Me ha sorprendido la virulencia de la campaña orquestada por grupos de internautas contra la nueva ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, a la que no conozco personalmente, sino por su desigual trabajo en el mundo del cine.
En toda esta historia, hay una petición en la que todos estamos de acuerdo: el acceso a la cultura es un derecho fundamental. Pero, ¿gratis total?
Los ataques a la nueva ministra provienen, en general, de sus declaraciones contrarias a la piratería y a las redes P2P. Una asociación de usuarios de internet ha pedido ya su dimisión por su «adversión y beligerancia contra el progreso tecnológico». El reconocido bloguero Mangas Verdes califica su postura de «talibán» contra el P2P, citando una entrevista del diario ABC con la cineasta:
«Hay que organizar completamente la difusión y la copia de las obras. No puede ser que los vendedores de equipos y los fabricantes cuenten con todo el beneplácito y el apoyo de la sociedad y en cambio quienes generan contenidos se queden sin recibir dinero por su trabajo. Si pudiéramos entrar en los supermercados y llevarnos las cosas sin pagar sería una catástrofe. La piratería no la compensa el canon. ¡Sólo son unos céntimos! Mientras, el gran beneficiado es el que fabrica todos estos sistemas y el que vende la línea de ADSL.»
¿Talibán? A mí, como a todo el mundo, me gusta acceder gratuitamente a la cultura pero, insisto, ¿debe o puede ser gratis total?
Si no pagamos de alguna forma –y la SGAE no es la única ni la mejor fórmula de hacerlo– a quienes crean productos culturales, pronto dejarán de hacerlos. Y hablo de los creadores, no de la industria ni de los distribuidores e intermediarios…
Hace unos días, Catalina Serra hacía una interesante reflexión en El País (edición de Catalunya). La periodista partía de un hecho irrefutable: la impresionante afluencia de visitantes a los museos municipales de Barcelona, que han empezado a abrir de forma gratuita en la tarde de los domingos (como ya indiqué en este blog días atrás).
«Se ha instalado una especie de sensación de que la cultura ha de ser gratuita. No digo que no sea una buena idea hacer gratuitos todos los museos públicos. Me apunto a ello. Pero esto debería ir acompañado de una mayor inversión en estos centros (…) La cultura, bien hecha, es cara. Y eso lo hemos de asumir todos. O pasamos por taquilla o hemos de aceptar que se dedique más dinero público.»
Si alguien quiere subir su obra a internet y compartirla –cosa que yo mismo hago-, adelante. Pero quien desee cobrar por ello, está en su derecho a hacerlo.
Lo que ha de saber la Administración es que no puede ir en contra de lo que es una realidad: que la gente seguirá bajándose música y películas de internet. La cuestión es cómo hacer que esto sea rentable para los creadores: pasar por taquilla, pagar más impuestos o a partir de la publicidad, si la hubiere.
Ya que es inevitable el P2P, hagamos posible que los creadores puedan cobrar de los lugares que alojan sus obras, y no cerrándolos: que estas webs y servidores paguen a los autores una parte de los beneficios que obtienen con los miles de visitas que reciben.
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