El tema de la bandera, de cualquier bandera, no me interesa mucho… En su momento me resultó indiferente aquello de «jurar bandera». Era la época de la mili, cuando el servicio militar aún era obligatorio. Para mi, más que un símbolo, es sólo un trapo. Cada uno tiene sus preferencias.
Viene esto al caso de Francesc Argemí, Franki, ese chico de Terrassa que ha empezado a purgar prisión por ese supuesto delito y por el que ayer mismo se manifestaron bajo la lluvia dos o tres mil personas… Y no todas eran jóvenes ni independentistas.
¿Pero ha de estar en prisión, lugar para reinsertar a los delincuentes, se supone, alguien que está plenamente reinsertado?
Ocurre, más bien, que en España sigue habiendo personas encarceladas por sus ideas. Y esta vez coincido con lo que Pilar Rahola expresa en su artículo de hoy, en La Vanguardia: «Sin ninguna duda, Franki es un preso político y su entrada en prisión no persigue castigar un delito, sino, claramente, castigar un pensamiento político. Que después de más de 30 años desde la muerte del dictador, y con gobiernos socialistas por doquier, aún ocurran estas cosas, nos da la medida de la frágil salud de la democracia española. O, peor aún, del miedo que tiene España a la libre disidencia de los ciudadanos».
Por todo ello, cuando se habla de delitos contra la bandera –la española, claro está; cuando alguien quema una senyera o un ikurriña eso no se castiga– u otros símbolos, apoyo ideas como la de Joan Herrera (ICV), que esta próxima semana presentará una iniciativa parlamentaria para suprimirlos como tales del Código Penal.
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