Ayer, Jueves Santo, me llamó un amigo para preguntarme qué dónde andaba, que si estaba de vacaciones en el Caribe, en Egipto o en el crucero que acababa de embarrancar en Grecia.
Estuve a punto de contestar que estaba en medio de una procesión de Semana Santa en cualquier ciudad castellana.
Pero tras un ataque de tos, le tuve que decir que estaba haciendo penitencia, pero en la cama, donde estaba postrado desde el lunes. La culpa: un gripazo considerable que aún me retiene entre sábanas.
Todas estas horas de malestar general y dolores de cabeza te hacen pensar en lo bien que se está cuando uno está sano, en la poca importancia que damos a la salud cuando se disfruta de ella.