Este vídeo cachondo de Radio Flaixbac que corre por internet no es sino una visión más, humorística, claro, de lo que piensan muchos barceloneses de la visita de Benedicto XVI a la ciudad y al templo de la Sagrada Familia en particular. Los vecinos de la zona están contentos con la visita y las restricciones del tráfico. Y algunos hasta han alquilado los balcones mejor situados para que fotógrafos y teles puedan tomar las mejores imágenes de la visita de Joseph Ratzinger.
Si hablo como ciudadano, os diré que comparto la petición del diputado de Iniciativa per Catalunya Joan Herrera cuando dice lo siguiente:
«El espectáculo de los últimos días y la presencia este domingo de representantes institucionales a la misa de consagración del templo de la Sagrada Familia pone en evidencia que no hay una separación entre Iglesia y Estado (…) y que las relaciones de las administraciones públicas con la Iglesia no se corresponden a un Estado aconfesional y que la Iglesia católica disfruta de una situación de privilegio heredada del franquismo.»
Y si lo hago como cristiano de base este Papa no me resulta cercano ni me aporta nada nuevo. Al contrario: me resulta lejano e hierático, cuando no hamletiano o cruel con respecto a temas espinosos para la Iglesia católica, que ha tratado tarde y mal (el preservativo y el sida en África; los abundantes casos de pederastia).
Atrás quedaron el Concilio Vaticano II y todas las esperanzas depositadas en Juan XXIII, con la teología de la liberación arrinconada por obispos y cardenales que siguen estando al lado de los más poderosos, en lugar de junto a los más pobres.
Menos mal que existen sacerdotes que hacen caso omiso de púrpuras y laureles y aún se sientan entre nosotros.
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