Cara A de la carátula del DVD de la película

Coincidiendo con el Festival de Sitges, hoy no podía dejar pasar la tentación de escribir sobre una película de terror rodada en Venecia. En los años 70 hubo un montón, como ‘¿Quién la ha visto morir?‘ (1972), de la que ya os he hablado en este blog; ‘Amenaza en la sombra‘ (1973), ‘Psicosis en Venecia‘ y ‘Sombra sangrienta (Solo nero)‘, ambas de 1978, por citar algunos ejemplos.

Luego el género nos dio un respiro y la producción fue a la baja. Eso sí, diez años más tarde de las dos últimas cintas citadas aquí arriba llegaría ‘Nosferatu en Venezia‘, también titulada ‘Nosferatu, príncipe de las tinieblas‘ (1988), con el inefable Klaus Kinski retomando (mal) el papel que hizo en la estupenda ‘Nosferatu, vampiro de la noche‘ (1979) de Werner Herzog.

Christopher Plummer entrando en Venecia.

El filme, en el que también intervinieron (¿por la pasta?) un par de excelentes actores, como Christopher Plummer y Donald Pleasence, fue escrito y dirigido por Augusto Caminito (1939-2020), un buen guionista y fallido realizador, que tuvo mucho mejor suerte como productor. Además de este filme de vampiros sólo había codirigido un documental y rodado otro largo el mismo 1988, ‘Grandi cacciatori‘, también con Klaus Kinski y (nada menos que) con Harvey Keitel.

Una víctima huye de Nosferatu en la Fondamenta del Soccorso.

Las cosas no fueron nada bien incluso antes de iniciarse el rodaje, en el que estuvieron implicados hasta tres realizadores: Maurizio Lucidi, que filmó escenas de ambiente durante el carnaval de Venecia sin Kinski; Pasquale Squitieri, que escribió un nuevo guión y no lo llegó a rodar, porque era muy caro; y Mario Caiano, un veterano realizador de cine y televisión, que reescribió la historia pero acabó por largarse al cabo de dos días a causa de sus discusiones con Kinski.

La isla-cementerio de San Michele, al fondo.

Finalmente, el propio Caminito asumió la dirección, pero iba tan lento que pidió ayuda a Luigi Cozzi, que codirigió la película e hizo de director de la segunda unidad. Además, algunas escenas, básicamente aquellas en las que se ve a Kinski pasear entre la niebla, fueron dirigidas por el excéntrico actor. Lo cierto es que el dinero del presupuesto se acabó cuando sólo se había rodado la mitad del guión y Caminito tuvo que apechugar con lo que tenía entre manos.

Klaus Kinski con Anne Knecht en brazos, junto al Palazzo Ducale.

Como decía, el rodaje estuvo lleno de incidentes, buena parte de ellos provocados por Kinski. Pero, además, hubo problemas durante las escenas de desnudos femeninos en las que el vampiro manoseaba los senos de las actrices y las mordía. Dos de ellas aseguraron que el actor fue grosero y poco delicado y que llegó a morderlas de verdad. En la actualidad, este comportamiento sería impensable.

El Palazzo Barbaro del Gran Canal (foto Wikipedia).

Pero vayamos a la historia. Se inicia con un grupo de cazadores de patos en la laguna veneciana y con la llegada a Venecia de un experto en vampirismo, el profesor inglés Paris Catalano (el siempre elegante Plummer, quizá la mejor baza de la película). Le ha pedido ayuda la princesa Helietta Canins (Barbara De Rossi, que acabó odiando a Kinski) para que investigue si en el interior de un misterioso sarcófago, oculto en los sótanos de su palacio, está encerrado Nosferatu.

A este Nosferatu no le hace efecto la cruz del profesor Catalano.

Una extraña sesión de espiritismo, con un sacerdote incluido (Pleasence), hará revivir al vampiro y la ciudad se llenará de víctimas (básicamente femeninas) de las mortales mordeduras del monstruo, a quien, por cierto, aquí no le afectan ni crucifijos ni balas. Entre las chicas a morder, el vicioso Nosferatu echa el ojo a Maria Canins (una jovencísima Anne Knecht) como objetivo preferente.

Una víctima corre hacia el Campo dell’Abbazia.

Pese a todo, Tonino Nardi logró una bella fotografía que realzó las localizaciones principales del filme: el Palazzo Barbaro del Gran Canal, junto al Puente de la Academia, convertido en el caserón de la familia Canins; la isla-cementerio de San Michele; la Piazza San Marco y alrededores; el Campo dell’Abbazia y los muelles del Soccorso y Briati (con la iglesia del Angelo Raffaele al fondo).

Y también el Lazzaretto Vecchio (aquí llamada la ‘isla de los perros’), como escenario de la lucha final. A este lugar, situado muy cerca del Lido, eran trasladados los pacientes con síntomas de enfermedades infecciosas, especialmente la peste. Todo un símbolo en este fallido filme de vampiros.

Cara B de la carátula del DVD de la película.