Después de resistirme durante días, con la cabeza llena de críticas negativas por doquier, por fin he ido a ver Avatar, la película de James Cameron.
De entrada, me dolieron los nueve euros que pagué por verla con las famosas gafas 3-D, pero no había más remedio.
Para quienes no sepan de qué hablo, les diré que la trama de este filme se sitúa en el futuro, en el año 2154, cuando los humanos han descubierto un valioso mineral en un remoto planeta, llamado Pandora, que supliría la falta de recursos energéticos en la Tierra. Pero el yacimiento principal se encuentra justo debajo del territorio de unos nativos, los navis, que evidentemente no quieren marcharse de su casa. Como es lógico, siempre hay un tándem empresario-militarista que decide actuar por las bravas.
Como se puede ver, nada original en apariencia: cualquier wéstern nos recuerda lo mismo, con los vaqueros echando de sus tierras a los indios a tiro limpio.
Lo último que había leído sobre el tema no era demasiado alentador: Ángel Quintana hacía una sesuda reflexión sobre «3-D: el cine de atracciones y el público modelo«, en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia, con estos dos titulares:
«¿Por qué mientras las pantallas exhiben el 3-D no cesan de surgir películas de pequeño formato que muestran un claro deseo de captura de lo real?
El regreso a las salas del formato 3-D, y Avatar es su última gran apuesta, significa, más allá de los cambios tecnológicos, el último intento de la industria del cine por afianzar un público»
Albert Serra, Vicente José Benet y Andrés Hispano completaban las firmas de los otros tres artículos.
Entre que el filme se ha convertido ya en el segundo más taquillero del cine y que ayer mismo llegaban a la redacciones la (algo estúpida) noticia de que «Avatar causa depresiones y pensamientos suicidas entre sus seguidores», la tendencia es a decir pestes de la peli.
Pues no, amigos, no va a ser mi caso.
Avatar tiene un argumento mil veces visto, en efecto; un guión que fusila ideas de otros muchos guiones y que reduce casi al infantilismo las ideas de ecología y bondad, sí, de acuerdo; y es casi, casi, como una de las atracciones de Eurodisney o Futuroscope…
Pero cuando me puse aquellas gafotas y metí en la historia, en el increíble universo que ha parido James Cameron y su equipo, volví a ser un espectador más, dejé aparcado lo más crítico que hay en mi alma de cinéfilo y disfruté como un enano en esa atracción de feria que sigue siendo el cine.
Por fin encuentro una opinión acertada referente a esta película.
Ciertamente, el espectador ha de ir a ver esta película con la idea de que es una superproducción cinematográfica con un argumento héroe/antihéroe repetido en la historia del cine hasta la saciedad.
Sin embargo, algunas opiniones que he leído sobre Avatar me hacen reflexionar:
¿Por qué muchas de las obras que generan elocuentes y grandilocuentes críticas no producen en las salas de cine más que grandes corrientes de aire? Sucede en no pocas ocasiones que una crítica positiva hacia una película parece mucho mas «elitista» cuando el producto en cuestión no llega a nadie o queda relegado al plano del olvido al cabo de unos meses (quizá porque nunca fué sacado de este).
También me hago otra pregunta:
¿Acaso no hay películas con argumentos tan sencillos como Avatar que, según muchos críticos, son grandes obras del género por su contexto histórico o simplemente por el nombre del director?
Txerra, te pido que me contestes.
Saludos.
Tienes toda la razón, Miguel. Pero has de tener en cuenta algo que a veces se nos olvida: la crítica es un género de opinión. Por lo tanto, describe aquello que una persona opina y que puede no sintonizar en absoluto con los gustos del gran público. De ahí, que si no logras detectar esos gustos, tu influencia será nula.
El ejemplo más claro lo tienes con algunos programas de televisión, que concitan grandes audiencias, aunque su calidad deja mucho que desear. Pero no por ello has de dejar de poner de relieve lo que de malo (o bueno) tiene aquello que analizas.
Con respecto a Avatar, creo recordar a algún crítico que, de forma muy inteligente, dejó ir algo así como «pero, pese a todo, pasé un buen rato».
Lo ideal es analizar una película, remarcar las referencias que uno ha encontrado en ella y llegar a una conclusión, positiva o negativa con respecto a ella.
No sé si te habrá valido la respuesta, Miguel, pero podemos extendernos más.