El blog del periodista Txerra Cirbian

Etiqueta: Navidad

Luces de Navidad

Quizá os pensabais que eso de las luces de Navidad era cosa de Abel Caballero en Vigo, de Barcelona o Madrid. Pues no. También en Venecia se montan una operación luminotecnia que han llamado ‘Natale di Luce 2021’, iluminando plazas, calles, mercados y museos, además de contar con buena música.

Así, se iluminará la entrada a la ciudad de los canales en su conexión con tierra firme, así como la Piazza San Marco y la zona Marciana, así como las diferentes rutas de los distritos comerciales, incluidas los enlaces con las islas, de Pellestrina a Burano y de Murano a Sant’Erasmo, complementando así los actos momento de celebración del 1600º aniversario de la fundación de Venecia.

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Indiana Jones en Venecia

Como acabo de encontrar en internet a un fan de como yo de escenarios de películas y estamos en las fechas indicadas, os dejo aquí este regalito de Navidad: un fragmento del capítulo que he dedicado a Indiana Jones en mi libro Venecia de cine y el vídeo de Youtube que lo describe.

Quizá recordaréis que Indiana Jones y su amigo Marcus toman un avión hacia Venecia en busca del padre de nuestro héroe, Henry Jones. Ambos toman un vaporetto del que desembarcan junto a la Basílica de Santa Maria della Salute y allí se encuentran con la doctora Elsa Schneider.

Los tres se adentran en el barrio de Dorsoduro y caminan por la Fondamenta Gherardini, cruzan el Ponte dei Pugni y continúan por la otra parte del mismo muelle hasta llegar al Campo San Barnaba.

Elsa Schneider quiere enseñarles a Indiana y a Marcus la biblioteca donde Henry desapareció mientras buscaba pistas del Santo Grial en la sección de mapas de la ciudad. La imponente fachada de la iglesia de San Barnaba, con la torre de ladrillo detrás de esa biblioteca de ficción.

En efecto, San Barnaba ya no es una iglesia, sino que ejerce la función de sala de exposiciones, con una muestra permanente dedicada a las máquinas de Leonardo da Vinci.

Tras una serie de peripecias en su interior (tumbas, fuego, agua y ratas), Elsa e Indiana logran escapar a través de una alcantarilla, que abren en medio de las mesas de un café de la plaza y salen corriendo, perseguidos por los defensores de la Hermandad de la Espada Cruciforme.

Digamos que el Campo San Barnaba también ha sido el escenario de otras muchas películas, en especial de Locuras de verano, de la que hay también otro capítulo en el libro y que podéis hojear íntegramente y comprarlo, si os apetece, en la web de la editorial Ecos. También lo tenéis en Amazon, El Corte Inglés, La Casa del Libro, Fnac, Apple y Google Play.

Elsa e Indy aparecen junto a la Calle de Santa Lucia y los muelles industriales de Venecia, deonde se inician las escenas de una persecución en lanchas por unos canales. Ah… pero el viajero no encontrará esta localización: la verdadera calle de Santa Lucia desemboca en el Rio Terà Lista di Spagna y la Ferrovia. En cambio, en la ficción de Indiana Jones y la última cruzada, esa escena fue rodada en los citados estudios Elstree, días antes, en Inglaterra.

Después de la pelea entre Indy y Kazim, con la gran hélice de un barco detrás de ambos destrozando una de las barcas, la otra motora vuelve hacia el centro tras pasar frente a algunas localizaciones venecianas reales, como el Canal Lavraneri, un lugar situado en la parte trasera Sacca Fisola, una zona tan alejadas que prácticamente no la pisan nunca los turistas. Una vez en el canal de la Giudecca, la barca se desliza frente al hotel Hilton Molino Stucky Venice, que ocupa el imponente edificio de una antigua firma harinera.

