Hace un par de días, Quim Llena, el consejero de Agricultura, Alimentación y Acción Rural de la Generalitat de Catalunya, criticaba la reducida oferta de vinos autóctonos en las cartas de los restaurantes y reclamó a los empresarios del sector que potencien los caldos catalanes.
La cuestión no es sólo geográfica, sino de calidad…
La noticia me recordó una conversación que mantuve la semana pasada con Josep Ferret, el propietario de las Bodegas y Cavas Ferret i Mateu.
Ferret estaba desanimado: «Las ventas han bajado, la competencia ha subido y las nuevas leyes de Tráfico no ayudan al sector… ¿Qué he de hacer? Mira, ¿ves este terreno [señalando un solar anexo]? Estaba destinado a un nuevo lagar, pero ya no. Estoy a punto de cumplir los 65 y prefiero dedicarlo a construir pisos».
Es una lástima, porque Ferret ofrece una correcta relación de calidad y precio.
En el mercado hay vinos corrientes, los llamados de mesa, cuya calidad deja mucho que desear. Otros, de marcas renombradas, en los que pagas más la fama que el líquido.
Lo importante es que haya buenos vinos a unos precios razonables y que los restaurantes no se empeñen en cobrártelos a tres o cuatro veces su valor real… cosa habitual, por desgracia.
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