 39 años, en el verano de 1973.
De la mano de su esposo, el famoso productor italiano Carlo Ponti, se embarcó en la película ‘El viaje‘, el último trabajo del gran Vittorio de Sica (1901-1974), uno de los directores clave del neorrealismo italiano, y nada menos que con Richard Burton a su lado. Además, y por eso aparece este filme en ‘Venecia de cine’, filmada parcialmente (su tramo final) en la ciudad de los canales.
Aunque yo ya había incluido a ‘Los Bridgerton’ entre mis diez series favoritas del año 2021, en un texto publicado en diciembre en la web de Nosolocine.net y también aquí, en este mismo blog, lo cierto es que ha sido un comentario en Twitter de la crítica de cine Beatriz Martínez el que me ha impulsado a escribir estas lineas sobre la segunda temporada de esta serie de Netflix, que he publicado inicialmente también en Nosolocine y replico aquí.
Mi apreciada Beatriz decía lo siguiente:
Como veis por mi respuesta, ambos estábamos enganchados.
Para no adelantar acontecimientos y para quienes aún no sepan nada de esta serie, dejadme que os explique algunas cosas sobre ella, aunque alguna igual os suena ya conocida. Se trata de una ficción basada en unas novelas románticas de carácter histórico de la estadounidense Julia Quinn. Esta escritora, con elementos comunes a autoras como Corín Tellado, Danielle Steel y E. L. James, posee un humor soterrado y un calado feminista que la hacen mucho más atractiva.
Esto de elegir las series preferidas del año no me gusta mucho, porque ya se sabe que esa es una tarea que comienza a ser imposible. Hay tanta producción, que seguramente me dejo cosas en el tintero. Trabajos que a cualquier lector le podría parecer absurdo no haberlo nombrado.
Pero, como mi incansable amigo José López Pérez me ha pedido que me moje en Nosolocine.net, pues vamos allá, con un top ten aproximativo. Quizá alguna serie esté en la frontera del 2020, pero son las que yo he visto y disfrutado durante este 2021.
Entre las diferentes series y películas que ha estrenado estos días la plataforma Netflix, me lo estoy pasando en grande con la titulada ‘Lupin’. Hay varias razones: remite a un detective literario clásico, tiene al simpático actor negro Omar Sy como protagonista y es muy entretenida.
La trama se centra en las aventuras de Assane Diop, un tipo tan hábil a la hora de disfrazarse o camuflarse, que es capaz de planear y ejecutar el robo de un valioso collar del interior del Museo del Louvre sin que le pillen. Algunas escenas retrospectivas muestran la niñez del personaje y la razón que le ha llevado a convertirse en un ladrón de guante blanco, al mismo tiempo que vemos otras escenas domésticas con su hijo y la madre del niño, de la que parece estar separado.
A lo largo de los primeros cinco episodios en que Netflix ha querido dividir la primera temporada, que consta de 10, el espectador comprueba de forma explícita de dónde le viene la inspiración al protagonista, algo de lo que un inspector de la policía pronto empieza a sospechar: Arsène Lupin, el personaje creado por el novelista francés Maurice Leblanc (1864-1941), un escritor coetáneo de Arthur Conan Doyle (1859-1930), autor de las aventuras del famoso detective de ficción Sherlock Holmes.
Y si la primera novela de este último fue ‘Estudio en escarlata’ (1887), el debut del francés se produjo 20 años más tarde con ‘Arséne Lupin, caballero ladrón’ (1907), si bien el personaje ya había aparecido en una serie de relatos publicados en 1905. De hecho, Leblanc era un reconocido escritor de cuentos cortos desde 1890. La saga completa de novelas del Lupin de Leblanc consta de 20 volúmenes, más varias secuelas autorizadas escritas por Pierre Boileau y Thomas Narcejac.
Como el Lupin literario, una especie de Robin Hood que había estudiado Derecho y Medicina, experto en lenguas clásicas e ilusionismo, en boxeo y esgrima, el protagonista de la serie ha sido creado con elementos similares por el guionista George Kay, co-creador de ‘Criminal’, otra serie de Netflix, y previamente, de un par de episodios de la sensacional ‘Killing Eve’.
