Hace ahora 40 años, ni más ni menos, que debuté a lo grande (es un decir) en El Dominical de El Periódico de Catalunya. Fue el 24 de enero de 1982. Cuatro décadas de práctica del periodismo me separan de aquel estreno. Lo propició mi querida Margarita Rivière.
No fue mi primer artículo como aspirante a reportero, porque ya me había estrenado en el vespertino Tele/eXpres en 1979, gracias a Josep Maria Huertas Claveria, mi primer gran maestro, jefe y mentor en aquel verano. Después, durante un breve periodo de 1980, me repescó Manuel Campo Vidal, hasta el definitivo cierre de aquel diario y del Grupo Mundo.
Por entonces, El Periódico vivía en el mismo edificio de El Noticiero Universal, en la esquina de las calles Llúria y Diputació, e hice un breve reportaje sobre Zoltán Czibor (con Kocsis y Kubala, los tres grandes jugadores húngaros del FC Barcelona) que me encargó, de chiripa, Miguel Ángel Bastenier, responsable entonces de la sección Internacional. No recuerdo apenas nada del tema, ni guardo recorte alguno de aquella colaboración esporádica.
Seguí con algunos trabajos de subsistencia por las mañanas, mientras estudiaba por las tardes en la (entonces llamada) Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Autónoma de Barcelona. Acababa de empezar el quinto y último curso de la carrera de Periodismo cuando un día de otoño coincidí con Carlos Pérez de Rozas, uno de los fundadores de El Periódico que, entonces, era profesor de la facultad.
Le pregunté si creía que había algún trabajo posible para mí en su diario y, con su habitual optimismo, me sugirió que fuera a ver a Margot Rivière, jefa de sección del suplemento Dominical. Ella fue una de las primeras mujeres periodistas catalanas, una pionera que había comenzado en el mundo de la moda y en el de la información cultural. Muy pronto, además, se convirtió en una magnífica entrevistadora y articulista.
Ni corto ni perezoso, me presenté en la nueva y recién estrenada sede de El Periódico, en la esquina de las calles Comte d’Urgell y Diputació. Pregunté por Margot, con la excusa de venir de parte de Carlos y me recibió al cabo de un rato. Le dije que era estudiante en busca de trabajo y me preguntó si leía el diario y si seguía los temas del suplemento.
¡Glups! Fui sincero en mi respuesta: no. Pero ante su mirada de sorpresa –debió pensar «qué cara tiene este muchacho en venir a pedir trabajo sin saber qué hacemos»– decidí explicarme: leo los diarios en la universidad, porque no tengo dinero para comprarlos, confesé. Y era cierto. Mi economía no daba ni para comprar periódicos.
Volvió a mirarme e hizo el primero de los muchos gestos que tuvo conmigo: «Toma, lee estos suplementos. Cuando lo hayas hecho, vienes a verme y me propones una lista de temas», dijo con un puntito de ironía, al tiempo que me entregaba un montón de ejemplares. Le di mil gracias y le aseguré que me tendría allí mismo al lunes siguiente.
Su generosidad fue enorme. Ese fin de semana devoré el Dominical y, tras consultar en la Biblioteca otros suplementos de otros diarios, en especial el de El País, elaboré una lista de temas posibles que aún no se habían tocado en El Periódico. De entre todos ellos, Margot me propuso que escribiera uno sobre Andorra, pero más allá de las compras.
Al cabo de un par de días me dirigí a los Pirineos en un Seat 850 de segunda mano que fallaba más que una escopeta de feria, pasé la frontera y me dirigí al cámping de Andorra la Vella, donde instalé una vieja tienda de campaña que llevaba conmigo. En aquel momento, no imaginaba el frío que iba a pasar esa noche.
Pero ese día y el siguiente hice el reportaje que, unas semanas después, vería la luz en el apartado final del Dominical, denominado ‘De todo un poco’ y en la zona de ‘Compras’, aunque el título ya indicaba que Andorra era algo más que un bazar. Dos páginas que podéis ver en esta entrada, con fotos propias.
Era un magnífico suplemento que abría un extenso reportaje de Gonzalo Pérez de Olaguer sobre los 20 años de la compañía teatral Els Joglars y que incluía, además, una entrevista con Jordi Solé Tura, a cargo de Marius Carol, más tarde director de La Vanguardia; y un reportaje sobre la cuarta edición del Rally París-Dakar, escrito por el piloto de motos Juan Porcar.
Sigo con Andorra. De entrada, ofrecía al lector elementos básicos y precisos. Cómo llegar al destino: eran 226 kilómetros desde Barcelona, por carretera, pasando por Igualada, Pons y La Seu d’Urgell. Cuánto costaba el viaje: unas 2.000 pesetas en gasolina (12€). La súper de 98 octanos, en Andorra, para la vuelta estaba a 54 pesetas el litro (0,32€), casi la mitad que en España.
También había que comer: había menús de mediodía de 275 a 400 pesetas (de 1,6 a 2,4 €), y eso que la comida no era barata en el país pirenaico. Como era lógico, hice un repaso, tienda a tienda, de los precios de productos más comprados por los españoles: televisores (¡en color!), vídeos (¡Beta!), cámaras fotográficas, radiocasetes, relojes, joyas, licores…
Y acabé el reportaje con algo diferente al tema central y que yo acababa de descubrir en aquel mi primer viaje a Andorra. Os reproduzco: «Lo que no ven los turistas de 24 horas en sus rapidísimos viajes de compras es un amanecer precioso entre las altas cumbres que rodean los valles andorranos. Tampoco nadie puede imaginar que, en sus 472 kilómetros cuadrados, Andorra posee la mayor concentración relativa de iglesias y ermitas románicas de toda Europa».
Y acababa citándolas en aquel último párrafo: «Sant Joan de Casella, Santa Coloma, Sant Cerní de Nagol, Sant Martí de la Cortinada, Sant Miquel de Engolasters son algunas de las más de 60 capillas y campanarios desparramados entre casas antiguas, lugares pintorescos y algún que otro castillo en ruinas».
Esto era hace 40 años, antes de que Andorra promoviera otro tipo de turismo y de que los españoles fuéramos allí sólo de tiendas. Y también mucho antes de que yo pensara en el periodismo de viajes, un género periodístico que tardaría varios años en retomar mediante numerosos artículos y un par de libros.
Por cierto: lo que cobré por aquel reportaje inicial apenas cubrió los gastos que tuve para llevarlo a cabo, pero no sabéis cómo disfruté escribiéndolo. Y me dio la oportunidad de empezar a escribir en El Periódico. Pero esta es otra larga, muy larga, historia.
Felitats per l’aniversari, gràcies per compartir els teus records i experiència. Salutacions
Moltes gràcies a tu, Joaquim, per llegir-me. Salut!!
Gran experiencia. Ya nos contaras algún día tu reportaje sobre Czibor
Gracias, Jaume!
M’ha agradat molt llegir-te!
Gràcies, Marta!