Este domingo creí ser el único (o casi) que pensaba en la desmesura de que una televisión pública abriera su informativo con las votaciones sobre una moción de censura en un club de fútbol.
Claro que el club en cuestión era el Barça, y el voto, contra su actual presidente, Joan Laporta…
Pero la desmesura siguió con un programa especial que se alargó horas, menospreciando –como es habitual– a todos aquellos espectadores que ni les gusta el fútbol ni son seguidores de ese club.
Pensé que era el único, pero ayer leí (eso sí, hacia el final, casi como de pasada) la colleja que Ferran Monegal les pegaba a los responsables del canal.
Decía así el maestro Monegal, en El Periódico: «Horas y horas en el Camp Nou intentando llenar la más absoluta nada, pues el resultado de la moción no se supo hasta las tantas. Y después, a llenar otra vez una larga espera hasta que Laporta se dignó corporeizarse. El presidente del Barça, o de cualquier otra empresa privada, tiene todo el derecho a presentarse ante los medios cuando le plazca. Lo discutible es si la gran TV pública de un país tiene que paralizarse, suspender programas, y hacer que sus muchachos se inventen lo que puedan, para llenar horas de vacío total.»
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