Como sabéis, tiendo a alargarme en exceso. Por eso, el otro día, en la entrada sobre el Valle de Lord, os dejé sin explicar la parte final, con los detalles de la peripecia allí pergeñada: el intento de ver la prisión natural de la sierra de Busa.
La prisión está en un extremo del Capolatell, la especie de meseta rodeada de riscos a la que nos queríamos dirigir. Una profunda hendidura separa una parte de esa montaña del resto de la planicie, lo que aislaba totalmente el lugar, al que sólo se podía acceder usando un puente levadizo.
Durante la guerra de la independencia española contra la invasión napoleónica, llamada guerra del francés en Catalunya, a inicios del siglo XIX, una parte de aquellos enormes e inexpugnables riscos fueron usados como campamento militar de las tropas o los guerrilleros catalanes.
No eran tiempos de contemplaciones con el enemigo y a los franceses que habían sido hechos prisioneros se les abandonaba allí, muchas veces sin alimentos ni ropa de abrigo. Quien no moría de hambre o de frío optaba por saltar al vacío, en un vano intento de huida.
La ruta a pie sugerida por Turisme del Solsonès para llegar a la Serra de Busa y el Capolatell es muy bonita, pero exigente y relativamente larga: cerca de 12 kilómetros y casi cuatro horas de trayecto. En nuestro caso, dado que somos personas mayores, aunque estamos acostumbrados a caminar siete u ocho kilómetros diarios en asfalto, la duración prevista se alarga siempre.
Como podéis ver en el gráfico, la ruta se inicia en un lugar habilitado para aparcar los coches muy cerca del albergue de Les Cases Altes de Posada y de la ermita de Santa Eulàlia de les Cases, a unos seis kilómetros escasos de Sant Llorenç de Morunys en dirección a Solsona.
Nosotros seguimos las indicaciones del track y al poco tiempo, después de un buen trecho en ascenso, nos encontramos con los restos de la masía Casa Llobeta y de la ermita dedicada a Sant Iscle i Santa Victòria. No hay excesivas indicaciones y salvo algún pequeño poste vertical, hay que estar atentos al GPS para no despistarse.
Pese a que aún no era la hora de más calor y buena parte del itinerario discurre a la sombra de los árboles que abundan en la zona, lo cierto es que a las dos horas y media de subida llegamos a avistar la Casa Vila, pero después de comer un trocito de coca que llevábamos en la mochila, decidimos que era más prudente dar media vuelta. Otro día sería.
La razón de esa prudencia hay que buscarla en varios factores: llevábamos litro y medio de agua, quizá algo escaso para el calor que hacía; en lugar de un buen bocadillo para comer (la idea era acabar la ruta antes de las 3 de la tarde) llevábamos unas barritas energéticas y unas almendras por si se alargaba la ruta.
La ruta sugerida es circular y pasa por el Cogul, una bonita cima de 1.526 metros, para luego regresar al punto de partida. Y en ella no está contemplada la desviación hacia la prisión desde la Casa Vila, situada en el Pla de Busa: un par de kilómetros más y un mínimo de otra horita para llegar y ver el lugar.
Lo que os decía: decidimos regresar por el mismo camino, ahora en bajada. Y si la subida la habíamos hecho en dos horas y media, el descenso no llegó a hora y media. Eso sí, a buen ritmo. Un punto que nos pareció un poquito más complicado durante el ascenso (incluso con el track entre las manos tuvimos nuestras dudas) lo solventamos muy bien en la bajada.
Tras haber reparado fuerzas en un restaurante (el Vilasaló, que está bastante bien), de regreso al hotel la dueña nos explicó que había una forma más cómoda de llegar a Busa: en coche, mediante un rodeo de unos 40 kilómetros, pasando por las poblaciones de Olius y Navés. Habrá que estudiarla para el próximo intento.
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