Cuando el otro día falleció Jane Birkin a los 76 años, mucha gente recordó una de sus primeras y más famosas películas: ‘La piscina‘ (1969), aquella cinta de Jacques Deray, con Alain Delon y Romy Schneider al frente del reparto. El guapo Delon es el único de los tres que aún vive, con 87 años a cuestas. ¿Y Romy? ¡Ay, Romy!
Si la muerte no fuera algo tangible, si las flores no cubrieran ya su tumba desde hace 41 años, la bella Rosemarie Magdalena Albach-Retty, más conocida como Romy Schneider (1938-1982), quizá sería una venerable ancianita de casi 85 años. Y quizá, aún, seguiría en activo una de las mejores actrices que ha dado a luz el cine europeo, una de las mujeres más bellas y de vida privada más triste.
Fue siempre una doble imagen la que caracterizó a Romy: belleza y tristeza; arte y desgracia; triunfo profesional y agitada vida sentimental; popularidad y soledad. Una vida dramática, acrecentada por la trágica pérdida de su hijo David, un adolescente de 14 años que murió en un accidente que la marcó durante los escasos meses que le sobrevivió: falleció a los 43 años, de un ataque al corazón que tuvo sospechas de suicidio. En el recuerdo queda, también, su primer marido, el actor y director Harry Meyen, que se ahorcó en 1979.
Lo que os decía de esa doble imagen es que también trascendió a las cerca de 60 películas que rodó la actriz. Porque, si en sus inicios austriacos, la joven Romy fue la encargada de interpretar a la edulcorada Sissi, princesa de cuento de hadas más bien cursi, ya adulta pasó de los palacios al barro y los burdeles que le fabricaron directores como Visconti, Welles, Preminger, Losey, Chabrol o Sautet. Esta última ya era una imagen mucho más dura, nunca exenta de cierto aire de mujer desvalida.
Y si repasamos brevemente su biografía veremos que Romy vivió una vida bastante alejada de la de sus primeras y rosas películas. Nieta de la actriz Rosa Retty, una famosa actriz de teatro vienés, su padre fue Wolf Albach-Retty, actor de teatro que pronto pasó al cine en papeles de galán. Y fue en una película donde este conoció a la que sería su madre, Magda Schneider, una guapa actriz en alza, en 1936.
Y en Viena nació Romy en 1938, seis meses después de que la capital austríaca fuera invadida por Hitler. Separados sus padres y divorciados en 1945, la joven quedó bajo la tutela de su madre, que la envió a un internado de señoritas. En las vacaciones, solía acompañar a Magda a los rodajes.
En un golpe de suerte, en 1953, con sólo 15 años, mientras su madre rodaba ‘Lilas blancas’ a las órdenes de Hans Deppe, este director necesitó incorporar a una adolescente a su filme. Y la mamá no dudó ni un momento. No desperdició la ocasión y la niña trabajó en la cinta, faltaría más. Y al año siguiente, en otra, ‘Sueños de circo’.
Así, poco a poco, empujada por su madre, que controló férreamente sus primeros pasos en el cine, Romy Scheneider fue avanzando en una carrera llena de éxitos, especialmente desde su tercera película, ‘Los jóvenes años de una reina’ (1954), donde se topó con su primer realizador-fetiche, el septuagenario Ernst Marischka, que la dirigió en ‘La panadera y el emperador’ y en la trilogía ‘Sissi’.
Harta del personaje y con ganas de escapar del encasillamiento, con 20 años conocería y se enamoraría de Alain Delon, a quien acompañó al rodaje de ‘Rocco y sus hermanos’. Su director, Luchino Visconti, fue el primer realizador en darle la oportunidad de hacer un papel muy diferente y su primer desnudo: ‘Boccaccio 70’.
A partir de ese momento, empezó a poder cumplir su deseo de trabajar con grandes directores, empezando por Orson Welles, que la fichó para hacer el papel de la secretaria de impetuosas ansias sexuales de ‘El proceso’. Su interpretación la llevó a Hollywood, al tiempo que se alejaba de Delon.
Mientras Romy rodaba en EEUU títulos como ‘Los vencedores’, de Carl Foreman; ‘El cardenal’, de Otto Preminger; ‘Préstame tu marido’, de David Swift, o ‘¿Qué tal, Pussycat?’, de Clive Donner, sus relaciones con Delon se enfriaron del todo, y más cuando el actor conoció a una jovencita llamada Francine Canovas, más conocida como Natalie Delon tras casarse con el intérprete.
La carrera de Romy sufrió un ligero bajón de tres o cuatro años del que pudo levantarse gracias al reencuentro (en pantalla) con su querido Alain en ‘La piscina’. El público acudió a verla masivamente, con el morbo añadido de saber si las escenas de amor eran fingidas o no.
Y aquí se cierra el círculo de lo que os decía al inicio de esta entrada sobre la película de Jacques Deray, en cuyo rodaje un celoso Serge Gainsbourg estuvo muy pendiente de Jane Birkin para evitar cualquier lío con el seductor Delon. El resto de la carrera de la actriz y sus amoríos dan para un libro, y ya hay unos cuantos sobre Romy Schneider. Estos días, como os decía, habría cumplido 85 años.
Deja una respuesta