Hace unos días, este mes de septiembre, el amigo Fausto Fernández recordaba en ‘Fotogramas‘ la presencia del gran actor estadounidense Glenn Ford (1916-2006) en el Festival de San Sebastián del año 1987, donde recibió el segundo Premio Donostia, galardón honorífico instituido el año anterior y entregado por primera vez a Gregory Peck. Casi al mismo tiempo que Fausto, el certamen donostiarra rescataba algunas fotos de la visita del protagonista de la mítica ‘Gilda‘ (1946).

Todo ello me llevó a buscar en mi (bastante desastroso) archivo alguna imagen de la amplia entrevista que le hice entonces, que logré encontrar, y posteriormente el suplemento dominical de El Periódico donde se publicó el 18 de octubre, hace ahora 35 años. Buena parte de las imágenes del reportaje las tomó mi compañero Jon Barandica, fotógrafo del diario en el País Vasco.

Durante algún tiempo, en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo, fui uno de los periodistas dedicados a cubrir la información cinematográfica del diario. Después, me destinaron a coordinar diferentes áreas y ya no volví a Donosti como cronista.

Entre las muchas cosas que viví y disfruté durante aquellos años en que acudí al festival, especialmente de los apasionados colegas de profesión con los que compartí muchas horas, están los encuentros con actores y directores, algunos de ellos verdaderos mitos, como el propio Ford, que recibió la bofetada más famosa de la historia del cine en ‘Gilda’.

He escaneado las páginas, por si os apetece leerlas, pero no os voy a reproducir la larguísima conversación que tuve el honor de mantener con él. Yo era un pipiolo de 30 años recién cumplidos y él, un elegante caballero de 71 años que, entonces, podía ser mi propio abuelo. Un señor a admirar y respetar, con una carrera de más de 100 películas entre 1937 y 1991.

Además de sus respuestas sobre Rita Hayworth y ‘Gilda’ (una página entera), yo destacaría ahora las referidas a su infancia (¡estuvo cuidando los caballos de Will Rogers!), a los realizadores clásicos que le dirigieron (George Marshall, Charles Vidor, Fritz Lang, Richard Brooks, Frank Capra, Delmer Daves…) y a colegas de profesión, como Marlon Brando, por ejemplo.

De George Marshall, a las órdenes de quien interpretó filmes como ‘Furia en el valle’, ‘Empezó con un beso’ o ‘La casa de las tres geishas’, comentó: “Era el mejor. Hice siete películas con él. Dirigía sin dirigir. Y además fue uno de mis mejores amigos”.

Sobre Charles Vidor, el director de ‘Gilda’ y ‘Los desesperados’, estuvo más crítico: “Era un hombre muy difícil, muy exigente. A veces hasta el punto de que te podía poner nervioso (…) Le podía haber dado mucho más si él hubiera sido amable y suave y no hubiera gritado. No me gustan los directores gritones, pero gritaba mucho y se hacía difícil trabajar con él”.

Gloria Grahame y Glenn Ford, en ‘Los sobornados’.

Acerca de Fritz Lang, con quien hizo ‘Los sobornados’ y ‘Deseos humanos’ y a quien calificó de “un verdadero maestro”, se extendió más: “Era un hombre difícil, pero antes de empezar a trabajar mantuvimos una pequeña charla y descubrí que todo lo que había oído de él no era cierto. Era un verdadero perfeccionista. Y hay un montón de actores y actrices que no aguantan y no saben enfrentarse a un trabajo así. Yo entendí lo que estaba haciendo. El acostumbraba a dibujar en una hoja de papel las escenas, las posiciones de cámara y todo eso. Llegaba al rodaje con un montón de papeles, con todas las escenas que había esbozado la noche anterior. Así, antes de rodar sabía ya cómo iban a ser todos los planos. Y yo pensaba que eso era fantástico”.

