Tengo una especial devoción por Josep Maria Pou, enorme (en todos los sentidos) actor de cine, televisión y teatro y también grandísimo e inquieto director teatral. Esa admiración incluye una parte de amistad, forjada desde la primera entrevista que mantuvimos em 1986, cuando regresó a Catalunya, después de 20 años de carrera en la escena madrileña, para grabar para TVE ‘Vida privada‘, adaptación de la novela homónima de Josep Maria de Segarra a cargo de Francesc Betriu.
Años más tarde, en 2011, yo coordinaba un suplemento de fin de semana de mi diario y él acababa de estrenar la pieza ‘Llama un inspector’, de J.B. Priestley, en la que además de interpretar el personaje principal, el Inspector Goole, también dirigía la obra. Un día nos encontramos en la esquina de las calles Casanova y Gran Via, muy cerca del teatro Goya, donde él representaba la función.
Después de charlar un rato y preguntar por amigos y familiares, le confesé que me había gustado mucho su policía y le recordé que él ya había interpretado a otros agentes de la ley, especialmente su Héctor Ferrer, el inspector jefe de la popular serie ‘Policías, en el corazón de la calle‘, emitida en Antena 3 TV.
Y entonces le propuse una entrevista para hablar de los inspectores, policías y detectives de ficción que, bien, había interpretado él mismo, y también aquellos que más le gustaban. El texto que sigue reproduce parte de nuestra conversación. El reportaje completo lo podéis encontrar en este apartado de la web del actor.
– ¿Por qué escogiste esta obra de J.B. Priestley?
– La obra ya la tenía en cartera y estaba pensada para hacerla un poco más adelante. Pero una noche la cogí para revisarla y me di cuenta de que no podía esperar más, que la obra era enormemente actual porque, bajo la apariencia de un drama policíaco, de una obra de teatro de género, lo que se esconde es mucho más: habla de las justicias y las injusticias sociales, de las diferencias de clase, del abuso de los ricos con las clases menos favorecidas. Es, en definitiva, una lección moral. Pero todo esto, el autor lo disfraza maravillosamente de comedia policíaca, que puede mover al público, emocionarle y, sobre todo, conmocionarle, que es lo que a mí me gusta del teatro. Así que decidí cambiar los planes y colocar esta obra para esta temporada. Y creo que fue un acierto, porque el público la ha recibido llenando el teatro a diario y todo el mundo me comenta que parece más actual que nunca.
– ¿Y ese personaje?
– Ese inspector estaba en el espectro de los personajes que vengo haciendo. No es el primer policía que hago. He hecho muchos inspectores a lo largo de mi carrera, pero este tenía una característica determinada que no se le puede desvelar al público desde el principio, ya que guarda un misterio que permite desarrollar el interés en la trama.
– ¿Te has inspirado en algún policía?
– No, no absoluto. Es una obra que me era muy familiar y que yo, como espectador de teatro, había visto en varias veces, aunque llevaba 70 años sin interpretarse en Catalunya y nunca en catalán. Yo había visto varios montajes, en Nueva York y Londres, y a distintos actores interpretando el papel del inspector. Sí es verdad que los repasé mentalmente a todos ellos, repasé incluso la versión cinematográfica, la película de 1954 con un gran actor inglés, Alastair Sim. Pero ninguno de esos trabajos me convencía. El teatro hay que montarlo para el espectador de ahora mismo, para el de Barcelona de estos meses en concreto, a lo mejor dentro de seis meses ya no serviría ese inspector que estoy haciendo ahora. Quería darle un tono de complicidad subyacente con el público. De alguna manera, es la conciencia de todos nosotros. E intenté desde el principio que el espectador notara que a ese inspector le pasa algo raro, que no es del todo normal, pero que no entendiera qué es lo que le pasa precisamente hasta el momento en que desaparece de escena.
– Los inspectores son casi siempre esa conciencia…
– De alguna manera es la materialización del complejo de culpa. Si un inspector de policía llama a tu casa a las 11 de la noche, prepárate para lo peor. Este es una creación literaria de un grandísimo autor, pero la realidad siempre es terriblemente diferente a la ficción. Y casi siempre mucho peor.
