Esta mañana he hecho colada. Hacía sol y había que aprovecharlo.
Mientras tendía la ropa en la azotea de mi edificio, se me ha acercado un gatito.
Ha olfateado la ropa húmeda y ha recibido un pisotón accidental por mi parte, porque ha sido esa sensación de algo mullido bajo mis pies lo que me ha alertado de su presencia.
Era un gato desconocido, de atigrado color canela, con rayas ligeramente más oscuras.
Joven y curioso, cuando le he llamado para disculparme, me ha mirado y ha aceptado las caricias.
Le decía ayer a mi amiga Mònica que no me gustan los gatos, que prefiero los perros… pero este minino ha despertado en mi sentimientos encontrados.
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