Un Airbus de Air Comet (foto Wikipedia).

El título de hoy refleja lo que nunca te explican claramente en las agencias. Hace diez años, nuestro avión de Air Europa hacia Madrid salía de Barcelona a las 7 de la mañana del sábado 12 de julio de 2008 y el que nos iba a llevar a Costa Rica, perteneciente a la compañía Air Comet (aerolínea en quiebra un año después, en 2009, cuando cerró), tenía prevista su salida a las 11.45 horas.

Había que estar en el aeropuerto de El Prat hacia las 5.30 horas, así que hay que tuvimos que levantarnos hacia las 4.30 de la mañana. Nos dimos una duchita para despejarnos y tomamos un taxi. No había demasiada gente en nuestro mostrador, pero el aeropuerto bullía de gente. Parece mentira, pero hay mucha más gente de lo que pensamos que vuela a esas horas.

Tuvimos que facturar las maletas. Era la parte más pesada, porque tenías que recogerlas luego, en Madrid, para volver a facturarlas. Mejor así que te las pierdan antes de empezar el viaje en sí. Y eso le pasó a un pasajero, a quien le extraviaron el equipaje durante un rato y el avión salió con un cuarto de hora largo de retraso. Menos mal que el sol empezaba a brillar y no se veía ni una nube en el horizonte.

Ya en Barajas

Al aterrizar en Madrid nos despertamos del duermevela que iniciamos tras el despegue en Barcelona. Esperamos el típico y tópico (largo) rato para recoger las maletas en la terminal 2 de Barajas y nos dirigimos hacia la terminal 1, desde donde salía la compañía Air Comet.

Al llegar frente a sus taquillas, nos indicaron que podíamos facturar ya nuestro equipaje. Fuimos hacia la cola, que parecía escueta… Falsa alegría: el resto de pasajeros habían dejado una brecha entre la hilera, larguísima, y los mostradores de embarque para no dificultar el paso de otros pasajeros del aeropuerto. Una hora más tarde pudimos desembarazarnos de las maletas e ir a desayunar.

Con las tarjetas de embarque en nuestro poder, nos acercamos a la puerta designada, pero en lugar de la hora prevista, terminaríamos por salir hacia las 13.30. Hice unos cuantos cálculos mentales y empecé a sospechar que mi previsión inicial de ver el centro de San José esa misma noche quizá no sería posible, pese a que las siete horas de diferencia jugaban a nuestro favor.

Dentro del avión

En el avejentado aparato llevábamos las piernas encogidas por unos asientos bastante justitos. Comimos un par de veces y paseamos arriba y abajo por los pasillos de la aeronave. Los pipís, los necesarios, porque uno de los lavabos se atascó al cabo de tres horas y había que hacer cola.

Aeropuerto Internacional Norman Manley de Jamaica.

Tras ocho o nueve horas de vuelo, el comandante anunció que teníamos que hacer una breve escala técnica en Jamaica para repostar combustible. Eché una ojeada a la revista de la compañía, donde aparecían los diferentes modelos de avión de Air Comet y, pese a que habían dicho que era un vuelo directo, parece que el aparato en el que volamos no tenía autonomía para realizar el trayecto de un tirón.

A todo esto, el piloto añadió, como causa de la parada, que habíamos tenido que sortear la cola de un huracán y que, en esos momentos, había una fuerte tormenta sobre San José de Costa Rica, la capital ‘tica’. ¡Vamos! ¡Un huracán! ¡Y una tormenta! ¡Pero si antes de salir de España habíamos mirado las previsiones de la meteo de diferentes países de la zona y no había ninguna noticia al respecto!

Fumigados

Antes de efectuar el aterrizaje en Jamaica, los tripulantes de cabina nos fumigaron a todos: eran órdenes del Gobierno jamaicano para todos los aeroplanos que llegaban a la isla, no fuera a ser que les lleváramos alguna plaga en forma de insectos. No nos dejaron levantar de los asientos, aunque sí desabrochar los cinturones de seguridad: y es que, si se incendiara el combustible que nos estaban poniendo en los depósitos del avión, habría que salir pitando… si diera tiempo.

Aeropuerto Internacional Juan Santamaría (foto Wikipedia).

Aterrizaje

Bueno, el pasaje nos tomamos la parada con humor y, cuando finalmente aterrizamos en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, aplaudimos a la tripulación. Eran las 5 de la tarde hora ‘tica’ (1 de la madrugada hora española, en horario de verano) y habíamos estado unas 12 horas en el interior del avión.

Cuando finalmente salimos del aparato, una bocanada de aire cálido y húmedo nos dió la bienvenida a Costa Rica. Quizá había llovido, porque había algunos charcos, pero el calor ambiental parecía incompatible con la lluvia como la entendemos en España, generalmente más fría.

Tras la recogida de equipajes –¡bien, no nos perdieron las maletas!–, varios empleados de Mundicolor nos dirigieron hacia un autocar que nos esperaba en el exterior del aeródromo y que nos acercaría a un hotel situado a medio camino entre el aeropuerto y la capital, San José.

Hotel Best Western Irazu

El hotel

El hotel de la primera noche fue el Best Western Irazu, un establecimiento aséptico y funcional. Al bajar del autobús ya era de noche. En Costa Rica hacen vida siguiendo su horario solar. Así, a las 6 de la mañana ya es de día y todo el mundo se pone en marcha. Y a las 6 de la tarde ya es de noche y la gente cena y se retira a sus casas. La diferencia horaria con España era entonces de ocho horas (siete si hubiéramos estado en invierno).

Preguntamos por la posibilidad de visitar la capital tica, pero alguien señaló que era bastante fea y poco segura al caer el sol, así que, cansados, descartamos acercarnos a San José. No estaba muy lejos, a unos seis kilómetros, pero había que tomar un taxi y estábamos cansados del viaje.

Eso sí, teníamos apetito y, como el restaurante del hotel destilaba cierto aroma de burger gringo, atravesamos la calle y tomamos un emparedado y una ensalada en otro local más acogedor. Eran sólo las 9 de la noche hora tica (5 de la madrugada en España), pero caímos rendidos en la cama.