Me había resistido este mes a hablar de ciertas criaturas de la tele. No tengo nada que objetar al trabajo de unos profesionales del show, salvo que a mí no me gustan. Procuro no perder ni un minuto con ellos. Pero a veces uno cae en la tentación de, mientras zapea, pinchar el canal de los cotillas…
Sí, sí, ya sé que hay dos programas, pero como si fuera uno solo: todos los comentaristas me parecen igual. Y esta pasada semana vi un par de momentos en que Belén Esteban, una colaboradora del programa Sálvame (Telecinco), volvía una vez más a un tema monocorde en su vida: la familia de la mujer actual del padre de su única hija. No quiero entrar en más detalles sobre este guirigay. Todo ello, sumado a la inclusión de unas imágenes porno en el programa de la competencia, ¿Dónde estás corazón?, y a unas declaraciones de Vázquez a Interviú en las que admitía que lo suyo no era periodismo, sino espectáculo, me llevó a pensar que a los lectores de El Periódico les podía interesar una reflexión sobre el tema, que publiqué ayer en el diario y que podéis leer entera en esta página.
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