Me alegra que las movilizaciones de ayer (en algunas partes, hoy) de miles de ciudadanos de todas partes pidiendo que acabe la masacre contra el pueblo palestino fueran mayores y mejor anunciadas que las de días anteriores, en que sólo estábamos cuatro gatos.
Sigo pensando, que el gran peligro de este otro holocausto (pese a que esta palabra se asocia a una época y circunstancias determinadas, ¿qué otra cosa es lo que están haciendo los israelís con los palestinos?) es el odio, el inacabable odio de las víctimas y los descendientes de las víctimas hacia el opresor y los países que le apoyan.
Manuel Vicent lo explica de maravilla en su columna de hoy en el diario El País:
«Cuando termine la matanza actual, el odio sucio que quede en el aire será el arma de más largo alcance en esta guerra perpetua entre Israel y Palestina. El tiempo no cuenta. Tarde o temprano estos niños de Gaza destrozados en las escuelas, los heridos rematados por bombas de racimo en los propios hospitales, las casas y mezquitas destruidas con decenas de muertos cada día fermentando bajo los cascotes, trabajo ejecutado a la perfección por el ejército israelí, uno de los más poderosos del mundo, no harán sino ahondar el pozo negro en el que se van a sepultar todos, las víctimas y los verdugos, los vencedores y los vencidos.»
La Plataforma Paremos la Guerra y las Asociaciones de Ayuda al Pueblo Palestino son dos excelentes formas de seguir informados de lo que acontece y de las iniciativias solidarias sobre este tema que merece la pena consultar.
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