En la cadena autonómica catalana TV-3 hay un programa titulado El foraster, que seguramente será pronto copiado por alguna otra tele del resto de España.
Ya pasó en su día con Afers exteriors, una idea de Miquel Calçada directamente fusilada por todos esos espacios que buscan por el mundo españoles, madrileños, andaluces, gallegos… Pero la idea del forastero que llega a un pueblo e interactúa con los lugareños no es fácil: no sólo hay un buen equipo detrás de la cámara, sino que quien está delante de ella ha de saber empatizar. Y Quim Masferrer lo logra.
Hace unos días escribí sobre él en El Periódico: Quim Masferrer, buena gente.
Si nos miramos la tele con perspectiva española, ser líder de audiencia en Catalunya quizá no sea nada. Para quienes vivimos y trabajamos aquí, que un programa tenga una cuota de pantalla igual o superior, en este territorio, que, por ejemplo ‘Top chef’, la noche pasada, en el conjunto de toda España, es todo un triunfo. Vamos que nuestro Alberto Chicote, salvando enomes distancias, fue ayer Quim Masferrer y ‘El foraster’, en TV-3.
Sirva esta presentación para que el lector que no acostumbra a poner TV-3 y que opta por otras cadenas, ya sea por el idioma o por otras razones, sepa que esta televisión pública tiene excelentes programas en su parrilla. Uno de ellos, el que les acabo de citar, con este actor, alma del grupo Teatre de Guerrilla, al frente.
Hace unos días, mi compañero Ferran Monegal, maestro de la crítica televisiva escribía sobre el espacio: «La impresión inicial, la del chistoso que se acerca a escudriñar a los lugareños, ha quedado matizada con dosis de sensibilidad, mirada simpática y punzante intención.»
Les confieso que me he convertido en un fan de este programa. Quizá porque soy de pueblo, aunque haya nacido en una capital, y porque he sido forastero en muchos lugares. Masferrer es un hombre de pueblo, en el sentido menos peyorativo del término. Se lo explico: en un pueblo, la gente se saluda, habla, chismorrea, se ama, se odia y se ayuda mucho más, y con más intensidad que en una gran ciudad, donde prima el anonimato y el no saludo en la escalera ni en el ascensor.
Y un chaval que sabe tratar con cariño, humor, picardía y sensiblidad a la gente de pueblo, sintiéndose uno de ellos, como ellos, sin alejarse de ellos ni sentirse superior, empatiza de una forma que trasciende a la pantalla. Se ve. Se nota.
Esta sábado, el suplemento TeleTodo de este diario, publicaba una extensa entrevista de mi compañera Inés Álvarez con el actor. De una de sus frases surgió el título: «¡Dios nos libre de reírnos de nadie!». Porque de eso se trata: de que en su monólogo, con la gente de los pueblos que visita, todos los vecinos se ríen, porque Quim Masferrer no se ríe de ellos, sino con ellos.
Existe un gran trabajo detrás del actor, de quien da la cara en ‘El foraster’, un equipo que no se hace notar, empezando por quienes mueven las cámaras sin que molesten a sus personajes. Un trabajo de preproducción, guion, realización y montaje que muestra una absoluta sensibilidad hacia el material grabado previamente y que luego se les presenta a sus protagonistas.
Solo así se entienden momentos poéticos de intensa emoción, que pillan por sorpresa al propio Quim Masferrer y le dejan casi sin palabras. Anoche, en su visita a la Vall Fosca, acudió a la casa de una anciana de 90 años, en compañía Tomàs, de uno de sus hijos.
Este buen hombre, que le había enseñado un rato antes la ermita quizá más pequeña de Catalunya, le abrió con generosidad la casa familiar, Casa Jaumet. Y allí estaba de doña Elvira, viuda nonagenaria, que le enseñó a Masferrer un texto con las palabras de su esposo, poco antes de morir, rodeado de todos sus hijos. Y la mujer leyó aquellas frases, que el lector puede encontrar el corte hacia el minuto 23 del programa: «T’estimo molt», empezó la mujer y recordó las palabras del marido fallecido. A Tomàs se le llenaron los ojos de emoción y Quim Masferrer se quedó sin palabras («uf, què maco», dijo). Y esa emoción trascendió al otro lado de la pantalla.
De verdad, no me imagino esa escena en manos de alguna de esas teles que todos ustedes conocen y que no deseo citar. El director de ‘El foraster’ dio paso a unos planos del valle y una canción suave: «Las cosas son como son».
No me extraña que al final de cada programa, Quim Masferrer agradezca a los vecinos su entrega y les diga: «Sois muy buena gente». Pues eso.
Estic casi segur que qualsevol dia el programa titulat El foraster, de TV-3, serà copiat per alguna altra tele de la resta d’Espanya.
Ja va passar al seu dia amb Afers exteriors, una idea del Miquel Calçada directament afusellada per tots aquests espais que busquen pel món espanyols, madrilenys, andalusos, gallecs … Però la idea del foraster que arriba a un poble i interactua amb els vilatans no és fàcil: no només hi ha un bon equip al darrere de la càmera, sinó que qui està davant d’ella ha de saber empatitzar. I el Quim Masferrer ho aconsegueix.
Fa uns dies vaig escriure sobre ell a El Periódico: Quim Masferrer, bona gent.
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