Como digo en el título, hay SUELDOS, con mayúsculas, y sueldos.
Hemos aceptado siempre que esa diferencia se debe a un global que integra desde los estudios hasta la experiencia, pasando por la responsabilidad del cargo que ostentas y el éxito del trabajo realizado.
La duda, para el común de los mortales, nos asalta cuando nos enfrentamos a una situación de crisis, con millones de parados, y el sujeto a criticar es un político.
Con esto me refiero a algunos altos cargos de la Administración (la española, en general, y la catalana, en particular), que tras retirarse de la primera línea de la política, se «prejubilan» con un sueldo que ya quisiéramos todos. El reciente caso de Ernest Benach resulta paradigmático, pero también hay mucho exministro suelto por el mundo.
Son los propios parlamentarios quienes se otorgan y aumentan o reducen (como en esta última legislatura) el jornal, pero el suyo no tiene nada que ver con el mío ni el de los parados ni con los que necesitan 400 euros de ayuda cuando han llegado al final del desempleo.
¿No deberíamos atajar estas situaciones?
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