La perra de la imagen se llamaba Tana, una hembra de pastor alemán.
Estaba enferma. Coja y ciega desde hacía tiempo, con un tumor que se había extendido cada vez más, aún paseaba a trompicones con su dueña hasta hace una semana. Pero hay momentos en que es necesario tomar una decisión.
Entre los humanos le llamamos eutanasia y seguimos debatiendo la cuestión sin ponernos de acuerdo.
Una muerte siempre es ausencia, y el dolor y las lágrimas se sienten y derraman por quien nos deja. Tana murió el sábado en manos del veterinario, apoyada en el regazo de su dueña. Y trece años son muchos al lado de un animal como para no llorar su pérdida.
A veces, sólo a veces, el destino parece querer compensar las pérdidas.
Esa misma tarde, una familia que no podía o quería hacerse cargo de un cachorro, una preciosa golden retriever de unas pocas semanas, se la regaló. Se llama Xira, nombre portugués de Sira con cierta sonoridad catalana. No para de enredar y ya nos ha encandilado a todos.
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