Aclaro una pregunta que me ha llegado por varias vías: no soy independentista.
Esta no es mi opción política y, además, gran parte de mi familia reside fuera de Catalunya. No me gustan las fronteras de ningún tipo.
Pero situado en la periferia, me parece mentira la actitud de ciertos sectores ante la consulta del pasado domingo.
Una consulta popular que ha logrado que un cuarto de millón de personas se acerque a unas urnas en Barcelona (y más de 800.000 en toda Catalunya) para opinar sobre cómo quieren relacionarse con sus vecinos no merece sino unas líneas en el resto del Estado.
Y eso, cuando no el insulto y el menosprecio. «Farsa» era la expresión utilizada por un diario de tirada nacional, por ejemplo.
En la actualidad no nos asombra que haya parejas que se quieran separar y se divorcien, pese a que uno de los miembros no lo desee y se niegue a aceptar la realidad.
En el País Vasco y en Catalunya hay muchas personas que no se sienten partícipes de eso que llamamos España. Mal vamos si no sabemos tratar a los vecinos que se quieren separar. Toda minoría merece un respeto… Varias minorías pueden formar facilmente una mayoría.
¡Venga hombre! El mismo derecho que tenemos para hacerlo tienen los demás para prestarnos atención o no u opinar como les parezca por peregrino que nos parezca. Padecemos un exceso de narcisismo colectivo.