"Sobre la pinza del bogavante, la esencia de esta historia, se hablará luego. También se hablará luego del inquietante Benjamin Black. Hay que empezar por el principio y…"
Eran las dos primeras líneas del reportaje que Enric González (EG) publicaba este sábado en el suplemento Babelia. Me enganchó y leí de un tirón su Dublín negro , una larga entrevista con John Banville .
Dejo de lado a Banville y que cada uno lea lo que le apetezca de este escritor irlandés y me centro en el periodista.
Conocí a EG a inicios de los años 80, en la redacción de El Periódico de Catalunya, antes de que fichara por El País, donde ha desarrollado una carrera intensa, casi toda ella de corresponsal. De hecho, recibió hace dos años el premio Cirilo Rodríguez, que reconoce la labor de los corresponsales españoles en el extranjero. Actualmente trabaja de nuevo desde Barcelona.Podéis leer un par de entrevistas digitales en El Mundo y Comunicació 21 , aunque también hay algún que otro bloguero que le cita elogiosamente, como Raúl Cazorla en Radiaciones .Viene todo esto a cuenta de su prosa, rica pero no barroca; generosa, pero sin aspavientos; sintética, pero en absoluto pobre. Me doy cuenta, al escribir, de lo difícil que es adjetivar, algo que sólo algunos colegas lo consiguen, como Pau Arenós o el propio EG.
"EG siempre entrega más de lo que uno está acostumbrado a leer en un periodista", decía Cazorla en su entrada, frase que suscribo totalmente.
Pero, además, añado un par de reflexiones, no exentas de ironía, del propio EG sobre su trabajo, nuestro trabajo: "El oficio periodístico está mal, como siempre. Llevo 30 años en esto y nunca ha estado bien. Pero está mejor que la metalurgia, la minería o la inversión filatélica, o sea que tiene un pasar… En este oficio se conoce gente estupenda. La culpa de todo es siempre de las empresas, no nuestra: no me dirá que eso no es reconfortante. Se vive entre alarmas, imprevistos y cabreos, lo cual no alarga la vida, pero la hace más entretenida". Pues eso.
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