Así, Assane Diop es un hombre cultivado y experto en arte, que se mete en la piel de un adinerado coleccionista pero que también puede aparentar ser un trabajador de la limpieza e incluso un chorizo de poca monta, capaz también de desembarazarse de un malvado sin contemplaciones, entrar en una prisión y salir indemne de ella, además de mostrar la ternura de un padre con un niño de corta edad.
Un personaje así no podía ser adjudicado a cualquier actor francés. Y el gran acierto de los responsables de la serie ha sido cambiar de raza al Lupin de inicios del siglo XX para vestirle con los rasgos de Omar Sy, el coprotagonista del filme ‘Intocable’, junto François Cluzet, un papel que le proporcionó un César en 2012 y el salto a la fama, después de años en los que había formado dúo cómico con el también humorista Fred Testot.
El actor, de origen mauritano-senegalés, rasgos inconfundibles y metro noventa de estatura, aporta frescura y simpatía al personaje, con toques de acción, drama y comedia. Tras haber participado en pequeños papeles en filmes de producción internacional (‘X-Men: días del futuro pasado’, ‘Jurassic World’, ‘Inferno’), ahora se consagra con esta serie, de la que sale bien airoso. Ahora habrá que esperar a que Netflix estrene la segunda tanda de cinco episodios que completarán la primera temporada de las peripecias de este Lupin moderno.
Me extraña que en un país como el nuestro, donde el fútbol ocupa horas y horas de televisión, no se haya publicitado mucho más de lo habitual en las producciones de Netflix una serie como ‘Un juego de caballeros’, que narra los orígenes de este deporte. Quizá sea porque ‘The english game’ (su título original) va de mucho más que del balompié.
Vayamos por partes. En el origen de la serie está el británico Julian Fellowes, el oscarizado guionista de ‘Gosford Park’ (2001), autor del libreto de películas como ‘La feria de las vanidades’ (2004), ‘La reina Victoria’ (2009) y ‘The Tourist’ (2010), además de creador de la exitosa serie ‘Downton Abbey’ (2010-2015). Se conoce menos que Fellowes, también novelista, productor y realizador, posee un título de barón y que pertenece al partido conservador, aspectos de su vida que seguro ha sabido aplicar a sus historias. Netflix le fichó para que creara y produjera esta estupenda ficción, que hace disfrutar no sólo a los aficionados al fútbol.
La historia se sitúa en 1879, pocos años después del nacimiento de la Football Association inglesa, que en 1863 había propuesto unas primeras reglas para practicarlo, más allá de dar patadas a un balón y meterlo en una portería. Esta asociación instauró la FA Cup, una competición de eliminación directa, como la actual Copa del Rey, por ejemplo.
Era una época en la que todos los jugadores eran aficionados, en la que equipos de jóvenes aristócratas disfrutaban de lo lindo con aquel ‘juego de caballeros’ y en la que nuevas formaciones, integradas por trabajadores, aspiraban a ganar a los señoritos.
La trama se centra en la rivalidad entre el equipo favorito de la clase alta, Old Etonians, formado por antiguos alumnos del famoso colegio Eton, de donde han salido siempre las élites del Reino Unido, y el Darwen, propiedad del pequeño industrial algodonero James Walsh e integrado por trabajadores de su fábrica. El empresario, un hombre hecho a sí mismo y procedente de la clase baja, deseoso de ganar la copa, decide fichar de tapadillo y pagándoles (algo prohibido entonces) a dos jugadores escoceses, que darán la sorpresa a los estirados caballeros de Eton.
Al frente de estos últimos está Arthur Kinnaird, el capitán y jugador estrella de los Old Etonians, un personaje con un interesante desarrollo a lo largo de la trama. Aquí es donde Fellowes aplica sus conocimientos: este joven aristócrata, hijo de banquero, pasa de un cierto desprecio hacia la clase trabajadora a una progresiva comprensión de sus necesidades, al mismo tiempo que vemos cómo mejora la relación con su joven esposa, maltrecha a raíz de un triste suceso.