La escena finaliza en el Gran Canal, a la altura del Puente de la Accademia. Detrás de los dos hombres, que hablan del Grial, van desfilando lentamente las fachadas de algunos de los palacios de ambos lados, como el Palazzo Venier dei Leoni, que alberga la Colección Peggy Gugenheim, y la bonita fachada del Palazzo Barbarigo. Finalmente, Indy deja desembarcar a Kazim en el muelle del Palazzo Barbaro, donde le explica que su padre está retenido por los nazis en un castillo fronterizo entre Austria y Alemania.

La mejor forma de admirar esos palacetes al borde del Gran Canal es, lógicamente, en una embarcación: la más barata, el vaporetto. También se puede acceder a los muelles más cercanos para observar los edificios desde la orilla contraria. Por ejemplo, el más cercano al último lugar es el Ponte dell’Accademia, mientras que la mejor perspectiva del Guggenheim puede ser desde justo enfrente, en la Fondamente del Traghetto de San Maurizio, muelle al que se puede llegar a través de la Calle Dose da Ponte, no muy lejos de la Piazza San Marco.

El chupete

reis mags d'orient

Esta mañana, paseando por la calle de Sants, me he encontrado a estos Reyes Magos, con fotógrafo incorporado, que cumplían con una muy sana misión: el niño entrega su chupete al rey de turno, que lo tira a la papelera, como forma de demostrar que ya no lo necesita, que ya ha crecido.
Pobre. La primera de una larga cadena de renuncias…

y…

Siempre me han gustado los puntos suspensivos al final de un texto.
Explica la RAE:0

Signo de puntuación formado por tres puntos consecutivos (…) –y solo tres–, llamado así porque entre sus usos principales está el de dejar en suspenso el discurso.

Y la Wikipedia:

Tienen el mismo significado gramatical que el punto, si bien indican al lector que la frase precedente podría continuar.

Joaquín Sabina los utiliza en «Lo peor del amor«:

Lo peor del amor es cuando pasa / cuando al punto final de los finales / no le quedan dos puntos suspensivos…

En este caso, aplíquenlo al final de este año… que sigue en el 2010, dentro de unas horas.

Regalar artesanía

Desde hace tiempo dejo para después de las fiestas los regalos de carácter textil: la ropa, para las rebajas, señores, y si no, que se inventen algo para disminuir los precios antes del día 6.
Pero como no es cuestión de dejar a la familia y a loos amigos sin un regalito, opto casi siempre por el regalo cultural (un libro, un disco, una película) o artesanal.
En diferentes puntos de Barcelona (como en otras ciudades) y, sobre todo, en la Gran Via, entre Rocafort y Urgell, se sitúan las paradas de la Asociación de Talleres Artesanos, donde se puede encontrar una oferta abundante.
Después de pasear por entre las casetas varios días, yo he encontrado muy interesantes, en particular, las que os detallo ahora: las joyas de Peca!; las terracotas de Iris; las lamparitas de Llums i Trons; las piezas de cartón de Felip i Cristina; y las esculturas de Pilar Mingorance.
Claro que, si os dáis un paseo, encontraréis más cosas.

Una rara tradición

Ignoro si en otras partes de España tienen alguna tradición especial asociada a la Navidad.
Me acuerdo, de pequeño, del Olentzero, en el País Vasco.
Y desde que vivo en Catalunya, me sigue resultando curiosa, rara si se quiere, la del Tió, un tronco al que los niños pegan con un palo y le hacen cagar regalitos y golosinas.

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Belenes

Un amigo de la familia, un señor de 90 años que gana en actividad a todos sus hijos, tiene la afición de montar el belén cada año, por estas fechas, para deleite de todos sus nietos, desde los más pequeños a los que ya trabajan.

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Vuelve Navidad y…

Mi amiga Margarita me envía una felicitación que reproduce un poema de Miquel Martí Pol y que quiero compartir con todos vosotros.

«Vuelve la Navidad y vuelve la pregunta: ¿proclamaremos la paz con las palabras mientras con el gesto favorecemos la guerra?»

Desde lo más profundo de mi corazón quiero desearos una Feliz Navidad y un Mejor Año 2009.
Lo necesitamos.

