Vivimos en un Estado con un bipartidismo de facto que no le sienta nada de bien a este país.
Que la mayor parte de los ciudadanos españoles sólo puedan optar (o casi casi) entre el azul del PP y el rosado del PSOE no es una suerte.
A la presencia roja de Izquierda Unida le falta un hervor unitario y un talante más abierto, sobre todo entre las filas de los antiguos miembros del PC. Quizá les pueda ayudar una posible alianza con los verdes, una refundación de IU… No lo sé, porque desde la periferia tenemos una visión distante.
Viene esto a cuenta del ruido ambiental que llega de la anulación por parte de la Junta Electoral de un cara a cara televisivo entre Artur Mas y José Montilla. Un cara a cara que me parece tan interesante como irrelevante, porque a diferencia de ese bipartidismo estatal, en Catalunya existe un mayor pluripartidismo. Claro que es a ambos líderes políticos a los que les interesa hacernos creer que son sólo dos los que se juegan el futuro en estas autonómicas.
Lo cierto, como dice Joan Herrera, es que durante dos días nos han mareado la perdiz y que, en lugar de hablar de política, de cómo solucionar los problemas del presente para encarar el futuro, nos hemos dedicado a polemizar sobre caras, no sobre programas.
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