Sobre Richard Brooks también fue detallista: “¿Sabes que acabo de hablar con él? Forma parte del libro de memorias que estoy escribiendo y que voy a empezar desde aquí, desde San Sebastián (…) Él es uno de nuestros grandes directores. De hoy. Si hablas de vanguardia, de directores del futuro, todos ellos tienen mucho que aprender de Richard. Hicimos juntos ‘Semilla de maldad’. Y si esa película tuvo tanto éxito fue gracias a él, porque apreciaba el valor, la perfección de la imperfección. Exigía realidad, verdad, verismo”.

De Daniel Mann, que le dirigió junto en ‘La casa de té de la luna de agosto’ junto a un Marlon Brando que hacía de japonés: “Danny era un auténtico profesional en todos los sentidos (…) Cuando él te decía que hicieras una cosa de tal forma, y lo hacías, sabías que lo estabas haciendo bien”.

Y sobre Brando: “Marlon es un buen amigo mío. Trabajar con él fue fantástico. Es un actor maravilloso, un gran actor. Éramos muy buenos amigos, nos llevábamos muy bien. Tenía un sentido del humor genial. No era un tipo difícil en absoluto”.

También es cierto que Glenn Ford no habló mal de ningún compañero de profesión. Le pregunté por los actores y actrices con los que había disfrutado más trabajando: “Con todos. ¿Por qué no me preguntas acerca de aquellos con los que no he disfrutado? No, no. Con nadie. Y si tuviera que mencionar todos los nombres… Barbara Stanwyck, Edward G. Robinson, Shirley McLaine… No, no puedo. Hay tantos… Y de nuevo vuelvo a aquello de que son mis mejores amigos. Claro que algunos de ellos… Henry Fonda, por Dios, particularmente Henry Fonda».

Rita Hayworth y Glenn Ford, en una foto promocional de ‘Gilda’.

Y para acabar este relato nostálgico os citaré un par de frases de sus respuestas sobre ‘Gilda‘ (1946) y Rita Hayworth (1918-1987), a quien Glenn Ford había conocido en 1940 y que falleció meses antes de nuestra entrevista.

– ¿Qué sucedió entre ustedes dos durante el rodaje?
– ¡Oh! Pues que nos convertimos en grandes amigos y estuvimos enamorados. La historia del fìlme es casi la historia de nuestra propia vida.

La bofetada de Glenn y las de Rita.

– ¿No le dolió darle la famosa bofetada?
– Hombre, no fue una bofetada de verdad, no la pegué de plano en la cara, como da la sensación, sino que le rocé a la altura de la barbilla. Pero, en cambio, y eso es algo de lo que os olvidáis siempre los periodistas, cuando ella me abofetea, lo hace de verdad. Rita me decía que no, que no podía hacerlo, que le iba a ser imposible. La convencí de que me pegara fuerte. Luego, ambos nos dirigimos al director, Charles Vidor, y le sugerimos que lo rodara en una sola toma. Colocaron dos cámaras y se dispusieron a filmar. Rita me pegó las cuatro tortas con fuerza, y quedó la mar de bien. Me dejó la cara bien caliente. Y luego ella se pasó llorando una hora entera, inconsolable. Pero no me dolieron. Como usted puede suponer, aunque tal vez la gente ahora no lo entienda tanto, aquellas bofetadas de la película no eran como las de ahora. Eran bofetadas de amor.

– Rita Hayworth falleció el 15 de mayo pasado. ¿Qué recuerdo guarda de ella?
– Hicimos cuatro películas juntos y fuimos vecinos mucho tiempo. Cuando desapareció me sentí muy triste. No sólo perdí a una gran amiga, sino a una de las mujeres más bellas con las que he tenido la suerte de trabajar. Muchas actrices de ahora necesitan desnudarse para estar sexis. Rita sólo necesitó quitarse un guante.

El autor con Glenn Flord en el Hotel Maria Cristina, en 1987 (foto de Jon Barandica).

Y para acabar, un testimonio gráfico del encuentro entre este cronista y el actor, cuya generosidad al entregarme su tiempo dio lugar a una de las entrevistas más largas publicadas hasta aquel momento en El Periódico. Lo hizo posible el amor por el cine del entonces director adjunto, Ángel Sánchez.