Dinar de Nadal per encàrrec?

Ja saben vostès, estimats lectors, que no tinc punyeteres ganes de parlar (encara) de Nadal.
Estic fins a la gorra de la febre consumista que ens agafa en aquestes dates i la meva idea era obviar el tema per gastat.
Però, mirin, acabo de rebre la típica felicitació nadalenca d’un conegut restaurant (que no citaré explícitament, perquè ho fan tots, absolutament tots) amb estrelles Michelin i m’ho he repensat.
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¿Cena de Nochebuena por encargo?


Ya saben ustedes, queridos lectores, que no tengo puñereras ganas de hablar (aún) de Navidad.
Estoy hasta el gorro de la fiebre consumista que nos coge en estas fechas y mi idea era obviar el tema por manido.
Pero, miren, acabo de recibir la típica felicitación navideña de un conocido restaurante (que no citaré explícitamente, porque lo hacen todos, absolutamente todos) con estrellas Michelin y me lo he repensado. Seguir leyendo

Luces de Navidad

No lo digo ahora por la crisis, sino que lo vengo diciendo y escribiendo desde hace tiempo (por ejemplo en La trampa de la Navidad): ¿por qué nuestros ayuntamientos despilfarran el dinero público malgastando en decoración navideña y en energía lumínica cuando aún no es Navidad?
¡Pero si aún falta un mes para el 24 de diciembre!
En todo caso, si las asociaciones de comerciantes creen que con más luces de colores van a atraer a más clientes, pues adelante: que paguen ellos. 
Les puedo asegurar, queridos lectores, que yo compraré solo lo que necesite.
En el caso de la alimentación, antes de esas fechas y en forma de congelados, que sale más barato, con bolsas de tela o cesto, que es una forma de consumir menos plásticos.
Y en el de la ropa de abrigo, después del día 6 de enero, que ya habrá rebajas.

Regalos

En estas fechas, uno se mueve entre los regalos que ansía y que no llegan, y entre los que llegan y no desea, o los que no le sirven de nada; por suerte, siempre hay alguno que acierta.
Es una especie de ley inexorable que se repite de año en año. Es ese consumismo que tanto criticamos pero en el que caemos.
Esta semana había leído un par de artículos sobre este tema. Más o menos, coincido con el que Sergi Pàmies expresaba en El País, titulado Regalos culturales, en el que concluía lo siguiente: «Cuesta ser original a la hora de acertar el regalo [… por ello] llevo años limitándome a hacer regalos de los mal llamados culturales».
Es un tipo de regalo al que yo también suelo apuntarme, cuando los Reyes Magos me piden que les ayude.
Pero, a veces, algo tan sencillo como una flor o una planta pueden convertirse en lo mejor del mundo cuando te la regala quien más quieres… pero de quien menos te lo esperas.

Felicitación (1)

He visto en el blog de Narcís Vives, alma mater de Espais Telemàtics y uno de los pioneros de la educación a través de internet, una referencia a Geogreeting, una forma de felicitar la Navidad con el relieve de edificios en forma de letras. Una nueva y divertida aplicación de la empresa Google, una herramienta más que se añade al buscador, los mapas y el gestor de correo Gmail, entre muchas otras.
Aprovechad y enviad las felicitaciones de una forma diferente a la habitual.

