La que se ha armado con alguno de los artículos que el crítico de cine Carlos Boyero ha firmado estos días en El País, desde la Mostra de Venecia.

Leo vía Judith Vives y su Espai Isidor que un grupo importante de gentes del cine (192 a la hora de escribir este post) publicó el sábado un texto, en la sección de cartas al director del citado diario y también en este blog, donde quien quiera se puede solidarizar con ellos, en el que entre otras cosas se dice que una vez más «El País da cuenta del desarrollo de uno de los principales festivales cinematográficos desdeñando casi todo lo que en ellos se ofrece de innovador o arriesgado, y propagando la idea de que la mayor parte del llamado cine de autor que hoy se hace en el mundo carece de interés [… Boyero] además de reiterarnos día tras día su inmenso hastío, no ha tenido reparo alguno en pregonar su abandono de la proyección de la última película de Abbas Kiarostami».
No ejerceré de corporativista, porque yo también he estado al otro lado de una cámara y sé lo que cuesta levantar una película, un corto, lo que sea, en este mundo tan poco dado a apoyar los experimentos culturales.
Pero ¿nos estamos cargando el cine de autor por decir que nos aburre tanto una película que hemos abandonado la sala antes de acabar la proyección?
¡Señores, por favor! Que el cine también es espectáculo de feria y uno puede divertirse con Mamma mía! –como decía el otro día Maruja Torres— o pensar que el último Indiana Jones es un fraude porque uno esperaba más de Spielberg y compañía.
¿Creen los firmantes –entre los que se cuentan mis admirados Erice y Guerín— que tan importante es la opinión de un crítico? Porque, en definitiva, estamos hablando de opiniones personales, aunque las publiquemos en un diario o las expongamos en una radio o una tele.
Boyero rara vez es diplomático en sus escritos. Quizá por eso gusta a tanta gente.