Lord Arthur Fitzgerald Kinnaird existió realmente. Fue una de las primeras estrellas del fútbol inglés, ganó cinco veces la FA Cup y fue presidente de la Asociación de Fútbol inglés durante 33 años, desde 1890 hasta su muerte, en 1923, cuando tenía 75 años. Y ciertamente, como apunta en varios momentos la ficción de la serie, desarrolló una posterior labor filantrópica, financiando la creación de varios orfelinatos. Le encarna el atractivo actor inglés Edward Holcroft (1987), hasta ahora un secundario en filmes como ‘Kingsman: servicio secreto’ y ‘Kingsman: el círculo dorado’, así como en las series ‘London Spy’ (2015), ‘Alias Grace’ (2017) y ‘Gunpowder’ (2017).
De la misma forma, Fellowes apuesta también por un buen desarrollo (con diversas licencias narrativas, como es lógico) del otro personaje protagonista (el antagonista), Fergus ‘Fergie’ Suter, uno de los primeros futbolistas profesionales. Nacido en Glasgow, en 1857, hijo de un borracho maltratador, dejó la albañilería por el fútbol para ayudar a su familia a salir de la pobreza. Empezó en el Partick escocés antes de viajar hacia el sur, para jugar, cobrando un pequeño sueldo, con el Darwen, el equipo de esta localidad inglesa del condado de Lancashire.
La narración avanza al tiempo que muestra la difícil relación de Suter con los otros jugadores del equipo, unos aficionados que no cobraban por ello, aunque sí por trabajar en la fábrica de algodón del propietario y su ambigua postura ante una huelga planteada por los operarios cuando el gremio de algodoneros decide recortar unilateralmente los sueldos y que Fellowes dibuja con trazo grueso y sesgado (la postura de los obreros, claro).
La serie incide también en las complicadas relaciones con su padre y su deseo de proteger a su madre y hermanas, así como sus dudas a la hora de fichar por otro equipo que, como ocurre aún en estos días, cuando la lealtad a una camiseta se topa con una oferta económica mayor. El actor escocés Kevin Guthrie (1988), conocido por su buen hacer en las películas ‘Amanece en Edimburgo’ (2014), de Dexter Fletcher, y ‘Sunset Song’ (2015), de Terence Davies, es el encargado de interpretar, y muy bien, a Fergie Suter.
En conclusión, ‘Un juego de caballeros’ es una de esas producciones inglesas perfectamente producida, dirigida, ambientada e interpretada que merece la pena tener en cuenta.
Querían ustedes un titular llamativo. Pues ahí lo tienen: yo, un veterano periodista cultural, antiguo crítico de cine y hasta director de un cortometraje (pecados de juventud), ya no voy (casi) a las salas. Venga, admito ese ‘casi’ delante de la ‘boutade’. Y supongo que esta provocación será ‘castigada’ por buena parte de mis amigos y colegas, que empezarán a tirarme de todo (de forma figurada, espero). Y para añadir más leña al fuego les confesaré que lo mío, ahora, ya no es ‘Cinema Paradiso’, sino el ‘streaming’: ver películas y series a través de una pantalla conectada a internet.
Permítame el lector recordar unas palabras de Álex de la Iglesia cuando era presidente de la Academia del Cine, en la gala de los Premios Goya de 2011: “Hace 25 años, quienes se dedicaban a nuestro oficio jamás hubieran imaginado que algo llamado internet revolucionaría el mercado del cine de esta forma y que el que se vieran o no nuestras películas no iba a ser sólo cuestión de llevar al público a las salas. Internet no es el futuro, como algunos creen. Internet es el presente”.
Y seguía así: “Internet es la manera de comunicarse, de compartir información, entretenimiento y cultura que utilizan cientos de millones de personas. Es parte de nuestras vidas y la nueva ventana que nos abre la mente al mundo… (Los usuarios de Internet) son nuestro público. Ese público que hemos perdido y que no va al cine, porque está delante de una pantalla de ordenador. (…) No tenemos miedo a internet, porque internet es, precisamente, la salvación de nuestro cine”.