– ¿Y si hablamos de referentes literarios? Sherlock Holmes, por ejemplo…
– Hombre, Sherlock Holmes es prácticamente el primero y el más importante de los investigadores. Y aquí hay que distinguir los que no son propiamente policías. El inspector es un cargo del estamento del cuerpo policial, pero investiga igual que lo hace un detective en el terreno de lo privado. Uno es un funcionario público y el otro no. Así tienes investigadores por antonomasia, como Sherlock Holmes. Y Hércules Poirot, el otro gran personaje de Agatha Christie junto con la señorita Marple, una creación deliciosa que podría ser el alter ego de la propia escritora. Agatha Christie. Y desde luego, está el comisario de policía Jules Maigret, una creación fantástica de Georges Simenon. O el divertidísimo inspector Clouseau, nacido de la mano de Blake Edwards en el cine e interpretado por Peter Sellers. La lista es larga y luego están esos protagonistas maravillosos de las novelas y de todo el cine negro de los años 30 y 40, como el Sam Spade de Dashiell Hammett o el Philip Marlowe de Raymond Chandler, a quienes todos identificamos con la imagen de actores norteamericanos como Humprhey Bogart o Robert Michum. Es todo ese cine que a mí me apasiona, en blanco y negro, como debe ser.
– ¿Algún musical policíaco?
– Sí, hay algún musical del género. Uno, concretamente, que se llama ‘City of Angels’ [no confundir con la película de Nicolas Cage], dirigido por Michael Blakemore en 1989 con Gregg Edelman y James Naughton, donde el protagonista es un escritor que escribe novelas policíacas. De repente, la figura literaria de un inspector famoso que él ha creado se presenta en escena y le dice al autor que no quiere seguir siendo como él le está conformando.
– ¿También en teatro?
– En el teatro ha habido grandísimas obras del género. Ahí tienes ‘La ratonera’, de Agatha Christie, que es una adaptación que ella misma hizo de un relato breve suyo, ‘Los tres ratones ciegos’ y que se estrenó en Londres en 1952. Es un fenómeno insólito y sigue angustiando al público como el primer día.
– ¿Y el teatro policíaco en España?
– Se ha perdido un poco, hubo una gran tradición de este género, allá por los años 50. En Madrid, concretamente, había un teatro, el Infanta Isabel que dirigía Arturo Serrano, que estaba prácticamente dedicado al género policíaco. Recuerdo haber visto en aquella época grandes policíacos en teatro y era un género que gustaba muchísimo. Luego se ha perdido por completo, quizá porque la aparición de la televisión ha generado series y telefilmes sobre el mundo de la investigación y el hampa tan reales, creíbles y perfectos que contrastan con lo que se reproduce en un escenario. Hubo una obra de teatro policíaco que, si alguien tiene ocasión de verla o leerla, la recomiendo especialmente: ‘Trampa para un hombre solo’, del autor francés Robert Thomas, un título precioso que fue todo un éxito en los años 60 y 70 y es un clásico del teatro policíaco. ‘Crimen perfecto’, del dramaturgo británico Frederick Knott, fue también primero una obra teatral, antes de ser adaptada al cine por Alfred Hitchcock.
– Hay un par de policías más actuales, como el comisario Brunetti, de Donna Leon, que trabaja en Venecia, o el inspector Wallander, creado por Henning Mankell y que opera en la ficticia ciudad sueca de Ystad. ¿Qué te parecen?
– De estos he leído menos novelas. Dado mi trabajo, apenas me queda tiempo para leer literatura de ficción y de evasión, que es lo que me divierte. Pero recuerdo una novela de Dona Leon, que se titulaba ‘Muerte en la Fenice’, sobre el mundo de la ópera, que a mí me entusiasma, y en Venecia, que es una ciudad fantástica. Pero a todo esos les podríamos añadir el Pepe Carvalho, de Manuel Vázquez Montalbán, y el Salvo Montalbano, de Andrea Camilleri. Fíjate que son autores que se admiran mutuamente y hablan muy bien unos de otros y de sus creaciones literarias. Y todos ellos se acercan un poco a ese inspector de Prisley que estoy representando, porque todos ellos tienen una enorme conciencia crítica y social. Son mucho más que investigadores: hacen crónica y crítica social, reflejando la situación sociopolítica del momento. Todos ellos están muy comprometidos.
