Instalación de Muntadas. Foto de Txerra Cirbián.
Hace unos días citaba en este mismo diario la Bienal de Arte de Venecia, que este año ha contado con dos comisarias españolas, María Corral y Rosa Martínez.
Siempre me ha interesado el arte y, cuando puedo, me acerco a ver las nuevas exposiciones, sobre todo las que albergan los grandes museos y, en menor medida, las salas comerciales.
Por eso, pese a que Venecia tiene otros muchos atractivos, ya antes de viajar hacia allí, me sentía en la obligación de visitar la Bienal.
No sé exactamente qué esperaba encontrar en ella. Quizá una selección de lo mejor de lo mejor en el campo del arte actual, lo más nuevo entre los artistas del momento…
Como ocurre con muchas otras exposiciones, hay cosas que te asombran, otras que te dejan frío y algunas de las que piensas que te están tomando el pelo.
Reconozco que soy un ignorante en muchas cosas… No me cuesta admitirlo, aunque en este mundo tan competitivo, el más tonto hace una O con un canuto y el más listo se viste de posmoderno y explica maravillas de cosas que ni conoce ni entiende.
Uno de los campos en los que me siento más perdido es el arte actual. Ya no hablo de las diferentes corrientes e ismos pictóricos y escultóricos, la ya clásica abstracción o el pujante hiperrealismo próximo al cómic. Ahora, lo que se lleva es el vídeo y las casi omnipresentes instalaciones que llenan las salas de los museos de arte contemporáneo de todo el mundo.
Recuerdo, así de memoria, una serie de cajas de carton sobre cuyo fondo se proyectaban las imágenes; unas pantallas con media docena de actores famosos que, sobre fondo negro, repetían diversas frases, y un duelo de pies de un bailaor y una bailaora, quizá la pieza más divertida, aunque sólo sea por proximidad cultural.
Del fenómeno del videoarte me sorprende la utilización del formato vídeo para llevar a cabo unas peliculitas que, proyectadas en cualquier festival de cine o vídeo normal, muchas de ellas no pasarían de la primera criba. El tema, la duración, la proyección continua en bucle no pueden ser sus elementos definitorios. Otro problema es conseguir que el visitante se quede a visionar todo el metraje: un cuadro, una escultura, se puede ver en segundos, si se quiere. Una pieza de vídeoarte precisa de minutos… demasiado tiempo si no se logra atrapar al espectador desde el segundo inicial.
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