El director vasco, que acaba de estrenar su primera serie para una gran plataforma, ’30 monedas’, en HBO, fue clarividente. Hace casi 10 años de esas palabras y lo que dijo ya es una realidad. Recordemos que el vídeo bajo demanda (VOD) de Netflix para ordenadores empezó en el año 2007 y que el servicio de ‘streaming’ de HBO data de 2010 (como cadena de cable nació en 1966). Y ese mismo 2010 resurgió la catalana Filmin en la forma que ahora la conocemos, con una tarifa plana, aplicaciones para tabletas y la difusión en ‘streaming’ en alta definición.
Vuelvo al titular inicial. Siento confesar que ahora apenas voy a una sala de cine, y no es por ganas, porque siguen siendo el mejor lugar para ver una película, sin ninguna duda. Y no sólo superproducciones de estreno, sino los clásicos en blanco y negro que exhibe la Filmoteca.
Una sala de cine sigue teniendo algo de comunitario y misterioso, y más cuando la gran pantalla blanca, antes, se descubría detrás de unas cortinas gigantescas, generalmente rojas, como solían serlo también las butacas y las alfombras rojas que poblaban pasillos y vestíbulos.
Hubo una época en que conocía y saludaba a casi todos los porteros de cine de Barcelona. Y ellos a todos los periodistas culturales que acudíamos a los pases de prensa matinales y, luego, a las proyecciones de tarde y noche. Eran otros tiempos.
En parte estoy de acuerdo con lo que decía el colega Toni Vall, hace unos días, con respecto a la iniciativa de algunas de las grandes ‘majors’ de estrenar sus películas en sus plataformas digitales: «No tengo ningún interés en ver películas sólo en mi casa, aunque la dinámica de las distribuidoras y las productoras va hacia aquí. Contenidos ‘on line’ para ser vistos en casa, inexorablemente (…) Me estoy sintiendo expulsado del cine. Y es una sensación terrible, muy dolorosa».
Yo tengo otras razones para quedarme en casa. Os las explico.
La primera, evidentemente, la pandemia. Los cines y teatros han hecho un gran esfuerzo para adecuarse a la situación sanitaria pero toda precaución es poca y, si uno es población de riesgo, prefiere abstenerse. Tengo muchos amigos que acuden cada día a las salas y ninguno de ellos ha pillado la enfermedad. Cuando he ido a ver una película me siento en silencio más seguro en una de sus butacas que en el súper de la esquina o el centro comercial más cercano.
Otra razón: me he vuelto comodón. Siempre había soñado con tener una pequeña sala de cine, como hacían los directores y actores de Hollywood en las películas. Algo sólo posible para ricachones con mucha pasta hasta hace poco. Eso ha cambiado con las nuevas y enormes pantallas de los televisores inteligentes, que convierten cada salón en una soñada sala de cine.
Unos meses antes de la pandemia decidí aprovechar una oferta y compré una tele de 55 pulgadas, que mi esposa vio muy por encima de las posibilidades del tamaño de mi sala de estar. Pero ahí está y ya no parece tan grande. Con mi colección de películas en DVD y Blu-ray, y con un trío de plataformas cuyo contenido no me lo acabaré nunca soy un poco más feliz.
Y una tercera razón: la económica. Una entrada de cine de estreno cuesta entre 4,9€ del día del espectador y los 9€ de un festivo, 6€ una matinal y 8€ un día laborable. Multipliquen ustedes por dos, si son una pareja, y añadan si van con niños. También hay un estupendo abono anual de la Filmoteca de Catalunya por 90€ (un talonario de 10 entradas sale por 20€).
Cualquier familia con niños que se apunte al Disney+ pagará 6,99€ al mes o 69,99€ al año. Yo mismo estoy suscrito a varias plataformas y comparto otras con familiares. La suscripción anual a Filmin, la única íntegramente española, es de 84€ al año (la mensual básica cuesta 7,99€), y luego se pueden ‘comprar’ estrenos por unos 4€, como hacen el resto de empresas de ‘streaming’ salvo Netflix, que lo hace sin coste adicional (su plan básico cuesta 7,99€). Evidentemente, con esta competencia, no hay color. La balanza familiar se decantará siempre hacia este lado.
