Como ya os he dicho anteriormente en este blog, especialmente cuando inicié la sección titulada ‘Venecia de cine’, tenía muchas ganas de ver la película ‘Al otro lado del río y entre los árboles‘, dirigida Paula Ortiz, tercera de los cineastas españoles que han dirigido un filme en la ciudad de los canales, tras Jordi Torrent (‘La redención de los peces’) y Álex de la Iglesia (‘Veneciafrenia’).
Me interesan especialmente los escenarios escogidos por la directora aragonesa, que ha usado indistintamente el color y el blanco y negro para mostrar los lugares donde ocurre la acción, con algunas diferencias con respecto del original literario. Una fotografía espléndida, dirigida por el siempre grandísimo operador Javier Aguirresarobe. La directora ha anunciado el estreno del filme para el día 11.
En la novela –que he estado leyendo estos días en una reciente edición en DeBolsillo, con traducción de Miguel Temprano García–, si bien hay un narrador omniscente, el personaje principal, cuyos pensamientos más íntimos desgrana el autor, es el coronel Richard Cantwell, un militar de unos 50 años que encarna con solvencia Liev Schreiber, un actor que acaba de cumplir 56 el día 4 de octubre.
De la misma forma, a Renata, el personaje femenino del que está enamorado el coronel, la encarna Matilda De Angelis (1995), una joven actriz y cantante italiana de 28 años, aún poco conocida en España, si bien es la protagonista de la simpática serie de Netflix ‘La ley de Lidia Poët‘, de la que ya os he hablado aquí mismo.
Esa importante diferencia de edad se plasma en la novela de una forma más importante por parte del personaje masculino que por el femenino. Y en la obra, se parte del hecho de que ambos se conocen desde algún momento anterior al del inicio del relato. En el filme, el guionista Peter Flannery ha tenido que inventarse la escena en que ambos se conocen y también la presencia de un prometido.
Como es lógico, el tándem Ortiz-Aguirresarobe ha logrado plasmar la belleza de Venecia, la laguna y alguna de sus islas, como Torcello, de forma espectacular (el rodaje se produjo durante la pandemia, con ausencia de turistas), el libro no deja de ser curiosamente parco en sus descripciones.
Por ejemplo, cuando se dirige hacia Venecia en coche, conducido por su chofer, al que hace parar en más de una ocasión, para observar Torcello, Burano, Murano y, a lo lejos, la propia capital de los canales, que Richard Cantwell, como alter ego del escritor, declara que es «su» ciudad.
Esa ciudad en la que el coronel estadounidense se aloja nada menos que en el hotel Gritti Palace, cuyas tarifas después de la segunda guerra mundial debían ser proporcionalmente tan caras como las actuales (unos mil euros la noche). Y cuyo restaurante de cabecera es el Harry’s Bar, donde Giuseppe Cipriani acogió en su día al propio Ernest Hemingway y a otros muchos famosos.
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