La trampa del Nadal

M’he creuat amb un veí carregat de regals i he fet el típic comentari sobre aquestes dates i la necessitat de comprar o no regals.
Fa dies que en una de les llistes de discussió en la qual participo amb assiduïtat també hem tocat el tema amb un èxit de participació inusual: unes 160 intervencions!
Cert que el tema de les creences religioses, a favor i en contra, han alimentat bona part de la polèmica.
La discussió la va iniciar l’Alfons Dolsa, alma mater del Museu de les Papallones de Catalunya, amb una pregunta clau: «Per què hem de gastar mes per aquestes èpoques, hem de comprar ara coses que potser mai serviran, hem d’encendre més llums i llençar mes deixalles?»
La conclusió a la qual he arribat és que gairebé tots seguim un ritual que no ens acaba de satisfer, el de comprar regals perque toca, però que acomplim potser empesos per un impuls contradictori: el consumisme que ens envolta i el fet d’intentar fer feliços a qui ens envolten mitjançant un detall més o menys útil.
En Toni Dalmau, també periodista i autor del Diari de l’Absurd, ho expressava d’allò més bé en la seva intervenció: «La relació directa entre la creença i la celebració d’aquestes festes ha quedat del tot diluïda i en bon nombre de casos és inexistent. Es tracta d’un còctel trampós integrat per una part de tradició, una altra de relacions socials (bàsicament familiars) i una tercera part de febre consumista. El més fotut de tot és que costa refusar aquest beuratge i enviar al barman a prendre pel sac. Si ho fas, hi ha el risc de fer sentir malament a pares, a avis, a la gent que, en definitiva, ho ha celebrat tota la vida. Canviar de beguda és un procés lent…»
I en Toni afegia: «En realitat, aquestes festes són una trampa fins i tot els dies que no tenen una lligam directe amb la religió. Per què cony ens hem de sentir obligats a celebrar en família o amb la colla d’amics la nit de cap d’any? Per què ens sentim malament nosaltres mateixos –tan racionals que volem ser– només de pensar en la possibilitat de quedar-nos sols a casa aquelles hores? Tenim terror a escoltar com ho celebren els veïns de casa? Tenim pànic a intuir com cauen de lluny les dotze campanades sense posant-se cap gra de raïm a la boca? Ens fa por sentir-nos solitàriament excèntrics enmig de l’univers? Són collonades sentimentals?»

La trampa de la Navidad

Me he cruzado con un vecino cargado de regalos y he hecho el típico comentario sobre estas fechas y la necesidad de comprar o no regalos.
Hace días que en una de las listas de discusión en la que participo con asiduidad también hemos tocado el tema con un éxito de participación inusual: ¡unas 160 intervenciones!
Cierto que el tema de las creencias religiosas, a favor y en contra, han alimentado buena parte de la polémica.
La discusión la inició Alfons Dolsa, alma mater del Museo de las Mariposas de Catalunya, con una pregunta clave: «¿Por qué hemos de gastar más en esta época del año, comprar cosas que quizá no usaremos nunca, encender más luces y tirar mucha más basura?»
La conclusión a la que he llegado es que casi todos seguimos un ritual que no nos termina de satisfacer, el de comprar regalos a fecha fija, pero que cumplimos quizá empujados por un impulso contradictorio: el consumismo que nos rodea y el hecho de intentar hacer felices a quienes nos rodean mediante un detalle más o menos útil.
Toni Dalmau, autor del Diario de lo Absurdo, lo expresaba a las mil maravillas, en su intervención: «La relación directa entre la creencia religiosa y la celebración de estas fiestas ha quedado del todo diluida, y en buen número de casos es inexistente. Se trata de un cóctel tramposo integrado por una parte de tradición, otra de relaciones sociales (básicamente familiares) y una tercera parte de fiebre consumista. Lo más jodido de todo es que costa rehusar esta poción y enviar al barman a tomar por el saco. Si lo haces, corres el riesgo de hacer sentir mal a padres, abuelos, a la gente que, en definitiva, lo ha celebrado toda la vida. Cambiar de bebida es un proceso lento…»
Y Toni añadía: «En realidad, estas fiestas son una trampa, incluso los días que no tienen una vínculo directo con la religión. ¿Por qué coño tenemos que sentirnos obligados a celebrar en familia o con los amigos la Nochevieja? ¿Por qué nos sentimos mal con nosotros mismos sólo de pensar en la posibilidad de quedarnos solos en casa esa noche? ¿Nos da miedo sentirnos solitariamente excéntricos en medio del universo? ¿Son cojonadas sentimentales?»

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