Venezia

Hace unos días estuve en Venecia. Desde hace unos años, es una ciudad a la que vuelvo cada vez que mi economía lo permite. Descartados los hoteles, por desorbitados, una buena opción son los apartamentos turísticos, más baratos y cómodos, y que te permiten acercarte a la vida cotidiana de los venecianos.
Sí, sí… venecianos. Existen. Se les puede ver con sus carritos de la compra saliendo de cualquier colmado o con sus portafolios camino de la oficina. No todo es turismo en la ciudad de los canales. Si uno se sale de los caminos trillados, de las dos clásicas rutas hacia la Piazza San Marco, se pueden descubir tranquilos rincones por doquier, con pequeñas tascas donde tomarse unos vinos y unas tapas.
Existen montones de guías de la ciudad, pero una de las que más me ha gustado en los últimos tiempo es La Venecia secreta de Corto Maltés, de Guido Fuga y Lele Vianelo, en Norma Editorial, en la que no hay fotos, sino dibujos. Es original, ofrece recorridos diferentes a los habituales por plazas y callejuelas poco transitadas y es sumamente práctica: cita baretos y restaurantes donde descansar y comer bien por precios adecuados.
Citar Venecia sin citar la Mostra de Cine o la Bienal de Arte parecería tonto por mi parte. A la primera fui en alguna ocasión por trabajo. No deja de ser tan apasionante como agotador. Para quien lo ignore, se ha de decir que la jornada laboral de un crítico de cine empieza a las 9 de la mañana, con la primera proyección para la prensa, y sigue durante horas y horas a un ritmo de pase, rueda de prensa, pase, entrevista, redacción de la crónica, envío al diario, radio o tele que te ha enviado y, si tienes tiempo, comer algo deprisa y corriendo. Además, la Mostra se desarrolla en el Lido, justo enfrente de Venecia, a unos 15 minutos de vaporetto, casi una eternidad para el agotado cronista del festival.
Y la Bienal de Arte…? Uf…! Ésta es otra historia y os la explicaré en otro momento.