– He leído que tu primer personaje en televisión fue un policía…
– Repasando el otro día mi curriculo para un programa de televisión me llevé la sorpresa de descubrir que hice de policía en un espacio dramático de la época del blanco y negro en TVE. Quizá fue una cierta predestinación hacia el género. [fue ‘Matar dos pájaros’, en 1970]. El protagonista era un inspector interpretado por Tomás Blanco, un grandísimo actor que era como el policía oficial del cine español de los años 50 y 60. Con gran sorpresa me llamaron a mí, que era un pobre chiquilicuatre debutante de apenas 23 años, para interpretar al ayudante del inspector. Luego fui subiendo e interpreté a dos o tres inspectores más. Mi primer papel en el cine fue una película que se llamaba ‘Una mujer prohibida’ (1974), protagonizada por Esperanza Roy y dirigida por José Luis Ruiz Marcos, donde también hacía de policía. Y así, hasta el inspector Ferrer de la serie ‘Policías, en el corazón de la calle’.
– Tu personaje más popular, quizá…
– Hay personas del público que, cuando acabo la función y me esperan a la salida del teatro, me hablan de la obra y me recuerdan que, para ellos, sigo siendo la figura del inspector Ferrer. Siempre se habla de la televisión como algo rápido, ligero y que se quema, con menos profundidad que la novela o los guiones de las películas. Pero debo decir que, gracias a los guionistas, los realizadores y a todo el equipo responsable de esa serie, el inspector Ferrer es uno de los mejores personajes que he hecho nunca. Estoy entusiasmado y encantando de haber hecho esa serie. Sigue siendo una serie de referencia y, aunque han pasado muchos años desde que terminó, hay gente que me sigue parando por la calle y preguntando si volverán ‘Policías’ y el inspector Ferrer.
– ¿Puedes hacer una pequeña selección de películas del género que más te gusten?
– ‘La jungla de asfalto’, de John Huston, que es un peliculón maravilloso donde aparece Marilyn Monroe en su primer papelito y un actor con el que, al principio de mi carrera, me comparaban muchísimo por su estatura y quizá por algunos rasgos de cara, Louis Calhern. También me comparaban con Vincent Price. ‘Crimen perfecto’ es otra gran cinta de referencia en ese tipo de cine. Y hay un filme que quizá no figura nunca en las listas de los mejores del género, ‘El detective’, dirigida por Gordon Douglas y con Frank Sinatra. Yo creo que es una de las mejores interpretaciones de Sinatra en el cine.
– ¿Y novelas?
– Pues prácticamente todas las de Dashiell Hammett y las clásicas. Y quiero citar a dos autores españoles que más han contribuido al género: Francisco González Ledesma y Francisco García Pavón. Este último fue profesor mío en la Escuela de Arte Dramático de Madrid, era crítico de teatro y también dirigía la editorial Taurus. Yo hice muchísima amistad con él. Su Plinio era un guardia municipal de Tomelloso, un pueblo de la Mancha. Fue muy popular en una serie de televisión, interpretado por Antonio Casal.
– ¿Y qué me dices de tu Orson Welles?
– Es verdad. Es una figura que admiraba siempre desde la distancia como espectador desde que tuve la suerte de interpretar ese texto que me acercó Esteve Riambau, el director de la Filmoteca de Catalunya. Me zambullí prácticamente en las aguas de Orson Welles y a partir de ahí no pude separarle de mi vida y de mi carrera. He estado dos años interpretándole por toda España, dos años viajando con ese volumen enorme de 200 kilos. Su policía en ‘Sed de mal’ es una piedra de toque, un referente maravilloso.
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