Me gusta este chaval llamado Juan Manuel Montilla, más conocido como el Langui.
Hace unos días le vi en Buenafuente y me pareció valiente y también bromista.
Y hoy le describe así Víctor Amela, en una excelente entrevista –casi todas las suyas lo son– en el diario La Vanguardia.

«Llega tambaleándose, con andar espasmódico y manos retorcidas y pegadas al cuerpo, y traza una alambicada maniobra para dejarse caer en el sofá. Su fragilidad física (su «cuerpo escombro», dice él en una de sus canciones) le ha convertido en una persona fuerte. Demuestra, una vez más, que no importa lo que te pasa, sino cómo vives lo que te pasa.»

En su día me alegré del Goya que le dieron, y hoy también lo hago de que pueda escribir y publicar su historia en un libro, titulado 16 escalones antes de irme a la cama.
Le explica a Amela:

«He sido muy cansino con lo que me ilusiona: soy tenaz, ¡nunca me doy por vencido!»

Y Víctor le pregunta «¿En qué consiste el triunfo?».
La respuesta, otra vez, es ejemplar:

«En pelear cada día por lo que te ilusiona. Anímate valorando lo que tienes, y pelea. Y a mí no me digas que no se puede.»

Claro que sí, Langui. No hace falta que lo diga Obama. Me fío más de ti. Podemos.