Una de las satisfacciones de cualquier escritor es el contacto con sus lectores. Quien dige que escribe para que «no» le lean miente como un bellaco. Todos escribimos para alguien.
Para el autor de un blog, de una bitácola, el comentario que te deja quien te lee suele ser agradable, porque escribir cuatro frases, aunque no siempre sean elogiosas, sino críticas, también cuesta.
Hay bloggers a los que conoces y cuyos comentarios son muy agradecidos. Por ejemplo, Lo Vilot, veterano compañero de la lista del Internauta, de verbo fluido y entusiasta, cuyo weblog es un pozo de curiosidades y de reflexiones. O Benjamí Villoslada, profesional de la informática y apasionado defensor del software libre.
La ficción de Un vasco en Catalunya me ha permitido conocer a desconocidos autores que han dejado algún comentario. En mi papel de Joseba, el primero en darme la bienvenida fue Marc Palaus, un chico de Granollers, autor de ¿Era necesario otro blog? El segundo fue Esteve M. Costa, autor de un diario de atractivo título: Días extraños. Otro chico, que firma Flop, y cuyo icono ilustra este escrito, me animó a rebelarme contra la dictadura de las teleseries.
Alguien que firmaba como Sugus no dejó dirección, y un chico de Berga, autor de La herradura verde, citó poéticamente «todos los colores del verde». Finalmente, Greips, un joven del barrio barcelonés de Gràcia, autor de Despensaments, dejó un comentario de despedida y esperanza.
Yo animo a leer sus diarios y también los enlaces de otros diarios que ellos recomiendan.
Es apasionante.