Hay políticos que, pese a sus pifias, caen bien (o no). Uno de ellos es Josep-Lluís Carod-Rovira.
En cambio, Joan Puigcercós cae mal. Quizá sea porque en el espacio de humor Polònia (con Cesc Casanovas metido en su piel) le han pintado como un impresentable mandón, vamos, como el típico jefe que te despacha sin la más mínima elegancia y tacto.

En realidad, no sé para qué encargó Puigcercós esos carísmos informes que dicen que encargó para saber qué opina de ti la gente. Estas cosas, como les pasa a algunos jefes, lo sabrían de primera mano si se atrevieran a mirar de frente y preguntaran a sus subordinados.
Parece pues, que Carod es de los políticos prescindibles para su partido, que ya no tiene tirón electoral. Eso dicen los confidenciales, que ya le ven en la calle. En realidad, le pasa como a todos. Todos somos prescindibles, incluso los jefes.
Sería bueno que siguiéramos el ejemplo, quizá, de iniciativas como la de Acción por la Democracia, un grupo de ciudadanos que quieren unos diputados en el Parlamento que representen al pueblo más que al Secretario General de su partido.
Claro que, para ello se necesitaría una nueva ley electoral que:

1. Permita la elección directa de cada diputado y concejal, respetando la proporcionalidad constitucionalmente preceptiva.
2. Regule la comunicación entre electores y elegidos.
3. Regule la obligación del diputado a informar a los electores de las leyes en trámite y las razones de su intención de voto.

Una iniciativa interesante. Lástima que los partidos actuales no estén en absoluto interesados en apoyarla. No saben que ellos también son prescindibles.