Hace unos días hablaba con mi compañera Carmen Jané, reciente premio de periodismo Accenture, sobre los iPod, esos minúsculos reproductores de música digital, fabricados por Apple, que han provocado el furor comprador de todos los amantes de este tipo de cacharros.
Yo me mantenía en mis trece: no todo el mundo puede (o quiere) comprarse todo aquello que os gusta a los expertos en estos aparatitos. Hice una breve encuesta, en absoluto fiable, como casi todas las encuestas, y sólo tres personas, de la docena de periodistas allí presentes, tenía un iPod: un 25%, y eso que la muestra no era en absoluto representativa de la sociedad que nos rodea.
Sirva esta introducción para hablar del nuevo gadget de la empresa de la manzana: el iPhone. Ese nuevo artilugio, con más de 144 millones de páginas que lo citan en internet, que aúna funciones de teléfono móvil, reproductor musical, gps y otras mandangas, todo por un módico precio cercano a los 600 euros, unas 100.000 de las antiguas pesetas.
No niego que me encantaría tener uno, como me gustaría tener un iPod y muchos de sus productos, pero ¿merece la pena? Y sobre todo, ¿vale la pena esperar horas y horas a la entrada de algunas tiendas para tener el tonto privilegio de ser uno de sus primeros compradores?
Como tantas y tantas cosas hoy en día, así, tal y como haces las dos preguntas… no, no merece la pena.He incluso respondería no sólo a la primera. Es una maravilla, es una «cucada», es una tentación para todos los que nos gustan los cachivaches tecnológicos… pero el precio es demasiado caro. Caro por lo que hay que pagar y caro por lo que hay que hacer para pagarlo 😉 Además es demasiado restrictivo. Esperemos que la competencia esté al quite y pronto veamos imitaciones del iPhone a mejores precios y más abiertos.Mientras tanto podían cambiarme el móvil de empresa por un iPhone…