Como otros muchos periodistas, Rosa María Artal sufrió en sus carnes esa desgracia que afecta a miles de trabajadores situados por encima de los cincuenta y pico años que se llama ERE, aunque en su caso, como en el de otras empresas públicas o paraestatales, las condiciones económicas permiten sobrevivir muy dignamente al afectado.
Eso no tiene nada que ver con la angustia personal que produce y el despilfarro profesional que supone prescindir de personas que están aún en su mejor momento y que cuentan con un bagaje impresionante a sus espaldas.
Para quien no la recuerde, la zaragozana Artal fue una de las caras de los Telediarios de TVE a inicios de los años 80 y, después, una de las presentadoras y reporteras del siempre excelente Informe semanal de la cadena estatal.
A raíz de la polémica sobre el desmentido fichaje de Rosa Maria Calaf por parte del programa de Ana Rosa Quintana, en Telecinco, Artal ha escrito una entrada en su combativo blog que titula ¿Qué le ocurre al periodismo español?
Dice mi colega.
«La vieja utopía de “salvar el mundo” con el periodismo -que nos animó a algunos ingenuos a escoger esta profesión-, se ha abandonado al punto de cambiarla por un pragmático empeño: “ayudemos a que se hunda más».
Ahí es nada.
Y aun estando de acuerdo con muchas de sus ideas, no comparto personalmente estas frases:
«Los periodistas aceptan ruedas de prensa sin preguntas, es decir, declaraciones unilaterales (…) De la misma manera, aceptaron los medios en las campañas electorales que los partidos seleccionaran el «corte» a emitir, el que más les favorecía, cuando un profesional debe resaltar lo que a su juicio tiene más valor o controversia en las declaraciones.»
Es una generalización injusta. Rosa María Artal sabe que una cosas son los medios públicos y otra, los privados, y que incluso dentro de los públicos, hay grandes diferencias (qué me dice de la actitud de sus compañeros de TV-3, por ejemplo, reivindicando el derecho a explicar bien las cosas en periodo electoral?), que existen comunicadores muy bien pagados, que mezclan información y opinión, y otros, que simplemente hacen su trabajo lo mejor posible.
En el fondo, el problema que tenemos es saber que somo unos simples trabajadores a los que su patrón puede despedir en cualquier momento, mediante un ERE o una simple patada en el trasero.
Artal ha recibido en su blog muchos comentarios, muchos. Pocos entienden que existen estas dos categorías de profesionales: las empresas, en el fondo, los poderosos, pagan a esos comunicadores para ser altavoces de un tipo de sociedad de cartón piedra, donde el entretenimiento sea el circo de un pueblo sin pan, metido en una crisis económica de la que se salvan muy pocos. Ellos mismos, los que salen a diario en los programas del corazón, de yate en yate, de piscina en piscina, de Belen Esteban a Coto Matamoros, mientras los espectadores se lo miran hundidos en el sofá. Pura miseria audiovisual.
Y en efecto, tienen los mayores índices de audiencia, pero también los tienen los diferentes telediarios, y eso significa que los periodista aún gozan de credibilidad.
Sigamos en esa línea: ser creíbles, no mentir a nuestros espectadores, a nuestros lectores.
Muchas gracias colega por esta atención y bien hacer. Como sabes muy bien en una entrada de blog no cabe todo lo que uno piensa, ha de hacer una selección. Este al que te refieres ha sido el más largo de cuantos he escrito. Intervine también en dos comentarios. A lo largo de todo el blog van saliendo ideas. Hay muchas más en el libro y no es porque pretenda publicitarlo porque, además de que costaba 14 euros, imagino que ni ya se encuentra. Pero no cabe todo. Se elige.
Los «husmeabragasybraguetas» -en genial defición de Luis del Val- nos hicieron mucho daño. La audiencia identifica a esos aprovechados con el periodismo. Tendríamos que luchar por dotarlos de otro nombre, yo los llamé, en un reportaje, «empleados de programas de entretenimiento» y así salió.
Pero también destaco en todo lo que te refería, los que se juegan la vida por informar, o el curro. No lo tenéis fácil los que estáis en activo, pero no creas que lo hemos tenido nosotros. Uno ha de conformarse con intentar mantener la dignidad, a cambio –eso sí– de no obtener cargos ni grandes remuneraciones. Aún así es un lujazo que te echen con dinero suficiente para vivir, pero no por ese privilegio voy a callarme. Amo apasionadamente el periodismo, quiero que lo cambiéis, que luchéis por él. Pero entiendo lo que os pasa y, aún con toda la añoranza, ya no me cambiaría apenas por ningún periodista en activo. Han acogotado a la profesión.
Con todo, las protestas han sido testimoniales y sí mantengo la crítica a las ruedas de prensa sin preguntas, a los cortes enviados por los partidos y, sobre todo, a los debates en el que el moderador es un figurín, porque esos suelen ser «estrellas» y sí que cobran.
Siempre tendremos… Internet. Lo he dicho varias veces ahí, pero es un trabajo y gratis.
En fin… encantada de saludarte.