¿Significa esto que nos encaminamos inexorablemente hacia la desaparición de las salas de cine? Espero que no. Hace unos años, cuando el mundo de la prensa escrita empezó a decaer frente a la naciente digital, muchos periodistas no queríamos creer que el papel pudiera desaparecer. Y vamos camino de ello, con algunas salvedades (diarios de fin de semana con sus suplementos; algunas revistas especializadas) por las que el lector aún está dispuesto a pagar un poco más.
Una cosa similar puede pasar con los cines, convertidos en refugio de cinéfilos militantes. Sobrevivirán un puñado de grandes salas para exhibir espectaculares ‘blockbusters’ y, también, si saben jugar sus cartas, pequeños locales donde se exhibirán producciones independientes (¿quizá bajando los precios de las entradas?). Un tipo de cine que está encontrando su refugio y mayor visibilidad en las plataformas digitales.
Quiero citar precisamente a Filmin, que no solo apoya y potencia nuestro cine, sino que ofrece películas y series europeas independientes de gran calidad, ha rescatado una maravillosa biblioteca de clásicos y, en estos tiempos difíciles de pandemia, ha exhibido ‘on-line’ los contenidos de numerosos festivales cuya programación presencial era imposible desarrollar. Esta solución provisional no significa que los muchos certámenes que existen vayan a desaparecer, pero son fórmulas que en un futuro quizá deberán coexistir.
Nota: originalmente, publiqué este artículo en la web de Nosolocine. También hablamos del tema con Jose López en su programa de radio Nosolocine en las ondas (hacia el minuto 15).
Intente el lector el ejercicio de elaborar una lista de las series que más le han gustado este año y verá lo difícil que resulta ser ecuánime. Cada vez más resulta prácticamente inabarcable poder seguir la pista de lo que se produce anualmente en las televisiones tradicionales y, aún más, en las plataformas digitales de pago, donde la abundancia es tal que necesitas una buena brújula para orientar el rumbo y dar con la ficción adecuada a tus gustos.
Como siempre, elegir es optar por filias y fobias personales e intransferibles, aunque las del lector puedan coincidir con las propias. El cronista o el crítico, aporta además elementos de información que decantan esas preferencias hacia un lado u otro.
Para empezar, he hecho una división entre series españolas y extranjeras. Aunque las primeras son muchas menos que las segundas, también he querido incluir mi propio ‘top ten’. Quizá debería haber incluido algunas de las últimas producciones nacionales, como las ’30 monedas’ (HBO), de Álex de la Iglesia, o ‘Dime quién soy’ (Movistar+), con Irene Escolar, pero aún no he podido verlas. Originalmente, este texto lo publiqué en la web amiga de No solo cine.
Producciones españolas
‘Antidisturbios‘ (Movistar+). Poco más se puede decir de esta magnífica serie policiaca con mucho de denuncia social por parte de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, su coguionista habitual. El primer episodio es una maravilla y el reparto al completo, con Vicky Luengo a la cabeza, está sensacional.
‘HIT‘ (RTVE). El bombazo juvenil de este otoño. Las peripecias de un profesor atípico en un instituto con un grupo de alumnos de armas tomar. Los protagonistas son Daniel Grao, excelente, y unos jóvenes actores que darán mucho que hablar.
‘Patria‘ (HBO). Sensible adaptación de la novela de Fernando Aramburu, con Elena Irureta y Loreto Mauleón encarnando a Bittori y Arantxa, las dos amigas enfrentadas por la muerte del marido de una de ellas a manos de ETA.
‘El Ministerio del Tiempo‘ (RTVE). Sigue siendo la ficción más original del panorama audiovisual español, con sus vueltas de tuerca a la Historia. La esperada cuarta temporada no defraudó en su regreso a TVE en mayo, tras dos años y medio de ausencia, con todos sus principales intérpretes.
‘Inés del alma mía‘ (RTVE y Amazon Prime Video). Apasionante adaptación de la novela de Isabel Allende. Ambientada en la conquista de Chile, recrea la vida de Inés Suárez de Plasencia, con una estupenda y apasionada Elena Rivera.
‘La Unidad‘ (Movistar+). Más que interesante muestra del trabajo de la Policía Nacional contra el islamismo radical, de la mano de Dani de la Torre y con Nathalie Poza como la comisaria Carla Torres.
