He leído con una sonrisa en los labios el artículo de Empar Moliner del día de Sant Jordi, en su columna de El País.
Sigue siendo una divertida destroyer que fustiga todo el mundo con la ironía de algo que, en apariencia, puede ser un absurdo llevado a sus últimas consecuencias.
Me parece, y esto es una apreciación personal, que escribe sus relatos –cortos y corrosivos– como si de una pequeña obra de teatro se tratara, que ella misma interpreta con la modulación de voz apropiada.
Aquí le surge aquella veta de actriz que ella tiene y que puso en práctica hace 10 años, cuando ella empezó con todo este lío.