La noticia, ayer, decía así: «La Asociación Nacional de Entidades Preventivas Acreditadas (ANEPA) ha alertado sobre el aumento de los casos del síndrome posvacacional que sufren casi todos los trabajadores, ya que considera que están creciendo los más graves, vinculados a problemas depresivos, cuando lo normal es que desaparezca en unos días. Según ANEPA, el síndrome surge ante la ruptura brusca entre el período vacacional y el aumento de las actividades derivadas de la vuelta al trabajo.»
Y esto ¿es nuevo? A mi me ha pasado cada año desde que era pequeño, cuando iba a la escuela y, el día que me tocaba volver a clase, después de las vacaciones, pataleaba y le decía a mi madre que no quería ir, que estaba enfermo. Después, de mayor, ya no lloro cuando vuelvo al trabajo, porque me da vergüenza, claro.
¡Con lo bien que se está de vacaciones, hombre!
Sirva este prólogo para una reflexión: ¿no estaremos convirtiendo en patologías lo que simplemente es lógico y normal, que es el deseo de seguir descansando?
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