Esta semana se celebran Halloween y la festividad de Todos los Santos, seguida del día dedicado en el santoral católico a los Fieles Difuntos. Unas fechas que me han llevado a escribir hoy de una película que no es de miedo ni terror, sino de una de las más famosas rodadas en la ciudad de los canales: ‘Muerte en Venecia‘ (1971).
Estos días, en los que la ciudad de los canales vuelve a estar llena de turistas como antes de la pandemia, son miles las personas que se acercan a la isla-cementerio de San Michele para llevar flores a las tumbas de sus seres queridos. Atendiendo a la tradición, el Ayuntamiento veneciano permite el viaje gratuito en ‘vaporetto’ desde los muelles de las Fondamente Nove hasta el camposanto, del sábado, 29, al martes, 1 de noviembre. Y os aseguro que las colas para embarcar son enormes.
Pero volvamos a la cinta. Se trata de la adaptación que el director italiano Luchino Visconti efectuó de la novela corta de Thomas Mann. Ambientada a inicios del siglo XX, sigue los pasos de un famoso compositor alemán, Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde), que padece una grave depresión y viaja a Venecia para descansar, huyendo de los problemas familiares y profesionales que le agobian en su ciudad, Múnich.
Mann era homosexual, pero estaba casado y en 1911 se alojó durante unos días en el Gran Hotel des Bains del Lido, junto con su esposa y un familiar. Allí coincidió con una familia polaca que tenía varios hijos, entre ellos un niño de 11 años, el joven barón Wladyslav Moes, de rostro angelical y por el que se sintió tan atraído que le inspiró el personaje de Tadzio. Mann publicó su famosa obra en 1913. En ella, Gustav von Aschenbach es un maduro escritor que viaja a Venecia en busca de la inspiración perdida y que se siente atraído por un adolescente.
En el filme, tras los títulos de crédito, aparece el barco de vapor ‘Esmeralda’, que surge de entre la bruma matinal. Sentado en una silla de cubierta está un hombre bien abrigado, con sombrero, bufanda, guantes y un libro sobre las rodillas. Bogarde aporta a su personaje un aspecto de profunda tristeza, la que se le supone al compositor muniqués, aquejado de una profunda depresión.
El buque se va acercando al muelle de una ciudad que es inconfundible: «La magnífica perspectiva, la deslumbradora composición de fantásticos edificios que la república mostraba a los ojos asombrados de los navegantes que llegaban a la ciudad; la graciosa magnificencia del Palacio y del Puente de los Suspiros, las columnas con santos y leones, la fachada pomposa del fantástico templo, la puerta y el gran reloj, y comprendió entonces que llegar por tierra a Venecia, bajando en la estación, era como entrar a un palacio por la escalera de servicio. Había que llegar, pues, en barco a la más inverosímil de las ciudades», escribe Mann.
Visconti y su guionista, Nicola Badalucco, cambiaron el oficio del protagonista, de escritor a músico, y se inspiraron en el compositor y director de orquesta Gustav Mahler para su protagonista. El realizador, apasionado de su obra, utilizó el inconfundible ‘Adagietto’ de su quinta sinfonía para atravesar la película de punta a punta, convirtiéndose en la más popular de las piezas del autor austriaco.
El buque hace sonar la sirena, pasa por delante de los dos faros de San Giorgio Maggiore y navega en paralelo a la ribera, mientras un grupo de soldados hacen ejercicio y corren por la Riva Ca di Dio, no lejos del Arsenal. Con la Punta della Dogana al fondo, el ‘Esmeralda’ espera a una motora que se le acerca para recoger el equipaje de varios viajeros, entre ellos, Aschenbach.
El director italiano ya había acudido a la capital del Véneto para rodar, 17 años antes, ‘Senso’, intenso melodrama de época a mayor gloria de Alida Valli del que ya hablaremos. Pero a sus 64 años, Visconti ya no ocultaba su homosexualidad, pese a que el machismo imperaba en la Italia de los años 70 en la que solo cuatro años después sería asesinado Pier Paolo Pasolini, el otro gran cineasta gay del país.
En sus primeras películas, el realizador hacía referencia a los personajes homosexuales de una forma más encubierta, pero en ‘Muerte en Venecia’ apenas lo disimuló. Para interpretar al protagonista eligió a Bogarde, también gay, con quien ya había trabajado en ‘La caída de los dioses’, dos años antes. Silvana Mangano, Marisa Berenson, Mark Burns y Romolo Valli completaron el elenco, con el adolescente sueco Björn Andrésen como Tadzio.
Os decía antes que los gondoleros del inicio del filme esperaban encontrar clientes ricos a los que pasear entre los pasajeros del barco. Aschenbach es uno de ellos. Quiere visitar la Piazza San Marco antes de ir al hotel y decide tomar una góndola con su equipaje, pero el hombre no le hace caso y le lleva directamente al Lido, pese a que el compositor le advierte que no le piensa pagar. Al llegar a su destino, el gondolero deja las maletas en el muelle y se marcha rápidamente, sin cobrar.
Instalado ya en el hotel, el músico pasea por la playa del Lido, observa a las familias de veraneantes y realiza breves excursiones al centro de Venecia. En una de sus visitas, observa a Tadzio y a sus hermanos paseando por la ciudad con la doncella de la familia. Les sigue en un recorrido laberíntico desde la Piazza San Marco hasta el Campiello dei Callegheri, donde están desinfectando un pozo de la plazoleta.
Aschenbach se da cuenta de que una epidemia de cólera está afectando a la ciudad, pero que las autoridades disimulan para evitar la huida masiva de los turistas. Avisa de la situación a la madre de Tadzio, que toma la decisión de marchar, ante la mirada triste del compositor, que decide quedarse en el hotel.
Visconti decidió filmar la película en el mismo escenario descrito por Mann, el Gran Hôtel des Bains, situado en la calle Lungomare Marconi, número 41, si bien los interiores fueron rodados en estudio. Aún existen casetas en la playa del Lido. No son tan glamourosas como las de la película, en una de las cuales Aschenbach escribe a la sombra de un toldo mientras se seca el sudor y mira a los bañistas.
Son numerosas las estrellas de cine y otros personajes famosos que se han alojado en ese hotel a lo largo de los años, especialmente durante la Mostra de Venezia, desde Liz Taylor hasta Robert de Niro, del último rey de Egipto, Faruk, al último Sha del Irán, Mohammad Reza Pahlevi, sin olvidar a la famosa periodista estadounidense Elsa Maxwell, más conocida como la ‘cotilla’ de Hollywood.
Como curiosidad os diré que el hotel fue utilizado como escenario en ‘El paciente inglés’ (1996), de Anthony Minghella, para simular ser el legendario Shepheard de El Cairo, dado que su fachada tenía cierto parecido con la del Hotel des Bains. Por desgracia para los fans de la película, actualmente está cerrado y tapiado con chapas de metal en todo su contorno, a excepción de la puerta principal.
En febrero de 2021, los directores Kristina Lindström y Kristian Petri estrenaron el documental ‘The Most Beautiful Boy in the World’ en el prestigioso festival de cine de Sundance, que apadrina el actor Robert Redford. Su protagonista es Björn Andrésen, aquel guapo adolescente que se convirtió a su pesar, por culpa del filome de Visconti, durante varios años en objeto de deseo gay. Un hombre que, ahora, es un anciano de aspecto enfermizo, con barba y melena blancas.
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