Para los aficionados a la meteorología, que son muchos y, en Catalunya, apasionados, la presencia en TV-3 de Mònica López fue una brisa de aire fresco. Ahora lo es en TVE.
No digo que sus compañeros de armas, Tomàs Molina, Francesc Mauri y compañía, no lo hagan bien, no. Digo que ella –como Alfred Rodríguez Picó, por ejemplo– tiene un don: naturalidad y espontaneidad en pantalla que, unidos a sus conocimientos, se agradece mucho.
Cuando anunció su marcha de la cadena pública catalana a la estatal, muchos lo lamentamos.
Um… con los mapas de España no lo hará bien, pensábamos.
Hacía tiempo que los diferentes canales de TVE estaban necesitados de un cambio: tecnológico, informativo, de estilo y formas.
Mònica López puede imprimir ese cambio que la tele estatal necesitaba. No lo tiene fácil, porque la sombra de sus predecesores es alargada. Hay otros y otras colegas, tan jóvenes como ella o más, que han de sacarse de encima la herencia de José Antonio Maldonado (sus últimas declaraciones contra su empresa y sucesora en El País son de aúpa, aunque posteriormente mantuviera las formas), Paco Montesdeoca y compañía.
Su legado quizá sea grande, pero ya tenía olor a naftalina.

(por cierto, Ferran Monegal, habla hoy de ella en su columna de El Periódico)