Esta mañana, leyendo un comentario de mi amigo Gabriel Jaraba sobre el dueño de un restaurante barcelonés que ha optado por dejar que la gente pague lo que considere justo por la comida («me quedo con lo de la confianza mutua de los modestos, que me suena más entrañable que la manoseada y mal utilizada palabra solidaridad»), me he fijado en un artículo suyo anterior: ICV y policía: maltrato, engaño, traición.
El artículo empezaba suave

«Los actuales dirigentes de ICV son, y digámoslo con todo cariño, el pelotón de los torpes que quedó del PSUC después de pasar por dos pruebas de fuego.»

… y acababa de forma contundente:

«Eso no es la izquierda de verdad, eso es traición al gobierno de izquierdas, engaño a la ciudadanía y maltrato a estudiantes, paseantes y ciudadanos a los que sirven. Qué lástima que el presidente Montilla no quiera o no pueda expulsar esa gente del gobierno de la nación.»

Estaría bien que Joan Saura, Dolors Camats y el resto de dirigentes de Iniciativa de Catalunya le echara una ojeada, porque es una crítica desde la propia izquierda. Una izquierda cabreada.

(Si os apetece leer más, mi compañero Marc Andreu, incide hoy en el tema: ICV cierra filas con Saura a la espera de ceses que le salven.)