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En la imagen de ayer, en uno de los escalones de Sant Miquel de Falgars, había uno de esos bidones de aceite para motores de dos tiempos.
Mi mujer y yo nos preguntamos cómo era posible que aquel bidón de plástico hubiera llegado a un lugar tan alejado de la civilización.
Era un objeto que llevaba tiempo allí, porque de aceite no quedaba rastro y el exterior estaba limpio por la lluvia.
Lo recogimos, lo llevamos con nostros de vuelta al coche y lo depositamos en un contenedor amarillo.
No es una heroicidad… pero nadie se lo había llevado antes.