‘Mira lo que has hecho‘ (Movistar+). La última entrega de la serie creada e interpretada por Berto Romero es la mejor de las tres que integran esta comedia en clave de autoficción, dirigida con habilidad (como la segunda temporada), por Javi Ruiz Caldera.
‘La línea invisible‘ (Movistar+). Interesante retrato del nacimiento de ETA, de la mano de Mariano Barroso (excelente tambien su previa ‘El día de mañana’), y con Àlex Monner como el primer asesino y luego ‘mártir’ etarra Txabi Etxebarrieta.
‘Caronte‘ (Telecinco y Amazon Prime Video). Las peripecias de un expolicía que pasó por prisión, reconvertido además en abogado penalista, merece la pena sólo por ver de nuevo en acción a Roberto Álamo (también, estupendo, en ‘Antidisturbios’).
‘La casa de papel‘ (Netflix). La penúltima temporada de la serie de los atracadores de bancos vestidos de rojo y con careta de Dalí fue tan entretenida como frustrante: han alargado el chicle hasta la próxima y última entrega, según aseguran. Pero no la podíamos dejar fuera de este listado.
Producciones internacionales
‘Gambito de dama‘ (Netflix). Es la sorpresa de la temporada, creada por Scott Frank y Allan Scott y protagonizada por la fascinante Anya Taylor-Joy, todo un descubrimiento… y el deseo irrefrenable de volver a jugar al ajedrez.
‘El colapso‘ (Filmin). Dura e impresionante miniserie francesa, creada por el colectivo Les Parasites (Jérémy Bernard y Guillaume Desjardins), que plantea un futuro distópico tan factible como próximo. Los ocho episodios, con historias independientes entre sí, aunque emperentadas, fueron rodadas en planos secuencia.
‘Unorthodox‘ (Netflix). Otra miniserie imprescindible, como la anterior, basada en las memorias de Deborah Feldman, que narra la huida de una chica judía del interior de una asfixiante una comunidad jasídica de Brooklyn. El trabajo de la bajita protagonista, Shira Haas, es gigantesco.
‘The Mandalorian‘ (Disney+). Las peripecias del guerrero de la máscara y un pequeño Yoda son el mejor regreso que se podía pedir al explotado universo de ‘Star Wars’ de la mano de Jon Favreau. Hasta el penúltimo episodio no hemos podido ver (por fin) la cara de Pedro Pascal.
‘The Crown‘ (Netflix). La cuarta temporada de la vida de los Windsor ha supuesto la irrupción del personaje de Diana de Gales (estupenda Emma Corrin) a la familia real británica y de Margaret Thatcher (una Gillian Anderson un poco pasada de vueltas) como primera ministra.
‘Todas las criaturas grandes y pequeñas‘ (Filmin). Una miniserie británica de la de buen rollo, con las historias de un trío de veterinarios de un bonito pueblo de la campiña inglesa. Basada en unos populares libros de James Herriot, la protagonizan Nicholas Ralph y Samuel West.
‘Halt and catch fire‘ (Filmin). La apasionante historia de un grupo de informáticos que, a inicios de los años 80 del siglo pasado, transformó los pesados computadores empresariales en los ordenadores personales actuales.
‘Little Fires Everywhere‘ (Amazon). De nuevo Reese Witherspoon, en su doble papel de productora e intérprete, sirve un potente drama familiar, con duelo actoral con Kerry Washington, una fotógrafa afroamericana que recorre EEUU con su hija adolescente y un misterio a sus espaldas.
‘Adult Material‘ (Filmin). Una dramedia sobre el mundo del cine porno, centrado en la vida cotidiana de una ya veterana (¡treintañera!) estrella del cine X que ha de reconvertirse. Hayley Squires, a quien vimos en ‘Yo, Daniel Blake’ es la curiosa protagonista.
‘La ruta del dinero‘ (Filmin). Estupendo ‘thriller’ financiero escandinavo, que cuenta con Jeppe Gjervig Gram, uno de los responsables de la prestigiosa ‘Borgen’, como cocreador de esta serie sobre los trapos sucios de los directivos de una empresa de energías renovables.
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