En estos momentos en que todos los medios de comunicación se vuelcan en mostrar la marea azul que nos inunda, que ha anegado la inmensa mayoría de los ayuntamientos españoles, vale la pena rescatar un par de artículos de que acaba de pubicar la revista Sin permiso.
Se trata de Mejor al revés: ¿cuál es la alternativa real al Movimiento del 15 de Mayo?, de Antoni Domènech, editor general de esa publicación, y Palabras del 15 de Mayo, de Carlos Taibo, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid.
Domènech nos recuerda, entre otras cosas, que tenemos una ley electoral muy poco democrática:
«La actual ley electoral antidemocrática, condenando definitivamente a la marginalidad, entre otras voces políticas disidentes, a la tercera fuerza política española (Izquierda Unida e ICV, que, conservando milagrosamente todavía un millón de votos, tiene ahora mismo sólo dos diputados, tres veces menos que el minúsculo PNV socialcristiano…»
Taibo, por su parte, también incide en ello:
«Lo llaman democracia y no lo es. Las principales instituciones y, con ellas, los principales partidos han conseguido demostrar su capacidad para funcionar al margen del ruido molesto que emite la población. Los dos partidos más importantes, en singular, escenifican desde tiempo atrás una confrontación aparentemente severa que esconde una fundamental comunidad de ideas. Uno y otro mantienen en sus filas, por cierto, a personas de más que dudosa moralidad. No es difícil adivinar lo que hay por detrás: en los hechos son formidables corporaciones económico-financieras las que dictan la mayoría de las reglas del juego.»
Unas reglas, que, sin ir más lejos, pretendían dejar fuera de este juego a los 313.000 votantes de Bildu en el País Vasco.
Vistos los resultados de ayer, ¿cómo es posible que los más de 1,6 millones de votos de esa tercera fuerza política no se traduzcan en prácticamente nada frente a los 773.000 de CiU o los 327 del PNV, por ejemplo? Y dentro de un año, se repetirá el fenómeno, si no hacemos nada para evitarlo.
Comparto en cierta manera las opiniones de Taibo y Domènech: nuestro sistema actual necesita correcciones que lo hagan más democrático.
Me preocupa el giro a la derecha de este país, incluso en zonas donde la corrupción campa a sus anchas.
No sé cómo podemos afrontar el descontento de amplias capas de nuestra sociedad -que no sólo son los indignados acampados en muchas plazas, sino muchos más- que no confían para nada en los partidos tradicionales… Un descontento que puede estallar en cualquier momento, porque la crisis y el paro son ya insoportables. Quien no tiene nada que perder puede actuar de la forma más extrema posible.
Algo tendremos que hacer desde las opciones progresistas para animar a los millones de abstencionistas, a los más de medio millón de personas que han votado en blanco, de que existen opciones que los representan y que no son los dos grandes partidos españoles, cuyas políticas económicas no creo que varíen sustancialmente.
Joan Herrera, líder de ICV, fue quizá el único que hizo anoche un ejercicio de reflexión sobre el fenómeno y los indignados:
«Con estos resultados, lo que haremos a partir de mañana es trabajar para ser la voz de mucha gente de izquierdas y debemos entender que tenemos una responsabilidad: ser la voz de la gente que quiere otra salida de la crisis».
Como decía ese papelito de la foto: cambia el presente para que el futuro sea tuyo.
Deja una respuesta